Durante las dos semanas siguientes Wen acudía al instituto y regresaba al hotel junto con Joan. Comían juntas y alguna vez la doctora se devolvía a su laboratorio por las tardes, solo por un par de horas.
Joan aprovechaba ese tiempo en escribir su libro, su próximo proyecto basado en la aventura de ser mujer. En él, trataba de describir las condiciones y diferentes aspectos que ocupaban las mujeres dependiendo del lugar, cultura e ideología local. Margarite le había inspirado este proyecto y realmente se sentía entusiasmada con él. Cada noche leía sus avances a Wen, que la apoyaba añadiéndole algún comentario o usándola de fuente de información en cuanto a los tantos países que había visitado.
Sábado por la mañana. El cielo amaneció despejado y, como cada principio de fin de semana, había pocos coches transitando por las amplias calles de París.
Wen salió del baño con su cara despejada tras haberla lavado con una buena dosis de agua fría. Joan permanecía en la cama, abrazada a la almohada, con sus ojos abiertos y perdidos en las imágenes que pasaban por la televisión.
La doctora se aproximó al armario y sacó de él unos pantalones y una camiseta blanca que no tardó en ponerse.
-Vengo en media hora. –dijo acercándose a Joan que ofreció sus labios para un beso de despedida.
-No debiste de animar a Jefferson de que te avisara en cuanto tuviera resultados.
-¿Cómo iba yo a saber que cuando por fin pudiera decirme algo sería en sábado?
Joan sonrió porque realmente tenía razón. El viejo Doctor se había esmerado mucho, volcándose de lleno en un trabajo ajeno a llevarse mérito alguno. Solo por su amor y adicción a su trabajo.
-Te veo luego –dijo bajo la Doctora antes de perderse tras la puerta.
Joan asintió bajando sus párpados.
-Diles que me manden un café con un par de croissants por favor.-gritó Joan incorporándose un poco de la cama dirigiéndose a la puerta cerrada
-Hecho-se escuchó tras la puerta.
Joan volvió a acomodarse entre las sábanas. Miró de nuevo hacia la televisión. Sus ojos empezaron a cerrarse tras unos minutos intentando concentrarse en las imágenes que se sucedían por el aparato.
Unos golpes en la puerta la sacaron de su estado de somnolencia, abriéndolos en un solo segundo.
Se deshizo de las sábanas y el edredón bajo el que estaba y se puso de pie. Empezó a caminar hacia la puerta cuando se dio cuenta de que no estaba vestida de medio para abajo. Miró a su alrededor un instante y vio el albornoz de Wen sobre la cama. Lo tomó y acomodándoselo se encaminó ligera hacia la puerta. Anudó la banda y abrió sin contemplaciones.
-Bons jours mademoiselle O'Neil, sa je petit-déjeune (Buenos días señorita O'Neil, su desayuno)–dijo el botones estático en la puerta.
- Bons jours Fran, merci (Buenos días Fran, gracias)- respondió Joan acercándose a coger la bandeja de sus manos.
-Il a un telegrama (Tiene un telegrama)-añadió el joven señalando la bandeja.
-Merci –le agradeció Joan con una sonrisa.
Se adentró con la bandeja hasta le mesa de noche en donde la apoyó, saboreando de antemano el delicioso café que estaba llenando el ambiente con su aroma. Se sentó en el borde del colchón y vertió café en la taza, añadiéndole media cucharada de azúcar y sin más dilaciones, cogió el telegrama sonriendo, contenta por tener noticias de Tobir, posiblemente en respuesta al que le habían mandado hacía 5 días.
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Destino
RomanceNO ES DE MI AUTORIA Hace muchos años llego esta historia a mis manos, no tiene el nombre de la autora, pero considero que es una historia digna de compartir. Tiene un relato intimo y lento de las historias viejas Una periodista de Filadelfia (Joan...