Hacía frío, mucho frío.
Entorné mi mirada, tratando de descifrar en dónde estaba. No podía ver nada a excepción de la espesa niebla que me rodeaba.
¿Acaso esto era el mundo humano? ¿Oscuridad y neblina de desesperanza? No. No podía creerlo en absoluto.
Empecé a caminar cautelosamente hacia todas y ninguna parte. Paré en seco cuando, de repente, y sin querer, mi corazón comenzó a acelerarse. De alguna manera, sabía que no estaba sola en este lugar. Había algo, algo oculto que no quería ser revelado.
Di un paso más y, como si fuese automático, una ráfaga me abofeteó la cara, dejándome aturdida en mi lugar. Siendo incapaz de moverme, escuché un susurro lejano rozar mi oído: no te acerques. Y me acerqué.
Para, volví a escuchar y di otro paso.
—¿Quién está ahí? —musité casi inaudible y vi una sombra irreconocible pasar justo frente a mí.
La vena en mi cuello palpitaba a mil por segundo, mi cabeza comenzó a dar vueltas, y sentía que estaba a punto de vomitar, pero, aun así, no podía detener mis pausados pasos hacia él. Por alguna razón, quería descubrirlo: deshacerlo de su escondite. Y sí, a él, porque definitivamente era una voz masculina. Una muy atrayente.
Di otro paso, esta vez con una zancada más larga.
Si vienes a mí, no hay vuelta atrás. Detente.
Paré bruscamente, sin aliento. ¿A qué se refería?
—¿Qué quieres decir con eso? —pregunté hacia todos lados, haciéndome paso entre la niebla—. ¿Quién eres?
—Tú sabes quién soy —dijo por primera vez fuera de mi cabeza, haciendo que me diera un vuelco en el pecho. Cerré los ojos, dejando que un sinnúmero de emociones entraran y me recorrieran por todas partes.
—No te conozco —repliqué, abriéndolos—. No sé quién eres.
Escuché su sonrisa; escuché su respiración cerca de mí, a mis espaldas, poniéndome totalmente rígida. Ni siquiera me atrevía a voltear. Su cuerpo estaba tan cerca del mío que me temía que si hiciera algún movimiento, algo malo pasaría.
En cuanto al mío, fue invadido por el frío: uno que me heló los huesos. Uno profundo y atroz. Uno que, sabía, se debía a su cercanía. Entonces sentí emoción, nerviosismo... ansiedad, y lo último que lo escuché decirme antes de desvanecerme fue:
—Aún.Tres meses después.
—Debby —escuché una voz que parecía llamarme desde lejos—. Debby, despierta, tienes que ir a la escuela.
¿Qué?
Abrí mis ojos, emergiendo a la consciencia del mundo. Sentí la luz del sol cegarme, entonces arrugué la nariz, colocando una mano sobre mi cara.
—Cierren esa maldita ventana —gruñí, removiéndome en el colchón.
—Ni hablar. Levántate de la cama. Tus días de "Prefiero morir encerrada en este lugar" se terminaron.
Bufé, arropándome con la manta hasta el tope y volví a cerrar los ojos. Pronto sentí que Nelly me la arrebata del cuerpo, jalándola desde las plantas de mis pies.
Cerré los ojos fuertemente, empezando a sentirme frustrada.
—¡Déjame dormir, Nelly! —le grité.
—¡Tienes que levantarte, tomar una ducha, bajar a desayunar e ir a la escuela! —me gritó de vuelta.
Sus palabras se introdujeron en mi cabeza como un tornillo abrupto. Me quedé en silencio por un momento, entonces, me incorporé en la cama, prestándole más atención.
—¿Escuela?
Nelly suspiró y se sentó en el borde de mi cama, entrelazando sus manos cabizbaja.
—¿Recuerdas la academia?
—¿La de demonios y ángeles? —pregunté, arrugando la nariz y ella levantó la vista, clavando su mirada en mis ojos. Entonces lo comprendí, y mi semblante cambió—. Oh, no. De ninguna manera —traté de volver a recostarme en la cama pero me haló del brazo, obligándome a incorporarme.
