En la habitación reinaba un ambiente extraño esa noche, un ambiente que que no les había abandonado desde primera hora de la mañana, durante los primeros y últimos ensayos. No era tensión, ni furia, ni disgusto. Era simplemente una mezcla entre nostalgia y tristeza. Ese había sido el último día de ensayos juntos y esa, sería la última noche antes del día que tantos dolores de cabeza les había traído, el día para el que tanto habían trabajado y el día en que todo, al fin, terminaría. En menos de veinticuatro horas serían libres y todo eso se convertiría ya en especie de bonito recuerdo del pasado.
La organización había dado ordenes y, como se estipulaba en su contrato, en unas horas ya no tendrían la obligación de actuar como pareja, por lo que habían reservado otra habitación para que, la siguiente noche, ya como almas libres, la pasasen separados sin tener que compartir más cama ni espacio.
—Ten, te dejabas esto —dijo con un hilo de voz Amaia tendiéndole el cargador del ordenador a Alfred, que estaba recogiendo todas sus cosas para hacer el traslado para la siguiente noche.
—Gracias —le respondió él en un tono seco. Su voz sonaba triste, apagada y dolida.
—De nada —musitó ella quedándose de pie detrás de él observando todos sus pasos mientras hacía su maleta. Habían sido muchas las noches juntos en hoteles, muchas maletas deshechas y vueltas a hacer y muchos recuerdos. Cada uno de ellos era diferente al anterior, desde noches de gritos, de besos a noches de risas, pero, todos ellos tenían algo en común. Pasase lo que pasase, sabía que Alfred esa noche o la siguiente, o dentro de una semana, dormiría a su lado. Que no la abandonaría. Y esta vez era diferente. A partir de esa noche, él se iría definitivamente.
—Perdón, ya casi estoy... —le informó sin levantar cabeza de su ropa doblada. Era tarde, tenía las luces encendidas y hacía ruidos involuntarios con los objetos que iba recogiendo. Estaba desubicado, vagaba perdido por la habitación, arriba y abajo, sin ser consciente de la mitad de sus actos. Era imposible que Amaia conciliase el sueño con el runrún constante de sus pasos y ambos tenían la obligación y el deber de descansar para el día tan importante que les esperaba.
—Tranquilo, no tengo prisa para irme a dormir—le dijo volviéndose a sentar encima de su lado deshecho de la cama. Lo miraba atenta, sin perder detalle de de cada uno de sus movimientos. Lo sentía en esa habitación, notaba su respiración cerca pero sabía que él, no estaba ahí—. La verdad es que no estoy muy cansada...
—Bueno... Creo que ya está todo dentro —sentenció levantando la vista por primera vez desde que había empezado.
—Si te dejas algo no te preocupes, que ya te lo daré... —Amaia intentó dibujar a una de sus cariñosas sonrisas pero lo único que consiguió fue hacer una mueca, una sonrisa rota de pena, sufrimiento y lástima.
—Pues... Esto es todo amigos—suspiró casi en tono irónico pasándose una mano nerviosa por el pelo—. Hasta aquí hemos llegado.
—El tiempo pasa demasiado deprisa —reflexionó la chica cerrando los ojos y suspirando—. Hace cuatro días estábamos en Ámsterdam y ahora estamos aquí.
—Amaia...
Abrió los ojos y delante de ella pudo contemplar un Alfred de ojos vidriosos, transparentes. Su mirada, ahora, no tenía purpurina ni magia como siempre ella había creído, sino que estaba más hueca y dolorida que nunca. Era como si su esencia, la que tanto la había enamorado, se hubiera desvanecido, se hubiera evaporado entre las tantas lágrimas que había derramado a lo largo del camino. Amaia no le respondió. Temblaba por el pánico que le produciría oír sus palabras. Se mordía el labio y mirarlo le atormentaba. Pero la verdad era que los dos pensaban lo mismo pero ninguno tenía el valor suficiente de decirlo por puro miedo. El miedo se había convertido en su constante compañero de viaje, como una cámara más. Sentían que les observaba, les presionaba y les instaba a no equivocarse, a no dar un paso en falso para delatarse o para no caer al vacío del dolor. Y ahora, ambos tenían miedo de volver a los infiernos, como le cantaba ella a su piano. De volver a sus infiernos personales, sin el otro. Alfred sabía que ya no tenía nada que perder. Era su última oportunidad, ahora o nunca. Él una vez ya amó por los dos y estaba dispuesto a volver a hacerlo si eso significaba volver a tenerla junto a él.
ESTÁS LEYENDO
Nosotros
FanfictionAbril-Mayo de 2018. Después de una mala racha, llega la noche X, la noche en que lo cambió todo entre ellos. La magia desapareció, la complicidad se esfumó y la paz huyó... Pero por contrato, ellos tienen que seguir siendo los de siempre, por lo men...