"Sindrome de Estocolmo"

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Corría por todo el bosque sin mirar atrás, temblaba y estaba muy asustado, había huido de ahí después de dos años y ahora el temor a ser descubierto me tenía eufórico, solo deseaba llegar a un lugar donde estar asalvo.

Llevaba solo una camisa Blanca larga, no tenía zapatos, mi cabello estaba desordenado  y sobre todo mi corazón acelerado; mientras corría a todo los que daban mis pies, tropecé, cerre los ojos y sentí el ardor fuerte en mi rodilla, cuando traté de ver que tan grave estaba, quedé paralizado,  esas botas negras que yo conocía bien estaban ahí, justo frente a mí,  me asusté al instante y por inercia levanté la mirada hasta dar con ese bello pero traicionero rostro.

- Te volviste a perder Seok Jin-  dijo con voz profunda aquel moreno alto.

- Vamos a casa- agregó y me tomó del brazo arrastrándome devuelta a la gran mansión.

-¡No! ¡No! ¡Suéltame! ¡Porfavor!  ¡Namjoon! - grite desesperado.

Mis ojos se abrieron  de golpe y observé que estaba siendo sujetado de los hombros por un hombre de bata blanca.

Otra pesadilla más, llevaba cuatro días en el hospital y no dejaba de soñar con él, con su rostro y su simpática pero maligna sonrisa.

Estaba cansado, no sabía en qué momento caería en sus garras nuevamente, escape de él, pero, sabia que cuando firmas un contrato con el demonio no hay manera de liberarte.

Soy Kim Seok Jin  y está es mi historia.

Flashback.

EL ENCUENTRO.

Caminaba  por las calles de Seúl, más precisamente por  mi vecindario, no era alguien con muchos recursos económicos por lo que vivía en un apartamento barato y eso significa que contaba con ciertas  complicaciones, en este caso, justo a tres cuadras de mi casa estaba el hospital mental de Seul,  que albergaba todo tipo de personas, desde individuos con traumas ocacionales, hasta asesinos en serie a los que se les había determinado una condición menta para justificar sus crímenes. Tenia que pasar por ahí todo  el tiempo  y desde el primer día en que me mudé, puede notar una mirada sobre mí y posteriormente a él; estaba parado en las barandas del patio del hospital  mirando hacia la calle, tenía una bata blanca y sus ojos negros eran tan penetrantes que me sentía intimidado al instante; traté de ignorarlo y seguir con mi vida, sin embargo, él nunca dejo de observarme, cada día y cada noche que pasaba por ese lugar el estaba en ese mismo sitio y me seguía son su mirada hasta que me perdía en el interior de la casa, a pesar del mal presentimiento me convenci a mi mismo  que era solo paranolla y que él era alguien incapaz de dilucidar lo real de lo ficticio, en pocas palabras, no tenia cordura, así que era imposible que me mirara a mí específicamente, siempre tratando de convencerme de que estaba equivocado.

Un día, llegaba a casa a eso de las 6 p.m, cuando pase por aquel lugar, sentia algo fuera de lo común y eso era que no sentia esa mirada penetrante sobre mí, con esfuerzo me obligue a mirar en esa dirección para constatar y para mi sorpresa el hombre que solía verme fijamente,  no estaba. Me quedé extrañado, pero decidí no dale importancia y seguir  rumbo a mi casa, hice mi rutina normal, dejé todo en la mesa, me hice algo de comer y revise la televisión; fue  cuando decidí ir a bañarme y entrar a mi habitación, que me percaté de que estaba oscura cosa que me pareció extraña yo siempre la dejo prendida.

Encendí la luz y me quedé petrificado en mi posición,  ese hombre, una enorme sonrisa apareció  en sus  labios cuando me vio, corrió su cabello hacia atrás y comenzó acercarse a mí a paso lento, quería correr y gritar pero mi cuerpo no correspondía.

- Al fin llegaste- dijo pasando sus manos por mi rostro.

- Cuando te vi, pensé que eras hermoso y que sería un privilegio verte en vivo y en directo-continuo mientras sus manos bajaban ahora a mi cuello.

" Simdrome De Estocolmo"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora