La culpabilidad es una terrible motivación para cualquier comportamiento, excepto el arrepentimiento. No podemos mantener disciplinas espirituales diarias, como la oración, basados en un sentimiento de culpa. Ese no es el objetivo de la culpabilidad, y es por esto que el sentirse mal por no orar lo suficiente nunca nos convertirá en hombres y mujeres que "Oran sin cesar" (1 Tesalonicenses 5:17).
Técnicamente, la culpabilidad es una condición legal. Emocionalmente, la culpabilidad es una conciencia cargada, nuestra respuesta ante la conciencia de un fracaso real o percibido. Por lo tanto, la culpabilidad es algo de lo que uno debe deshacerse, no de utilizar como motivación para desarrollar y persistir en un hábito. Su finalidad es empujarnos hacia una acción principal: el arrepentimiento. El arrepentimiento es un medio instituido por Dios para librarnos de la carga de la culpabilidad.
Por otro lado, el incentivo que Dios ha diseñado para nosotros de "trabajar de corazón" (Colosenses 3:23) —para "trabajar y esforzarse" (1 Timoteo 4:10), para disciplinar a nuestros cuerpos (1 Corintios 9:27), para morir todos los días (1 Corintios 15:31), negándonos a nosotros mismos, tomando nuestra cruz y siguiendo a Jesús (Lucas 9:23-25), y para "seguir avanzando hacia la meta" para llegar a la resurrección de entre los muertos "por cualquier medio posible "(Filipenses 3:11-14)— es la recompensa, no la culpabilidad (Filipenses 3:8, 14; Colosenses 3:24).
El problema del legalismo
¡Es por esto que el evangelio de Jesús es una buena noticia para nosotros! Por medio del arrepentimiento, producto de la fe, Jesús nos concede el perdón de todos nuestros pecados (Lucas 24:47), los cuales cargó sobre sí mismo en la cruz (2 Corintios 5:21). Y cuando llegamos a Jesús de esta manera él nos libera, cansados y agobiados pecadores, de la carga de nuestra culpabilidad y nos ofrece descanso (Mateo 11:28). Pero más que eso, Él nos da la capacidad de dejar de lado el peso de nuestro pecado para que podamos correr la carrera de la fe, con los ojos puestos en Él, nuestra Gran Recompensa, junto con todo lo que Dios nos promete en Él por siempre (Hebreos 12:1-2).
Cuando Jesús nos quiere motivar a liberarnos de la culpabilidad, Él nos ofrece descanso a través del arrepentimiento. Cuando Jesús nos quiere motivar a seguirlo en el camino difícil del discipulado (Mateo 7:14), Él nos ofrece la recompensa de tesoros en el cielo (Marcos 10:21).
Es por esto que el legalismo funcional —nuestros esfuerzos para deshacernos de la culpabilidad y recibir la aceptación de Dios confiándonos en nuestra propia fuerza para satisfacer el estándar divino— no funciona en la vida cristiana (o en cualquier otra vida). Nunca podremos alcanzar el estándar del comportamiento externo ni de los motivos del corazón que alivie nuestro sentido de culpabilidad. Lo más que podemos conseguir son ocasiones breves de postergación del sentimiento de culpa.
¿Por qué no oramos más?
Hay que tener esto en mente cuando leemos las exhortaciones radicales a la oración en el Nuevo Testamento, como, por ejemplo:
• Sean constantes en la oración (Romanos 12:12).
• Oren "en todo tiempo en el Espíritu. . . con toda perseverancia" (Efesios 6:18).
• Oren por todo (Filipenses 4:6).
• Perseveren en la oración (Colosenses 4:2).
• Oren sin cesar (1 Tesalonicenses 5:17).
• Oren en todo tiempo y no desfallezcan (Lucas 18:1).
Estos versículos me confrontan. Estoy creciendo en mi vida de oración, pero te puedo decir que no es como la vida de oración de Pablo, y mucho menos como la de Jesús. Mis observaciones en más de cuarenta años como cristiano, me demuestran que la mayoría de los cristianos, al menos en Occidente, dirían lo mismo.
