Esa noche, no la olvidaré.
Aunque tú nunca me viste,
Ilusionada siempre te observé.
No eras un fénix,
mucho menos un Dios.
Y siempre tu presencia,
Llenaba mi existencia.
Pues tú más frío que la nieve fuiste,
Más cortante que el cristal.
Tu mente siempre triste,
Tu mirada magistral.
Y eso yo quería, eso y nada más.
Pero aunque me sigues teniendo,
y así siempre será, me retiro de tu partida hoy.
Sin paz, con tiento.