Prefacio

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Esa mañana, desperté como cualquier otra. En mi cama, con mis cosas. Mis muebles, mi ropa, mi lámpara favorita a un lado de la cama. Mi madre gritando, haciendo el intento de despegarme de las frasadas. Bart, mi gato, en un rincón, durmiendo como todas las mañanas a mi lado. Mi teléfono vibrando con algún que otro mensaje de Zayn, pero había algo diferente que no pude notar de inmediato, Porque es en lo menos que uno piensa cuando se despierta. 

Abrí mis ojos, atormentados inmediatamente por la luz del sol, que se colaba por esos agujeritos que no lograban tapar las cortinas en la ventana. Estábamos a mediados de Abril, uno de los días más calurosos para Doncaster, y sobre todo a las tres treinta y cinco de la tarde.

Me levanté ya hastiado por los gritos de mi madre, provinientes de la cocina, vistiéndome con algo adecuado para el bonito día que se avecinaba, sin siquiera darme una ducha. 

El día pasó casi tan igual que de costumbre, salvo algunas estupideces que no veriaron demasiado gracias a Zayn y su novia. Me echaron unas cuántas veces de las salas, y me devolví casi a las doce  de la tarde a mi casa con una bonita anotación del prefecto en mi hoja de vida y un "Estás expulsado de ésta escuela, Tomlinson". Anduve casi tres horas preparando una excusa razonable para dedicarsela a mi madre, pero no dio resultado alguno, ya que no habia excusas. 

Aunque... ¿Quién, con dos dedos de frente, se atrevía a golpear a una chica-bastante puta- delante del prefecto? Sin mencionar que éste se llevó unas cuantas bofetadas por cotilla. No, claro que no hay razón para una expulsión. Por lo menos debía dejarme terminar el año, ahora mi madre me llevará a una de esas escuelas publicas donde las chicas son el doble de putas, y los chicos el doble de maricones, con las putas. 

Yo simplemente, llegué a casi a las siete de la mañana, del otro día obviamente. No se lo diría a mi madre, pero creo que salir de farra por toda la noche después de que te hayan expulsado de la escuela más cara de Doncaster, no fue la mejor opción. 

Recibí más regaño de lo que me esperaba, pero ya estaba acostumbrado. Cada fin de semana lo mismo. Las gemelas sólo se paseaban por mi alrededor, haciendo burlas y muecas graciosas para distraermey hacer enojar más aún a mi madre. Algún días las mataré. A ambas.

—¡¿Me has escuchado, Louis?! — gritó por enésima vez en esas dos horas. La vieja no paraba de batir la lengua repitiendo una y otra vez lo muy desepcionada que estaba de mi.

¿Es que nunca se cansaba de hablar? Porque por mi, yo le cortaba aquél pedazo de músculos inservible. Pero sólo a ella, que le daba inutilidad usándola para eso, para regaños. En cambio yo, sabía manipularla perfectamente. La mayoría pedía mi agilidad con la lengua, tanto para hablar, como para... ¿Como decirlo? hacer guarradas. Nadie se quejaba.

—Sí, mamá. Lo lamento.— Para nada que lo hacía. Había disfrutado demasiado mortificar a Hanna, y más al pobre prefecto de aquella puta cárcel, pero con timpos libres. La verdad no asistía a casi ninguna clase, las que más me  agradaban era Educación física y algo de música. Sólo con eso salvaba el semestre.

—¡¿Lo lamentas?! ¡Eres un holgazán! No tada la vida será como tu quieres, con cosas fáciles. ¡Debes esforzarte por una vez en tu maldita vida! Estás donde estás gracias a mi Louis, gracias a mi esfuerzo, y al de tu padre que en paz descance. ¿Como pensas vivir de adulto, Tomlinson? ¿En la mugre, debajo de un puente? ¡Pues si eso quieres te dejo el camino libre desde yá, no pienso tener a un hombre viviendo a costillas de su madre o de sus hermanas! aporta en algo y sé útil. Cumplirás diecinueve dentro de poco y sigues en la secundaria, ¿No te interesa ser alguien de qué sentirte orgulloso...

Desde ese mismísimo instante, dejé de escucharle. Ésa fue la última vez que le presté atención en las casi dos horas y media. Miré el reloj de pared, marcaban las ocho menos quince. Vaya, desde las sies que me estaba gritoneando. Esto ya me hartaba. 

Sweet dreams, Lou »l.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora