—Sabes que esta noche...
—Sí, lo sé.
La música cargaba el ambiente de erotismo y espesa sensualidad. Los cuerpos en la pista de baile ardían, moliéndose unos contra otros, olvidando lo que era el espacio personal y dejándose arrastrar por una danza más que pasional. El DJ estaba haciendo bien su trabajo esa noche, divirtiéndolos con una exquisita selección de canciones mezcladas entre sí con tal maestría que resultara sublime a oídos de los bailarines expertos y los no tan expertos. Ese bar de mala muerte no permitía la entrada a criaturas no mágicas, así que las poderosas auras de los presentes acaloraban a cualquiera, en un buen sentido. Tanta magia encapsulada en un espacio relativamente cerrado era excitante.
El local tenía el espacio suficiente como para que sus amigos y él pudieran caminar sin chocar con nadie, aún así no faltaban los usuales apretones en el trasero que nadie sabía de dónde provenían pero a los que todos estaban acostumbrados.
—¡Hey! Me han tocado el culo.
MinSeok chilló indignado a sus espaldas.
O casi todos, pensó BaekHyun.
Podría haber estado preocupado por su hyung en otras circunstancias, sin embargo, no esa ocasión, porque ese tipo de cosas eran habituales. MinSeok ya lo debería haber sabido si esa no fuera la primera vez que visitaba con ellos ese lugar. ¿Para qué él había insistido tanto en ir? Nunca le permitieron acompañarlos porque el hombrecillo era todo lo contrario al estereotipo de personajes que acudían allí, y también porque lo sobreprotegían a pesar de ser el mayor en edad, cosa que su rostro de bebé no demostraba. Entre su reducido grupo de amistades, BaekHyun ocupaba el puesto del más bromista y extrovertido.
Escuchó también la voz grave de KyungSoo —el hombre más aterrador del trío de amigos— dirigirse al afectado con un tono pacífico y hasta dulce:
—MinSeok hyung, eso es normal en esta clase de sitios, por eso te insistí en no venir.
Ambos seres empezaron a parlotear, o más bien MinSeok, porque KyungSoo se limitaba a decirle palabras que pretendían calmarle, no con muy buenos resultados. Para el momento en que, hastiado por su cháchara, se giró a mirarles y darles un buen sermón de guardar la compostura, encontró la caliente escena del chico pelinegro tomando entre las manos fuertes el rostro regordete del mayor, fundidos en un beso con lengua incluida. Santo infierno. Eso era lo más caliente que había presenciado esa noche, hasta entonces.
—Ya está —avisó el de redondos ojos oscuros y labios de corazón, sin despegar sus dedos de aquellos cachetes ahora arrebolados. Los dos hombres se miraban, luego de que el beso concluyese.
—¿Por qué has hecho eso? No es que me moleste, pero me gustaría saber la razón por la que uno de mis mejores amigos me ha besado en medio de esta multitud que parece querer seguir viendo el espectáculo.
—Bueno, hyung, te he impregnado de mi aroma para que dejen de molestarte los pervertidos.
—Oh, vaya —respondió el susodicho, sarcástico y con las manos en las caderas, típica posición cuando iniciaba un regaño, usualmente dirigido a ellos dos—. ¿Y si entre esos pervertidos estaba el amor de mi vida? Tal vez acabas de espantarlo.
—No dejabas de quejarte de que te han manoseado más el culo aquí, en los pocos minutos que tenemos desde que entramos, que en el resto de toda tu vida. ¿Y ahora no dejas de quejarte porque te estoy ayudando a espantarlos? Hyung, sé razonable.
—Yo estoy siendo razonable.
La vena en su frente le palpitaba a BaekHyun con una horrible intensidad. Masajear la zona no ayudaría en nada, pero igualmente lo hizo, sólo porque habían costumbres que no podían evitarse.