Duo

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El ruido era ensordecedor, los colores recorrían, juguetones, entre los jóvenes, agitando su cuerpo al compás de la música acelerada, rítmica y potente

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El ruido era ensordecedor, los colores recorrían, juguetones, entre los jóvenes, agitando su cuerpo al compás de la música acelerada, rítmica y potente. El ambiente se empapaba del humo, el sudor, el aroma del alcohol al descorcharse varias botellas de tequila, whisky, ron y un poco de cerveza.

Más allá de la multitud enloquecida, en lo más alto de los extremos del antro, en uno de los balcones se hallaba un grupo de muchachos que hacía un brindis, haciendo chocar sus copas, con sonrisitas y risas sofocadas.

-¿En serio que hicieron esto? -inquirió Christian a los muchachos mientras se sentaba en un sillón acolchado de cuero negro.

Se miraron entre sí, sonriendo con complicidad.

-Me parece muy difícil de creer, de verdad. Con esas pinches locas nadie se mete.

Uno de ellos al escucharlo, bufó, se acomodó en su asiento, con un brazo sobre el respaldo, y lo miró de hito en hito.

-No eran nada especial. Solo son chicas que quieren que jodamos su coño -repuso.

-Debiste haberlo visto en plena acción. Patricio venció a esa loca que por poco nos gana -mencionó Luis Carlos con una sonrisa ladeada.

Christian alzó una ceja-: Deberías dejar de lucirte. Ya es suficiente con tu metrosexualidad -se echó a reír y tomó un sorbo a su bebida.

-Es imposible; está en mi naturaleza -se encogió de hombros, se inclinó y tomó su vaso de coñac.

-Estoy harto de las tonterías que hacen aquellas feministas de mierda. Uno de estos días terminaré dando un puñetazo si alguna de aquellas se atreve a decirme con esas pendejadas de «todos los hombres del mundo deberían vivir en los campos de concentración y deberían donar su esperma para asegurar nuestra supervivencia». Pendejadas -espetó Fabricio.

-Esa frase la ha dicho Julie Bindle, así que no es ninguna tontería -intercedió Patricio, con una sonrisilla.

-No pedí tu opinión -gruñó-. Lo que trato de decir es que deberían dejar de creer estas mamadas a pie juntillas.

-Dejemos el tema, que es deprimente. La noche apenas ha empezado y eso que ni nos hemos divertido -replicó Christian, irguiéndose de su asiento, con un deje de insinuación, en referencia a las chicas que se encontraban abajo, bailando a lo largo de la plataforma, realzando las líneas de su figura ante las miradas masculinas.

Se levantaron y uno por uno fue dejando la sala privada hasta que Patricio y su amigo, su más preciado amigo, aunque no lo admitiera él mismo, Aarón, quedaron completamente solos, cobijados por las sombras que regían desde los rincones.

Él miró con extrañeza a su amigo que estaba a su lado, quien había permanecido en silencio durante todo el tiempo en que estuvieron charlando los hombres. Había estado comportándose raro en los últimos meses ya que parecía cada vez más meditabundo y menos conversador de lo que recordaba.

El quid de la cuestión de géneroWhere stories live. Discover now