La Daga Blanca (Shu x Subaru)

Tu Eres Mi Hermano Favorito

Las palabras del rubio hizo que le diera un vuelco en el corazón. No le odia, había alguien en todo el mundo que no le odiaba.

—Es un gran consuelo—dijo Subaru en apenas un susurro.
Había perdido tanta sangre que se le hacia difícil permanecer despierto y el instinto de querer morder a Shu se hacia casi insoportable.

—Shu...

—Lo se, aguanta un poco.

Shu tomo a su hermano en sus brazos. El rubio noto lo débil que estaba, con su piel tan blanca que se le veían las venas bajo una fina capa de nieve. Tenia oscuras ojeras bajo los ojos y su pulso era débil.

El mayor uso su poder y se teletransporto junto con su hermano hasta su habitación. Temía que si lo llevaba a la habitación de Subaru, los trillizos no tardarían en aparecer y acabar el trabajo.

Lo deposito cuidadosamente sobre la cama, le saco la camiseta llena de sangre y la tiro por algun lugar. Lo tapo con las mantas asegurándose de que sus heridas estuvieran empezando a sanar. Cosa que no complació al rubio.

La herida de su estomago donde le habían apuñalado había dejado de sangrar pero no se había cerrado aun y los moratones de su cuello parecían hacerse cada vez mas grandes.

—¿Tienes sed verdad? —pregunto finalmente.

Subaru asintió mareado.

Miro al rubio con ojos suplicantes, pidiendo que le ayudara a saciar la sed que le quemaba la garganta como fuego.

Shu suspiro. Se posiciono sobre su hermano en la cama, se saco su mp3 y ladeo su cabeza dando acceso al alvino a su cuello.

Subaru trago duro y aparto la mirada, no quería tener que hacerlo. Solo de pensarlo se le hacia un nudo en el estomago ¿Cómo iba a beber la sangre de su hermano? Era algo impensable.
Aunque en cierto modo, ya habia probaso esa sangre, cuando Shu se corto en el brazo y dejo que las gotas de esta calleran sobre su boca. Pero esto era una situacion totalmente distinta para el alvino.  Una cosa era acerlo inconciente y otra muy distinta hacerlo por voluntad propia.

—Subaru—Llamo con tono tranquilo Shu. —De verdad siento que tengas que hacerlo, pero sin Yui no tengo ningún lugar de donde sacar sangre mas que la que llevo encima. ¿A menos que creas que Reji estaría dispuesto a conseguírtela?

Subaru intento sacar una risa sarcástica pero al hacerlo, una punzada de dolor en el estomago le hizo contener el aliento.

—No soy débil, puedo encontrar mi propia comida—trato de levantarse pero Shu lo empujo de vuelta a la cama.

—Te aseguro que eres la persona mas fuerte que conozco... además de nuestro padre. Pero eso ahora no importa, si te vas podrías morir.

—Y eso a quien le importa.

Algo dentro de Shu se quebró.

Tomo del mentón a Subaru para hacer que este lo mirara a los ojos.
Subaru vio que el azul pacifico de ellos se había oscurecido hasta el punto de que podía ver en ellos el mar en una tormenta.

—¡A MI ME IMPORTA Y AHORA HARAS LO QUE YO DIGA PORQUE SOY TU JODIDO HERMANO MAYOR Y TE ORDENO QUE BEBAS MI SANGRE O TE JURO QUE TE AREPENTIRAS! —grito enfadado Shu.

Subaru se quedo quieto, anonadado por la reacción del vago. Nunca antes le había oído gritar, ni siquiera cuando Reji le insultaba o cuando los trillizos le tiraban un cubo de agua encima para despertarlo.

El alvino no se atrevió a contrariarlo y obedeció. Tomo la nuca de Shu y lo acercó a el. El rubio no se quejó cuando Subaru le clavo ansiosamente los colmillos con fuerza en el cuello.

Para Subaru el sabor de la sangre de su hermano era asombroso. Sabia tan bien que se dejo llevar y comenzó a beber como nunca antes lo había hecho hasta estar seguro que podría quedar ebrio con ella.

Shu se recostó sobre Subaru para permitirle beber sin tener que levantarse y correr el riesgo de que se le abrieran las heridas. Sintió la piel desnuda del pecho de su hermano y como esta se movía cuando este respiraba. Estaba fría al tacto pero poco a poco se iba calentando.

Un extraño impulso hizo que Shu comenzara a acariciar el cuerpo del menor, deleitándose con sus caderas, su espalda. Descubrió que le fascinaba poder tocar de esa manera a Subaru. Lo sentía como si fuera un pequeño ser al que tuviera que proteger, y comprendió, después de tantos años, que eso era lo que se suponía que debía hacer un hermano mayor. Tenia cuidar a su hermano menor a toda costa. No dejaría que los otros lo tocaran y le volvieran a hacer daño.

Oyó como su hermano soltaba pequeños jadeos desesperados, algo que le hizo sonreír al rubio.

—Si que tenias sed— bromeo Shu.

—Cállate —dijo Subaru en el cuello del rubio.

Aturdido por el efecto de la sangre de Shu en su cuerpo, se aparto y se dejo caer completamente el la almohada. Toda la cama olía al aroma de su hermano. Un olor dulce que alteraba sus sentidos.

Shu enredo sus dedos en los mechones de pelo blanco de Subaru.

—Duerme un rato. Puedes estar tranquilo, no dejare que nadie entre aquí.

—¿Aun tienes mi daga? —pregunto medio adormilado.

Shu asintió. Saco la daga blanca de Subaru del bolsillo de su pantalón y la dejo sobre la mesilla que había junto a la cama bajo la atenta mirada roja del alvino.

—¿Vas a matar a los trillizos?

—Puedo aguantar a Laito y Kanato, pero a Ayato lo pienso mandar al infierno.

—No lo hagas, si lo haces, puede que ellos te maten primero. Son tres contra uno.

—Siempre he estado solo. Puedo ganarles a los tres yo solito. Esa es su mayor debilidad, están acostumbrados a luchar con uno o mas de sus hermanos a su lado. Yo no.

Shu asintió totalmente convencido de ello, aunque el hecho de imaginar a su hermanito luchando a vida o muerte contra tres vampiros le ponía nervioso. Y se le ocurrió una brillante idea.

—Podrías convertirte en rey de los vampiros, no seria tan malo después de todo ¿Qué opinas Suba...?

Subaru se había quedado dormido hecho un ovillo bajo las mantas como si fuera un niño pequeño. Sus mejillas estaban coloradas y su pelo revuelto le tapaba los ojos.

Shu se enterneció. Por muy duro que aparentara ser su hermano siempre tendría ese lado adorable que solo el era capaz de ver.

Se acerco a el y le dio un corto beso en la frente.

—Una vez me dijiste que yo era tu hermano favorito. —susurro Shu para no despertarle —Solo quiero que sepas que tu también lo eres para mi. Y por favor te pido que no te enfrentes solo a esos tres.