—¡Tienes que ir! —dijo en tono suplicante—. No puedes quedarte aquí toda tu vida.
—Oh, créeme que sí puedo —medio sonreí con cinismo y Nelly puso sus ojos en blanco—. Simplemente no lo haré, Nelly.
—Brazil te espera abajo porque cree que irás a tu primer día de escuela. Debes ir.
—No hay manera de que vaya a ese lugar, ¿entiendes? La respuesta fue, es y será no.
—No puedes simplemente hacer lo que se te dé la gana, Debbitha —dijo entre dientes, aparentemente molesta.
—¿No? —me levanté de la cama, clavando mis pies firmemente en el piso—. Es lo que he hecho durante toda mi vida. ¿Sabes por qué? Porque no tengo familia, Nelly. Me crié totalmente sola. Haciendo lo que quería. Siempre. Así que, ¿por qué empezaría a dejarlo ahora?
Nelly me miró pasmada durante unos segundos. Después, negó con la cabeza en modo de desaprobación, haciéndome bufar. Apreté mi puño derecho y cerré los ojos fuertemente.
—Sal de la habitación, Nelly.
—Será un placer —dijo furiosa, y lo último que escuché antes de que la habitación fuera invadida de un agonizante silencio fue la puerta estrellarse.
Me senté en la cama y suspiré. Apoyé mis codos en mis rodillas, sujetando mi cabeza entre mis manos; sintiéndome totalmente frustrada.
No quería ir. No iría.
—Deberías ir, en realidad —escuché la voz de Wessy saliendo de la nada—. Sería un buen comienzo.
—¿Para qué?
—Cambiar.
Levanté la mirada, viéndolo directamente a los ojos. Él esbozó una sonrisa. Él sabía. Lo de Florissha y su mierda... él sabía.
—¿Qué es lo que más deseas ahora? Me refiero a con todos tus fuerzas. Estás enojada, frustrada, y lo único que quieres es...
—Fuego —susurré desconcertada al darme cuenta de ello. Entreabriendo mis labios de sorpresa, quise poder haberme negado a ello: no fue así—. Wessygil, yo...
—Florissha no quiere que cambies eso —me interrumpió—. Sólo lo tomó como excusa para expulsarte de allí —pausó—. Pero debes volver, Debby. El submundo es tu hogar.
—De hecho, me gusta aquí —respondí rápidamente, sintiéndome de alguna manera a la defensiva—. ¿Qué te hace pensar que quiero volver? —cuestioné y me echó una mirada tan significativa que me hizo apartar la mía.
Joder.
—Toma una ducha. Te espero abajo con Nelly —me dio la espalda y se acercó a la puerta—. Y no, no te lo estoy pidiendo —dijo y salió cerrando la puerta detrás de sí.
Puse mis ojos en blanco, resoplando.
Qué fastidiosos podían llegar a ser, por Samaritha.
Me levanté de la cama y me encaminé hasta el baño, encerrándome en él. Luego de tomar una ducha, busqué en mi closet —el cual solía ser de la chica a la que le pertenecía mi cuerpo y contenía ropa horrible de la que me deshice—, me coloqué unos jeans, un abrigo de tono rojo vino —porque apostaba que afuera estaba haciendo bastante frío—, y unos zapatos en conjunto. Eso era suficiente.
Salí de mi habitación y me dirigí a las escaleras, bajándolas dos peldaños a la vez. Luego, me introduje en el comedor, quedándome al lado de la puerta cuando sentí a Nelly posando sus ojos en mí. Inflé mis pulmones de aire, apartando mi mirada y acercándome a la mesa en donde estaban Wessy y ella.
—¿Tengo lodo en la cara? —pregunté luego de un rato de silencio en el que Nelly me veía fijamente. Wessy trató de disimular una risilla clavando su mirada en la mesa. La expresión de Nelly era indescifrable. Casi neutral. Ni siquiera me atrevía a entrar en su cabeza; sus ojos seguían pegados a los míos de una manera que casi llegaba a ser espeluznante.
