De vez en cuando me vuelvo lascivo,
a oscuras a la luz de mis ojos,
en un invierno que no da esperas
ni susurra su canto húmedo.
Me despojo de ademanes mal gastados
y desenredo la vista en lujuria,
desorden y abominaciones.
Tanteo la sangre helada y espesa,
sin saber por que beberla y dormir,
extrañando un suspiro y un desliz
de musas errantes ávidas de calor.