La estancia de James en Panamá se iba a alargar. Mi amigo se iba a quedar con su madre hasta que estuviera mejor y John había contratado a otro camarero.
Este tenía treinta y cinco años, moreno y alto. Sidney me había dado con el codo cuando lo había visto y, sinceramente, no era mi tipo.
— Eso es porque no lleva uniforme verde —me dijo.
— Puede ser.
Bryan.
Era amable, atento y una ayuda como la suya había hecho que Sidney y yo volviéramos a tener un poco de vida fuera del bar. Él nos ayudaba a cambiar los barriles de cerveza y hacía el trabajo pesado por nosotras. Nuestros débiles brazos ni siquiera podían con el barril vacío.
— Hoy te veo con energía —dice cuando empiezo mi turno.
— He dormido estupendamente. No dormía así desde hace mucho tiempo —sonrío.
— Me alegro —se cruza de brazos y mira el bar vacío—. Hoy la cosa está bastante tranquila.
— Sí —miro el lugar—. ¿Hay algo que te falte por hacer? ¿Los baños? ¿Has barrido?
— Está todo listo.
— ¿Y los vasos?
— Todos limpios.
— Vaya, ¿dónde has estado todo este tiempo? —Bromeo.
— Buscando trabajo —se ríe—. Suerte que encontré este. ¿De que parte de España eres?
— Del Sur.
— ¿Flamencou?
— ¿Si sé flamenco? —Él asiente—. ¿Se supone que debo saber?
— ¿Sabes?
— Sí, pero no me voy a poner a bailar por bulerías ahora.
Él se ríe y entro en el almacén para dejar mi mochila y la chaqueta en mi taquilla. Vuelvo a la barra y Bryan me prepara un café.
— ¿Y tú? ¿Eres de aquí?
— Sí. Toda mi vida aquí.
— Es una ciudad bonita.
— Bonita y claustrofóbica.
— Eres joven, aún puedes salir de aquí si te lo propones.
Él me sonríe y se encoge de hombros. ¿Cuándo venían nuestros marines? Cuando el trabajo de iba acabando. Era como su punto de encuentro para tomar unas cuántas cervezas antes de irse a casa con la familia o a casa a jugar al Fortnite y tocarse con una mano mientras juega con la otra. Hoy es el día libre de Sidney, así que, solo estamos nosotros dos en el bar, aunque John viene un rato y luego se va. Estoy en la barra poniendo cervezas y levanto la vista para ver a un marine rubio, con los ojos azules. Sus fuertes brazos están apoyados en la barra y puedo observar sus músculos porque no lleva puesta la chaqueta, solo una camiseta de mangas largas. Lleva un cigarro en su boca y alzo una ceja.
— No se puede fumar aquí.
— ¿No? ¿Dónde lo pone? —Pregunta.
Señalo al cartel dónde pone prohibido fumar y él sonríe. Le da una última calada y me tiende el cigarrillo. Lo cojo y voy al fregadero para mojarlo y después, tirarlo a la basura.
— Gracias. ¿Puedo pedir ahora?
— Supongo que sí, ¿qué vas a querer?
— Una cerveza.
— ¿Una cerveza? Es la primera que me piden hoy —digo cogiendo un botellín— Los marines soléis ser más de refrescos —bromeo.
Él sonríe y pongo el botellín frente a él para después abrirlo. Guardo el abridor en el bolsillo de atrás de mis pantalones y él me guiña un ojo dándome las gracias. Bryan está limpiando las mesas y recogiendo vasos y botellines mientras yo me quedo esa noche en la barra. Apenas hay mucha gente allí por lo que puedo observar al chico guapo mirar a su alrededor.
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Goodnight and go (Disponible en Dreame)
Genç KurguNunca lo entendí. No llegué a saber qué quería, cómo se sentía. Era un misterio. Ese chico alto y moreno de ojos azules y verdes, era un enigma. Su corazón lo era.