✖ Manosear ✖

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El timbre advirtió al menor de la visita, pues esa noche ya se había planeado una pequeña cena con su pareja y un invitado. Fue directamente a la puerta para abrir aquella puerta que le impedía la pasada, con una mueca de molestia formada en su rostro. No importaba cuantos años transcurridos hubiera para el rubio, sus sentimientos de vergüenza y molestia por su padre nunca cambiarían al parecer.
Le vio de arriba a abajo, con ese bigote tan extraño de siempre, no habia cambiado. Al menos se habia dignado a venir con ropa decente, dejando ver sus oscuros cabellos que normalmente eran ocultos por su indumentaria con forma de sol.

—¡Oh, hijo mío!—
Habló de forma dramática abrazando su cuerpo sin cuidado, incluso podría jurar que estaba soltando lagrimas por la emoción, siendo que solo habían pasado unos meses desde su última visita.
—¿Haz estado comiendo bien? ¿Durmiendo? ¿Practicando trucos?—
Miraba a su hijo mientras prácticamente sacudía su cuerpo frenéticamente, hasta que este se liberó de su agarre cruzando molesto sus brazos.

—Ya deja de tratarme como al niño que nunca tuviste que criar.—
Caminó hacía adentro del lugar, siendo seguido por el ajeno hacía la mesa de centro con los cubiertos ya puestos, la cena estaba lista ya, mas no servida, pues el joven esperaba la llegada de su pareja, la cuál se estaba terminando de vestir. Se había atrasado por muchas razones y no había tenido tiempo de ponerse algo decente.

—Ah, lamento la demora.—
Habló entrando a la sala el híbrido, tomando asiento, a la vez que Popee se disponía a servir aquella cena y acto seguido sentarse a un costado de su novio.
—¿Cómo ha estado todo en el circo?—
Habló tranquilo. Una de las pocas cosas que le gustaban de sus visistas al rubio era que Kedamono le tenía respeto, por lo que nunca le trataría de una forma humillante frente a él.

—Obviamente nada es lo mismo desde que mis dos estrellas se marcharon, pero me alegro de verlos juntos y tan felices.—
Mencionó con una melódica voz haciendo que el ojiazul gruñera por lo bajo tan solo comiendo.
La cena transcurría tranquila, charlando de triviales temas y disfrutando la comida preparada por el ex-acróbata.

Popee estaba comiendo parte de la comida que había realizado, observando como hablaban los dos hombres hasta que algo le hizo atragantarse con la comida. Los delgados y largos dedos de su novio paseándose con total descaro por sus piernas, amenazando con ir a tocar más allá. Intentó darse a entender por miradas con el causante, mas lo único que recibió fue una sonrisa cómplice de su parte, a la vez que su padre simplemente no se saba cuenta de las acciones de joven de la mascara.

Tomó aire e intento ignorarlo, cosa casi imposible al notar como empezaba a ir más lejos con esos toques sobre la ropa, dandole aún más asco como su cuerpo reaccionaba ante aquel tacto. Se sentía totalmente sucio, y de levantarse en ese momento probablemente el mayor lo sabría.
Intentó moverse a un costado. Solo lo empeoró, pues al notar como intentaba huir, la mano del causante empezo a intensificar sus movimientos. Quería irse, en verdad deseaba hacerlo con toda su fuerza, no obstante no lograba moverse, estsba estático. 
Aquellos toques duraron por unos minutos que parecían horas para él, sin embargo fue un verdadero alivio, aún con su corazón latiendo totalmente acelerado, por todos los factores.

La noche siguió tranquila, Papi nunca se dio cuenta de nada, Kedamono no volvió a tocar el tema. Solo estaba Popee con ese horrible sabor de boca que le dejó.

Cada vez su capacidad de reacción era menor y eso le asustaba bastante.
Sentía que debería estar feliz de ser deseado, pero no podía disfrutarlo, no en esas condiciones al menos. Mas debía estar agradecido, despues de todo, ¿Por qué rayos alguien tan perfecto sentiría deseo por él?

Violentómetro [Popee the performer] [Popkeda]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora