Jacob se parte de la risa y no entiendo porque. Lo miro frunciéndole el ceño ante tan escandalosa risa. Él no para de reír y me siento avergonzada porque la mayoría de las personas en la estación voltean a vernos con curiosidad. Lo jalo hacia una esquina apartada de los transeúntes y le golpeo el hombro con ligera molestia. Sigo sin comprender el motivo de su risa.
—Demonios Diane, eso dolió. —toca su hombro con suavidad mientras hace una mueca de dolor fingido. No le pegué con la suficiente fuerza para que le doliera, solamente quise hacer que se callara de una vez por todas.
—Te estabas riendo como un loco. —defiendo el porqué de mi golpe. — ¿De qué tanto te reías? — se encoge de hombros y frunzo el ceño. —Dime.
—Bien... —comienza, se muerde el labio y contiene una risa. —Lo siento. No puedo creer que no sepas como llegar a Bradford, se supone que has vivido aquí la mayor parte de tu vida.
—Eso no significa que sepa cómo moverme por todo el país, tonto. —En realidad, si había acudido un par de veces a Bradford cuando era pequeña. Mi abuela –la mamá de mi padre biológico– vivía en esa ciudad y la visitábamos durante las fiestas navideñas pero ella murió cuando cumplí diez y jamás salí de Londres hasta hace cinco años. —Solamente tomamos el tren equivocado. —digo y me giro hacia el mapa de trenes, espero y haya uno que nos deje lo suficientemente cerca de la ciudad antes de que anochezca. Tomo las correas de mi mochila y leo el horario de trenes. Para nuestra suerte, el próximo sale en quince minutos. Jake me sigue de cerca, está demasiado sumido en sus pensamientos y temo interrumpirlo. Apenas hemos comenzado a hablar con más naturalidad entre nosotros y no quiero arruinarlo. —Mira, hay uno que sale justo en quince minutos. —le informo y en el fondo estoy tan aliviada por ello.
—Que bien, nunca he dormido en una estación de trenes. Sería interesante.
— ¿Estás hablando en serio?, ¿a quién le agradaría probar la experiencia de dormir en un lugar público? —a mí no, desde luego.
—Dije que sería interesante, más no mencioné que me gustaría probar.
Asiento y me dirijo a comprar un par de boletos más. No quiero equivocarme de tren y terminar más perdida de lo que estoy.
Quince minutos después, ambos abordamos el tren y Jake no deja de hacer bromas al respecto. La mayoría son terribles y río de lo malas que son.
Me alegra que Jake vuelva a ser el de antes.
(. . .)
Miro la dirección en el pedazo de papel y luego vuelvo mi mirada hacia la fachada del lugar.
¿Acaso apunté algo mal?, ¿acaso Niall me gastó una broma de mal gusto?
Jake, al igual que yo. Está confundido.
— ¿Estás segura?, ¿un... bar? —dice incrédulo y no le culpo.
—Bueno, en la carta no decía nada exacto. —carraspeo y miro a nuestro alrededor. Es una calle llena de establecimientos de todo tipo. Exactamente estamos en el centro de la ciudad. Las personas entran y salen de los negocios que van desde tiendas de ropa, a estéticas y pequeños restaurantes de comida extranjera. —Deberíamos entrar. —sugiero cuando una gota de agua cae en mi nariz seguida por otra en la parte superior de mi cabeza.
—Cuando dijiste que vendrías acá no pensé que sería tan complicado. —murmura y estoy segura de que era algo que tenía que haberse quedado en su mente, como un pensamiento. Sin embargo estoy de acuerdo con eso.