—¡Debby! —escuché una voz chillona detrás de mí—. Debiste decirme que ya habías bajado. Vas a llegar tarde —le di fin a la batalla de miradas de Nelly voltéandome a ver a Brazil—. ¿Dormiste bien?
Asentí.
Brazil era la madre de la chica del cuerpo, llamada Thymie. Era una mujer rubia, alta y elegante que, junto a su familia, me había aceptado como su hija, borrando cualquier rastro sobre Thymine en sus vidas.
—Es una muy buena cama.
—Lo es —me dio unas palmaditas en el hombro—. Voy a traerles algo para desayunar, chicos. Deben de estar hambrientos —dijo y se retiró del comedor para regresar a la cocina.
—No lo has hecho por mí, ¿no es así? —preguntó suavemente, provocando que un escalofrío me recorriera la espalda. Me volví a mirarla.
—¿Qué?
—Irás a la escuela —asentí—. Pero no lo estás haciendo por mí.
—¿Por quién más lo haría, Nelly?
—Por ti —la vi apretar sus puños.
—Eso no es... —Nelly me interrumpió levantándose de la mesa y saliendo del lugar sin pronunciar una palabra.
Suspiré cansinamente.
—Chicas —pronunció Wessy, negando con la cabeza.
Me levanté de la mesa, también, y justo antes de subir las escaleras para buscar a Nelly, la descubrí escondida detrás del sofá. Arrugué mi frente con una media sonrisa incrédula.
—¿Nelly?
—Vete. Déjame sola —la escuché sollozar, y mi corazón paró por un segundo.
Me acerqué al mueble y me puse de cuclillas a su lado.
—¿Qué haces aquí?
—¿No es obvio? —negué con la cabeza—. Me oculto de ti.
Suspiré cansinamente, negando con la cabeza, entonces me senté a su lado, recostándome de la pared. Al principio, tan sólo nos quedamos en silencio. No sabía realmente qué decir. Pero luego, la tensión ya no se sentía entre nosotras. Tan sólo éramos Nelly y yo, pasando un rato de silencio a solas en una pared.
—Vámonos de aquí —dije finalmente, levantándome y ofreciéndole mi mano. Pasó su mirada de mis ojos a mi mano varias veces, vacilante; sin embargo, al final esbozó una sonrisa mientras negaba con su cabeza y la tomó.
Con el impulso, rápidamente la acerqué a mí y terminamos en un abrazo.
—Te quiero, Nelly. Gracias —me alejé de ella lo suficiente como para secar sus lágrimas con mi dedo pulgar.El cielo estaba despejado, el viento soplaba con fuerza, y el sol no podía estar más reluciente. Eran unos de esos malos días.
Podía distinguir adolescentes rellenando el lugar. De esos que ya estaban dentro de... la escuela. Wangent, decía claramente la parte frontal del edificio con letras de alto relieve. Sin embargo, y sabiendo que probablemente ya debería de haber entrado, no podía hacerlo. Estaba pegada al auto como si eso hiciera que me protegiera, aun y no necesitara protección.
—Entra de una buena vez —escuché el gruñido entredientes de Nelly en mi cabeza. Rodé mis ojos.
—Necesito un momento.
—¿Sí? ¿Cuántos más? Van algunos cinco necesito un momento.
—Qué graciosa. Sé comediante.
—No trataba de ser graciosa.
—Lo sé.
Me impulsé del auto a mis espaldas para poder incorporarme y me dirigí a la entrada de Wangent sin prestarle mucha atención a nada. Sentía la mirada de todos frente a mí, por cierto. Pero no me importaba.
De pronto, y de la nada, algo me agarró y haló fuertemente del cabello, arrastrándome y provocando que me volviera.
—¿Qué se supone que crees que estás haciendo?
—¿Qué se supone que estás haciendo tú? —solté.
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Oscuridad en la luz.
FantasiDebbitha Ophenie jamás pensó que podría llegar a enamorarse de un humano. Mucho menos después de haber sido engañada por su exnovio hace 113 años. Sin embargo, al conocer a la todo menos ordinaria reina de los de su especie, se encuentra a sí misma...