Prologo

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16 de agosto de 2012

No importaba que día fuera, que acontecimiento importante viviera el país, en este pueblo no ocurría nada interesante; claro que, para un joven como yo, quien decidió ganarse la vida de policía eso era una bendición. Las familias eran discretas, correctas y pudorosas. Algunos turistas consideraban que nos habíamos quedado estancados cinco décadas atrás por la arquitectura barroca que se conservaba intacta, sin embargo, esta misma y la tranquilidad del lugar los hacia volver para descansar del ruido y contaminación de la ciudad. Aunque éramos un punto pequeño en el mapa estábamos ahí, que a fin de cuentas era lo importante. Adolescentes tranquilos, padres responsables y paz era lo que observábamos día tras día.

5 años ejerciendo y las únicas llamadas de auxilio eran las de la señora Sherman. Una mujer que había enviudado hace 3 años y la soledad se la estaba llevando lentamente así que cuando llamaba porque su perro había desaparecido cada tres días, nos turnábamos para ir a verla después de todo éramos recompensados con galletas caseras y leche. Cabe decir que su perro regresaba misteriosamente en medio de la conversación que entablaba sobre nada en particular.

Sin embargo, hoy me había despertado con uno de aquellos presentimientos, de esos que te levantan con ganas de vomitar y luego te dejan una fea angustia todo el día. Y no, no era resaca.

Eran las seis y media de la noche y estábamos terminando el papeleo de la comisaria, cuando se hizo presente la llamada de auxilio de la señora Sherman. Faltaban dos días para recibirla de nuevo por lo que supe que estaba ligado a mi extraño presentimiento de que no iba a ser un día tranquilo.

- Se ha comunicado con la comisaria, habla el policía Jones ¿Cuál es su emergencia? – inmediatamente tome la llamada y hable a carrera la presentación con la bilis subiéndome la garganta. Un disparo corto el inicio de la respuesta y me puse alerta.

- Oficial soy la señora Sherman, son mis vecinos- respiraba agitada y su voz se escuchaba en un susurro- unos.. unos hombres entraron cuando saque a Bobby a pasear luego se escucharon gritos y ahora – tomo un respiro que me supo a llanto- están disparando, es la residencia de los Dubois, los niños estaban en casa estoy segura- un sollozo corto su acaramelada voz de anciana dulce- venga rápido por favor.

- Señora Sherman quédese en casa por su seguridad y no salga, ni le habrá la puerta a nadie vamos en camino- colgué y les lance una mirada cargada de preocupación que entendieron al instante mis compañeros.

Cuando llegamos la puerta estaba abierta, jamás olvidare ese día, un metro más allá del umbral estaba el cuerpo inerte de la señora Dubois, verifique el pulso mientras mi pareja me cubría la espalda por si quedaba algún asesino aun dentro. Le hice un gesto indicando que ya nada se podía hacer por ella y él avanzo hacia la sala, ahora yo lo cubría a él. En el sofá se encontraba el hijo mayor de la pareja con un tiro en la frente, sin embargo, la televisión estaba apagada, tenía la mirada perdida hacia la puerta de la cocina. El oficial John entro y diviso a uno de los hombres de los que hablo la señora Sherman muerto por arma blanca, punzadas nerviosas y superficiales. En las recamaras de arriba estaba la hija menor de la familia Dubois en el cuarto de su hermano mayor. Angeline Dubois tenía la mirada perdida, absorta en su propio mundo, bañada en sangre, pero viva. La revisamos y no estaba herida, asumimos que era la sangre de su madre ya que la habíamos encontrado gracias al camino rojo que dejaron sus zapatos. La niña había intentado revivir a su madre y se encontraba en un severo shock emocional, era obvio que había presenciado la muerte de los miembros de su familia. La otra pareja de oficiales había avanzado con dirección al patio trasero que colindaba con el bosque, nosotros nos quedamos con la niña hasta que llegaron los paramédicos. Cuando salimos nos informaron lo evidente, en el patio se produjo en enfrentamiento mayor, seguramente el padre protegiendo a su familia había dejado dos hombres muertos y había usado de protección la mesa de madera. Sin embargo, detrás de esta había sangre, así que estaba herido, luego un goteo que se perdía en la espesura del bosque. Y por último señas de neumáticos, se lo llevaron y nunca más lo volvimos a ver.

Ese día fue recordado con temor por todas las familias del pueblo y nació un misterio grabado a fuego y sangre en la mente de una niña de 12 años. Varios investigadores tomaron el caso, yo mismo me obsesione con hacer justicia, pero siempre llegábamos a un punto muerto, se acababan las pistas, no había motivos aparentes y Angeline, nuestra respuesta a muchas preguntas jamás volvió a hablar, nunca fue dada de alta y la internaron en el Sanatorio Mental Juan Cazaar. El caso se dejó de investigar luego de un año y la gente tomo el tema como un tabú o una maldición sobre el pueblo. No faltaron los turistas curiosos que querían visitar la casa, pero siempre se mantuvo cerrada. Jamás dejo de atormentarme la idea de lo que ocurrió de verdad y cada 16 de agosto, año tras año, visitaba el cementerio en busca de fuerzas y luego el sanatorio en busca de respuestas y siempre me iba con las manos vacías.

Alexander Jones, policía 29 años.

I Need YouWhere stories live. Discover now