Acuerdo cerrado

31 1 0
                                    

9: Acuerdo cerrado

Acuerdo cerrado

A la mañana siguiente, con paso decidido, Emma se levantó y se dirigió al cuarto de baño. Había pasado la noche pensando en Henry, en Matthew, en su vida en Boston, en Ingrid, sus amigos y su trabajo en la PJ e incluso en esa alcaldesa de Storybrooke que tanto la había molestado. Le había dado vueltas al problema en su cabeza infinidad de veces perfectamente consciente, otras, en un duermevela. ¿Qué hacer? ¿Cuánto tiempo quedarse? ¿Lograría construir una relación con Henry, una relación que deseaba tanto? ¿Y dejaría la arpía de su madre que se acercara a él? ¿Iba a aceptar que lo viera? En el fondo, sentía una punzada de culpabilidad. Después de todo, ¿tenía el derecho de imponerse en casa de los Mills y exigir ver a Henry? Regina Mills también era su madre, la que lo arropa, lo alimenta, y lo cría desde hace once años…

Y Matthew, ¿cómo está viviendo él esta situación? ¿Cómo llevaría el hecho de que su madre de repente se interese tanto por otro niño que no es él? Tantas preguntas la asaltaron toda la noche, que por supuesto no la dejaron descansar bien.

Una vez duchada y vestida, se acercó a la cama de su hijo y le murmuró dulcemente a la oreja que ya era de levantarse. Matthew no se lo hizo repetir dos veces, contento ante la perspectiva de pasar el día con su hermano y su madre, todos reunidos por primera vez en su vida.

Ante el desayuno, sentados cara a cara en la mesa de Granny's, madre e hijo comenzaron a elaborar un plan de ataque. Matthew, que siempre había adorado organizar sorpresas y otras bromas para sus amigos, se tomaba ese juego muy a pecho, y estaba muy agitado. La excitación brillaba en sus ojos, y muchas veces casi hizo caer su chocolate caliente.

«Bueno, Matt, esto es lo que vamos a hacer: en cuento terminemos de desayunar, nos vamos derechos a casa de Henry. Con un poco de suerte, su madre estará de buen humor, y aceptará dejarnos pasar el día con él. Además, bueno, si nos da con la puerta en las narices, no tendremos otra opción que irnos, no sé…a hacer turismo. Seguro que habrá cosas interesantes que ver en este pueblo, ¿no?»

Ante la expresión desolada de su hijo, ella continuó

«Lo siento, pero no tengo nada mejor…¿tú tienes una idea?»

«Hum, quizás…He pensado que podríamos llamar a Henry, no, mejor: podríamos mandarle un mensaje, es más discreto. Le pedimos que salga de su casa y nos reunimos con él en algún sitio donde su madre no pueda encontrarnos»

«No, me niego a hacer esto a sus espaldas. También es su hijo y no tenemos derecho de pedirle que se fugue con nosotros…»

«Jooo, tampoco es "fugarse"…Bueno, vale, hacemos como tú dices, pero habrá menos posibilidades de que funcione…¿Y sabes qué? Ahora que la Operación Cangrejo ermitaño ha terminado, vamos a tener que encontrar otro nombre de operación, la operación para pasar tiempo con Henry…a ver…heu…»

Matthew estaba tan concentrado estrujándose las meninges intentando encontrar un nombre en calve que no escuchó la campanilla de la puerta del restaurante. Emma alzó la cabeza y divisó, avanzando hacia la barra con paso regio, a Regina Mills en persona, vestida con un conjunto sastre negro perfectamente ceñido que añadía un aire severo a su rostro, que, aunque magnífico, no era muy cordial.

«Euh, chico, cambio de planes, deja estar la operación un momento…»

«¿Por qué?» preguntó alzando la mirada y viendo que la alcaldesa de Storybrooke les observaba con expresión despectiva.

«Buenos días, señora alcaldesa» dijo Emma educadamente

«¿Qué hacen aquí los dos todavía? Creía que había sido clara, ¿no?»

La Bella Durmiente MlbDonde viven las historias. Descúbrelo ahora