Desde que habían regresado de Mokpo, KiBum estaba comportándose extraño. Desde aquello había pasado ya casi una semana y JongHyun no podía seguir cuestionándose el por qué el rubio estaba tan distinto.
Aquella noche, en que ambos llegaron a Seúl y KiBum le gritó a su madre para luego encerrarse en su habitación a hablar con el Sr. Kang, JongHyun le esperó cerca de una hora hasta que el hombre salió con una sonrisa en su rostro despidiéndose él, para finalmente irse. Lleno de dudas, JongHyun quiso hablar con KiBum, al menos preguntarle si estaba bien, pero el chico le había cerrado la puerta en la cara y no respondió las veces que le llamó desde el otro lado de la puerta.
Y al día siguiente no le habló, KiBum era todo monosílabos y un comportamiento tan impropio de él; era casi un robot. Le hacía caso a su madre, evitando las discusiones, asintiendo a todo lo que la mujer le decía o pedía. Incluso su padre, el Sr. Kim, había hecho comentarios un día a la cena de lo diferente que estaba KiBum. "Solo me di cuenta de que debía recapacitar sobre mis actos" dijo el rubio y su padre sonrió tan conforme y orgulloso, que KiBum solo esbozó una sonrisa y siguió comiendo.
Ya salía con menos frecuencia por la noche y si lo hacía, generalmente iba a la biblioteca, a algunos cafés, restaurantes o al centro comercial, en donde siempre estaba solo. JongHyun había notado que por días no oyó a KiBum hablar de TaeMin, no lo iba a visitar y tampoco se llamaban por teléfono.
El día en que JongHyun no soportó más esta versión de KiBum, fue una noche en que la familia Kim invitó a los Kang a una cena por el aniversario de los patrones. El evento era privado y a excepción de los Kang, solo había dos familias más invitadas, todas pertenecientes a un círculo social muy íntimo y económicamente conveniente. Solo eran amigos, conexiones y socios de negocios, no había ni siquiera más familiares de los Kim invitados, para ellos, la Sra. Kim había organizado un almuerzo para la semana siguiente y solo por mera cortesía.
En la mansión no había más de veinte personas, pero aun así todo se dispuso como si fuese un evento masivo. La servidumbre vestía ropas nuevas, se había sacado la platería e incluso compraron las botellas de champagne más caras. Había un trío de cuerdas tocando agradables piezas musicales en un rincón, mientras los canapés iban de un lado a otro en medio de los invitados.
En una esquina opuesta, muy discreto como debía ser, JongHyun miraba a KiBum que estaba a bastantes metros de distancia. Se veía tan diferente. Presencialmente hablando, estaba pulcramente hermoso, como nunca JongHyun le había visto; vestía un traje color vino tinto, una camisa blanca con corbata negra y zapatos de charol del mismo color. Su cabello rubio brillaba perfectamente peinado hacia atrás, su piel relucía al igual que sus carnosos labios que sonreían de vez en cuando. De pie conversando con unas personas mientras sostenía una copa con una mano y la otra dentro del bolsillo de su pantalón, KiBum parecía un maniquí; tan perfecto, como tan falso al mismo tiempo.
Entonces, vio que alguien se le acercaba, por la forma en que las personas cerca de KiBum sonrieron, JongHyun se percató que era alguien amigable. Ah claro, era el Sr. Kang. JongHyun vio que el hombre se puso al lado de KiBum, diciéndole algo que hizo que el rubio se apartase unos cuantos metros. Ellos hablaron, el Sr. Kang con el semblante serio y KiBum luciendo incómodo. En ese momento, el hombre se alejó, saliendo del salón, pero lo más extraño de todo fue cómo KiBum bebió el resto de alcohol en su copa y luego se giró, emprendiendo rumbo por el mismo camino por donde el Sr. Kang se había ido.
Antes de siquiera poder seguirlo, aunque técnicamente no debía hacerlo si es que KiBum seguía dentro de casa, JongHyun sintió que algo vibraba dentro de su chaqueta. La abrió y recordó que tenía ahí su teléfono celular. Cuando lo tomó para ver quién llamaba, nuevamente se acordó de por qué esta persona podría estar queriendo hablar con él luego de tantos días.
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[ El Príncipe ]
Fanfic•JongKey• JongHyun siempre supo las metas que quería alcanzar en su vida. Para él, no hay términos medios; lo negro es negro, lo blanco es blanco. Por eso cuando en sus deseos de lograr la perfección en su trabajo termina cometiendo un fatal error...