Flores. - Camren

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Lauren y Camila se encontraban abrazadas en el sofá de la casa de la menor. Camila miraba más a su novia que a la tele que tenía enfrente de ella, mientras tanto, Lauren miraba más a su móvil que todo lo demás. 

Lauren, era una chica a veces borde y antipática, con el pelo moreno casi siempre decorado con unos gorros o algunos peinados rockeros; sus ojos eran verdes pero a veces parecían azules, el delineador y las sombras negras hacían que estos destacaban; su estilo de vestir ella lo definía como “cool rocker”; Lauren solo le importaba dos cosas, el sexo y el dinero, y Camila tenía, por lo menos, una de esas cosas, por eso salía con ella.

Camila, a pesar de ser de una familia rica, era una chica dulce, amable, inocente y casi siempre pendiente de los demás; ella estaba ciegamente enamorada de Lauren, ya que no se daba cuenta de que su novia lo era por solo por los regalos caros que podía darle. Camila tenía el pelo castaño, adornado a veces con lazos, sus ojos eran marrones, no solía utilizar mucho maquillaje y si lo hace, es muy natural; su estilo de vestir era sencillo pero con clase.

—Lauren —llamó Camila dulcemente a la chica que tenía al lado mientras que la miraba.

—¿Qué? —contestó borde, sin despegarse de la pantalla del móvil.

—¿Por qué nunca me regalas nada?

Lauren levantó la mirada lentamente, girando la cabeza para encontrarse con la de Camila, que estaba asustada por la cara de seriedad y de enfado que tenía la mayor.

—¿Qué cojones quieres? —levantó la ceja.

—Flores —sonrió.

—¿Flores? ¿Quieres unas putas flores?

—Sí, Lolo, quiero flores —dejó de abrazar a Lauren —. Nunca me haces detalles y ya no hablo de manera material, hablo de caricias, besos, abrazos; pequeñas cosas que muestren que me quieres.

—¿Pero alguien te ha dicho que te quiero? —se giró hacia la tele, riéndose.

Camila sintió que su corazón se partía en mil pedazos, le había dicho que no la quería. No podía creer que su novia había hecho aquello.

—Fuera. De. Mi. Casa —habló pausadamente mientras lloraba.

—Bien.

Lauren se levantó, cogió su mochila y su casco de la moto y se fue de aquella casa sin decir absolutamente nada.

Camila abrazó un cojín del sofá mientras que lloraba desesperadamente, pensó en que tenía que desahogarse de todo el dolor entonces llamó a su amiga, Dinah. Después de tres toques, Dinah contestó.

—¡Camila! —exclamo con felicidad por la llamada.

—Dinah, estoy mal —siguió llorando.

—¿Qué te pasa, Mila? —su tono de voz empezó a entristecerse.

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