VII. Silvania

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¿Cuanto tiempo nos quedamos acostados en mi casa mirando el techo y hablando pendejadas? Eso no lo sé, pero lo que si sé es que ambos nos quedamos dormidos en algún momento de la noche y lo que nos despertó fue el agudo grito de mi hermano al vernos.

—¡¿QUIÉN CARAJO ES ÉL?! —Gritó mientras yo me frotaba los ojos para desperezarme, Lucas estaba apoyado en un codo con los ojos rojos y el ceño fruncido claramente pensando en hacer de Dave su próxima víctima, y no podía culparlo.

—Es Lucas —le respondí simplemente volviendo a acostarme y a taparme la cabeza con la sábana.

—¿Quién pepinillos eres tú?

—Soy Lucas.

De un tirón, Dave nos quitó la sábana a lo que yo maldije ¿Cual era su maldito problema? Nunca fue del tipo de hermano celopata ni nada de eso. Lo mire con rabia contenida y le pregunté qué carajo era lo que quería.

—Venía a confirmar que te habías comido todos los Doritos —Aclaró— y por lo que veo así es. ¡Y con un desconocido!

—No es un desconocido, yo lo conozco.

—Soy Lucas —Repitió el aludido aún medio dormido.

—Ya sé que eres Lucas, pero ¿Qué haces en la cama de mi hermana?

—Dormir, literalmente —dije con un gesto de frustración.

—¿Solo dormir?

—Si... —terció Lucas.

—¿Eres del tipo lento, virgen o gay? En caso de lo último ¿Por qué duermes con mi hermana pudiendo dormir conmigo?

Olvidé mencionarles que mi hermano era bisexual, además de tal vez demasiado coqueto. Lucas rió y rodó los ojos.

—Desearia tu hermana tenerme en su cama todas las noches —Dijo con soberbia, yo le pegué en el brazo.

—Dave, no pasó nada ¿Puedes irte para que pueda hablar con él en paz?

—Deberias de levantarte, es bastante tarde —Cuando ví la hora en el reloj lo maldije como mil veces.

Eran las malditas siete de la mañana. Lucas a mi lado se hizo una especie de bolita y volvió a quedarse dormido, fue en ese momento en el que vi su mochila junto a la ventana. Siempre he sido una persona extremadamente curiosa y en el caso de Lucas sentía que era una necesidad averiguar cuanto pudiera sobre él. Así que tomé la mochila y me encerre en el baño, puse el seguro y rogué porque Lucas no fuera a despertarse... Aunque visto desde otro ángulo tal vez se molestaría lo suficiente como para matarme, por lo que volví a quitarle el seguro mientras abría la mochila.

Lo primero que me encontré fue una caja de condones, con cara de poker traté de no pensar en las intenciones con las cuales el chico habría traído una caja de condones a mi casa, luego una pijama de Spiderman que me hizo reír un poco ya que era literalmente un oberol y una muda de ropa.

En los bolsillos encontré llaves, su billetera y una cadena unida a un anillo. Abrí la billetera nerviosa y me encontré con su licencia de conducir, salía tan patético en la foto que no pude reprimir una carcajada que hizo que Lucas se removiera en la cama, o al menos esperaba que sólo se hubiera removido ya que lo único que pude escuchar fueron los resortes de la cama. Luego vi las fotos que guardaba, había una donde se veía a un Lucas como de once años y a un hombre sonriente de ojos azules, por el parecido supuse que era su padre. Se le veía radiante con el cabello castaño alborotado, ambos estaban sentados en un banco y se veían unas montañas de fondo.

Fue entonces que la ví. Había una nota amarillenta en el bolsillo secreto de la billetera, sin resistirme empecé a desdoblarla cuando escuché unos toques en la puerta del baño.

—Silvania —maldición, era Lucas.

—¿Lucas?

—Obviamente estúpida. ¿Tienes mi bolso ahí?

—Eh... No...

—¿Me harás entrar a buscarlo?

—Eh... ¿Atrévete?

Pegué un salto cuando abrió la puerta y dejé caer la nota en la papelera para poder verla más tarde, así la camuflaba y Lucas no me la quitaría. Con el ceño fruncido me intentó el bolso y me amenazó con la muerte si volvía a tocarlo, a lo que respondí aferrandome aún más al bolso.

—Ya suéltalo —me dijo zarandeandolo.

—No, dijiste que si no lo soltaba me ibas a matar.

—Maldita loca. ¡No lo haré hagas lo que hagas!

Tres razones para no matarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora