Agotado se balanceó una última vez sobre la silla, siendo prudente, dejó de escribir y optó por dormirse, la suavidad de la música ochentosa logró entonar en él un sueño prolífico del que hacía tiempo no lograba sentir. Embaucó sus pensamientos y los tapó con fuerza conociendo que sería la única manera de cerrar los ojos con tranquilidad, el frío ambiente fuera le trajo un regocijo bajo las sabanas, que lo acobijaban con calidez brindándole así un cansancio placentero.
Sintió que desprenderse ahora más que nunca del trabajo, era necesario, el rodaje de la película había comenzado hacía cuatro meses, Toto había logrado las escenas exactas como las había pensado, sin embargo seguía revistiendo el guion amoldándolo más a la actuación brindada por el chico.
No notó el sigilo de su respiración al dormirse, ni notó la fría chapa que golpeaba sobre el techo en el tirante una y otra vez, estaba entregado al cansancio, su cuerpo pareció elevarse y toda fiaca se amoldó en un ronquido pacifico y seguido.
Tampoco notó su despertar, confiado en que serían las ocho, se enderezó con fatiga calzándose el calzado sobre la alfombra, se abrigó con lo primero que encontró y bajo hacía la sala, el revestimiento de madera logró un ambiente suave y caliente, que le permitió ahorrarse el escalofrío causado de salir de la cama y dejarla de golpe.
Sus dedos rozaron la cerámica negra bajo ellos, mientras intentaba colarse entre el orificio para revestirlo con un colador de tela, con la otra mano extendida buscó en el aparador el café. Inmediato a encontrarlo lo soltó sobre la mesa, recordando que sus hojas y escritos habían quedado arriba en la habitación, se volteó dispuesto a ir por ellas. Cuando un brusco calambre se le estrelló contra el pecho, el susto dado hizo que pegara un grito ahogado, sus bellos se erizaron y su respiración quedó paralizada.
—Ay Toto, me asustaste pelotudo. ¿Qué haces acá?—
Le dijo con una mano sobre el corazón, gruñendo por lo bajo, inmediatamente después levantó su vista confundido al notar el cabello perfectamente acomodado de éste, como se lo hacían en el set para grabar, la remera amarilla y la camera y pantalón de jeans de igual color, que pertenecía al vestuario de la película.
Intentó preguntarle sobre ello, sobre porqué estaba vestido así tan temprano en un día donde no debían filmar. Pero el joven frente a él lo interrumpió.—¿Quién es Toto?—le preguntó con la cejas empinadas, la voz clara y el rostro serenado.
Luis enmarcó una ceja, aún con los ojos adormilados y la poca paciencia que podía tener un sábado a la mañana.
—¿Cómo quién es Toto?—
Lo vió llevarse un cigarro a sus labios, y luego soltar el humo frente a él, dejándolo esparcido sobre su rostro en el aire.
—Si, quién es.—le preguntó nuevamente.
—Vos sos pelotudo. ¿Me estás cargando? ¿Viniste a hacerme una jodita? Dale sentate ahí pibe que preparo un café.—respondió. Volteándose a seguir con el preparado de la bebida, sacando otra taza del mueble.
El chico siguió con su mirada arqueada, sin embargo se sentó en la gran mesa de madera a su lado, observó el lugar y miró extrañado los objetos que no había visto nunca en su vida, como la extraña caja negra con luces en círculos, que al lado venía con otras tres cajas más pequeñas, o la gigante pantalla a la punta de la mesa, que si no estaba loco, creyó que se parecía a un televisor.
Volvió a mirar a Luis, quién dejaba frente a él unas galletitas y unos repasadores.—No soy "Toto", me llamo Carlitos—le dijo.
Por un segundo se observaron sin expresión alguna, Luis se quedó quieto mirando aquellos ojos atrayentes, poderosos, que demandaban algún tipo de aura que nunca había visto en Lorenzo, más que en las escenas que preparaban. Luego de aquel cruce de miradas, largó una fuerte risa, que no inmutó en lo mínimo al rubio.
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El sueño de Luis
Short StoryLuis Ortega se ve atrapado en un sueño del que jamás podrá olvidarse. ¿Es realmente Carlitos su gran creación?