Carta de un perro callejero

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Hola, ¿cómo has estado? Sólo quería saludarte, soy el perrito que siempre te encuentras en el parque, el que a veces está parado fuera de tu oficina o el que se cruza en tu camino cuando vas por la calle distraído en tu teléfono, el perrito que por lo general ignoras o el que se pierde como parte más del paisaje en esta ciudad gris. Sí, ese soy yo: el perrito callejero. 

 El otro día me he acercado a ti porque me pareciste diferente a las otras personas que me patean o me ahuyentan cuando paso junto a ellos; creí que tú también lo harías, pero no fue así. Tú me sonreíste en esa ocasión y con cuidado alargaste la mano para darme unas palmadas en la cabeza. Al principio me encogí temeroso; la mayoría de los tuyos solo me pegan o me maltratan, pero tú me dijiste unas palabras amables y me dejaste parte de lo que estabas comiendo, compartiste ese pan con jamón que hasta ahora es lo mejor que he probado, porque pude saber por primera vez lo que era la gentileza de un desconocido; ese día fue lo único que comí...

 Al principio me encogí temeroso; la mayoría de los tuyos solo me pegan o me maltratan, pero tú me dijiste unas palabras amables y me dejaste parte de lo que estabas comiendo, compartiste ese pan con jamón que hasta ahora es lo mejor que he probad...

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Esta mañana escuché cómo tus compañeros te sugerían que deberías adoptarme. Yo levanté las orejas de inmediato, atento; se encontraban en el callejón en el que suelen reunirse a fumar durante sus descansos en esa empresa donde trabajan. Mi corazón palpitó muy fuerte tan solo de imaginarlo; tú sonreíste indeciso diciendo que ibas a pensarlo y entonces entraron de nuevo en el edificio. 

 Emocionado, estuve todo el día esperando a ver si a la salida me recogías, pero al parecer aún tenías que pensar todavía otro poco para convencerte. ¿Es porque te dijeron que era un perro cojo y sarnoso? ¿Porque estoy feo? Sí, estos días he tenido que cojear pues hace no mucho estaba mirando cómo jugaban los niños en el parque; imaginaba lo que sería ser parte de una familia afectuosa y jugar con ellos como un hijo amado más. Uno de esos pequeños se cayó del columpio y yo me acerqué en seguida para lamerlo, para intentar animarlo con mi cariño y decirle que no llorara, que yo estaba ahí para ver por él; pero el papá de ese niño creyó que iba a morderlo y entonces me pateó muy fuerte, a pesar de que yo grité y traté de explicarle que lo único que buscaba era estar con ellos. Desde entonces estoy cojo, mi patita me duele al caminar. Lloré mucho esa vez... 

 En estos meses ha llovido, por eso mi piel está reseca y la humedad ha hecho que se me caiga el pelo. Si tú me procuraras de cuidados mi pelo saldría de nuevo y verás que en verdad no estoy feo, al menos no tan feo. 

 

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Valadia - La oración de los abandonadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora