Amadeo

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Los perjuicios suelen ser el escudo de los cobardes.

Capítulo 1

Mi nombre es Amadeo, un habitante más de este mundo sin un remedio definido, pero con la esperanza de miles por hallarlo. No soy de quién se esperen muchas palabras, el ser sumiso y apartado es la ley con la que vivo y por esta misma razón, jamás me han faltado las burlas y mucho menos los altercados. No soy la copia de la perfecta ideología social o a lo que se asemeje a ella, no soy el estereotipo superficial del chico atractivo que al mismo tiempo suele ser "el malo" y mucho menos el conquistador de los corazones más anhelados. Soy tan sólo un impaciente soñador al que le gusta ver más allá de su nariz y odia el conformismo del mundo en el que vive.

Aunque, por más amargado y muchas veces aburrido que pueda llegar a ser, me enamoré. No solía creer en el supuesto circo que se da en los estómagos y tampoco en que la sonrisa de idiotas que ponen aquellos "enamorados" fuese un reacción que se pudiese catalogar como "normal", pero mis pensamientos de ogro encerrado, cambiaron después de conocerla. La brisa que recorrió mi cuerpo al verla pasar, solo se puede comparar con lo feliz que me hizo saber que le vería a diario. Su nombre era Kenia, una ilusión óptica tan bella, que ni los más sabios hubiesen podido descifrar.
Era mi primer día en la Universidad de Phoenix, al dejar atrás todas y cada una de las malas experiencias pasadas, me convencí de que era esta mi gran oportunidad para comenzar de nuevo. En mi primera clase sólo presencié rostros desconocidos, a excepción de un chico alto y rubio que vi un par de veces en mis antiguos recesos escolares. Al terminar la clase todos se levantaron y se alejaron con tal rapidez, que siquiera pude pestañar cuándo ya todos los que estaban conmigo había salido y fue entonces cuando el salón se lleno de más caras nada familiares. No estaba acostumbrado al cambio de clases hacía otros salones, antes solía estudiar en el mismo monótono y frecuentemente aburrido salón, al igual que con las mismas personas y aunque los cambios parecen terroríficos a veces, yo estaba en la mejor disposición para aceptarlos. Me apresuré a salir del salón hacía mi próxima clase y mientras trataba de escabullirme entre la gente, sentí un golpe fuerte contra mi hombro.

- Lo siento, permíteme ayudarte. Le dije a la chica que en medio de mi prisa había empujado al suelo.

- No te preocupes, pasa todo el tiempo, todos quieren entrar y salir tan rápido como puedan, no hay cuidado, tranquilo. Peinó su cabellera roja hacía atrás de sus orejas, dejándome apreciar su perfil por completo, esa chica era especial y bueno... También era la primera que me hablaba con tal comprensión.

- Lo siento, repliqué, soy nuevo aquí y no estoy acostumbrado a esto, comprenderás que por mucha "ilusión" que cause el primer día, es inevitable el equivocarse sin conocer nada.
Me alejé un poco con respeto para que ella siguiera a su clase, no quería robarle tiempo y así hubiese llamado mi atención como nadie, me preocupaba el que afectara sus actividades.

- Ya decía yo que nunca te había visto, es un placer soy Kenia y tú eres...
Su cordialidad me asombraba, apenas si me conocía y sinceramente no fue la mejor situación para hacerlo, de hecho había sido muy incómoda, por mucho que me lo negase le había causado daño, un golpe es un golpe. Por lo visto eso no le importó, quería saber mi nombre y eso era... Era raro, pero fue una razón más para que me intrigara conocer a la chica dulce que parecía haber detrás de esa mirada firme y un poco perdida.

- Me llamo Amadeo, dije tembloroso, pero eso no importa, me puedes llamar "el chico apurado que empuja a las chicas lindas" o algo así, llámame como desees.- Le dije tratando de ver la sonrisa que invocaron sus labios después de lo dicho.

- Prefiero llamarte por tu nombre, por muy verídica que suene tu segunda propuesta, es bastante larga si deseo llamarte, lo siento Amadeo ha sido un placer, pero...

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⏰ Última actualización: Mar 21, 2015 ⏰

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