¿Por qué no oramos más? La respuesta es muy simple y muy confrontante: no oramos más porque, en realidad, no creemos que cambiará gran cosa. Nuestras experiencias personales, culturales, y religiosas han llevado a reforzar la creencia de que hacer más tiende a producir más que orar más. Entonces, como cristianos "creyentes en la Biblia", afirmamos oficialmente lo que la Biblia nos enseña acerca de la oración, pero no lo aplicamos en la práctica porque no creemos en la funcionalidad de lo que la Biblia nos enseña acerca de la oración.
Ahora, esta incredulidad produce culpabilidad, y así debería ser. La incredulidad en las promesas de Dios y la desobediencia a sus órdenes son pecado.
El secreto para orar más
Pero, ¿qué hacemos con este sentimiento de culpa por nuestra incredulidad?
Muy a menudo respondemos a nuestra culpabilidad con la resolución de orar más. Lo intentamos por un tiempo, solo para descubrir que es insostenible. ¿Por qué? Porque a pesar de que nuestra convicción es correcta (no estamos orando lo suficiente), estamos utilizando el motivo equivocado para corregir nuestro comportamiento. Orar más para aliviar el sentimiento de culpa no nos ayudará a orar más, porque ese no es el objetivo de la culpabilidad. La culpabilidad es una carga que se libera arrepintiéndose de la incredulidad y recibiendo el perdón y la restauración de Jesús.
Si realmente queremos orar como la Biblia nos enseña, debemos aprovechar el motivo bíblico: la promesa de una recompensa de parte de Dios. Si nos fijamos en la lista anterior, en el contexto de cada exhortación bíblica a orar vemos el incentivo de una recompensa.
• "Sean constantes en la oración" para que los dones espirituales de gracia y amor abunden en la iglesia (Romanos 12: 6-13).
• Oren "en todo tiempo en el Espíritu. . . con toda perseverancia ", para que estemos protegidos de poderosos ataques satánicos y que el Evangelio sea proclamado con precisión y valentía (Efesios 6: 10-20).
• Oren por todo con el fin de ser aliviados de ansiedades inquietantes y permitir que la paz de Dios guarde vuestros corazones y mentes (Filipenses 4:6-7).
• "Perseveren en la oración" con el fin de permanecer alertas espiritualmente y ver la multifacética gracia de Dios, que produce en ustedes gratitud (Colosenses 4:2).
• "Oren sin cesar" con el fin de que haya unidad y amor y sumisión adecuada y paciencia y alegría en la iglesia (1 Tesalonicenses 5: 12-18).
• "Oren en todo tiempo y no desfallezcan", afín de recibir lo que desesperadamente queremos y necesitamos de parte de Dios, cuyo deseo es brindar justicia a sus elegidos (Lucas 18:1-8).
Estos solo son algunos de los ejemplos que me vienen a la mente. La Biblia está llena de promesas de recompensa para los que oran.
Combustible para el fuego
El secreto para alimentar nuestro crecimiento en la oración, para cultivar la oración como un "hábito de gracia" en nuestras vidas, es avivar el fuego de nuestra fe en las promesas de Dios.
Para ello, debemos dejar de concentrarnos en nuestras insuficiencias de fe, fracasos y experiencias, y confiar en la gracia abundante que Dios promete y en su plena suficiencia (2 Corintios 9:8), así como en las experiencias de los personajes de la Biblia y de la historia de la iglesia, que han experimentado oraciones más eficaces que nosotros. Todo esto nos ayuda a aumentar nuestra fe y nuestras expectativas.
La fe en la Palabra nos incentiva a que llevemos esta "promesa/cheque" al "banco" del cielo y no dejar de pedirla hasta que se "cobre": " Si me piden algo en mi nombre, yo lo haré" (Juan 14:14).
Dios no quiere personas que oren motivadas por la culpabilidad, Él quiere personas que oren acudiendo a Él como su Remunerador y su Recompensa (Hebreos 11:6, 26). Cuanto más experimentemos al Señor como ambos, más oraremos.