Apuró el paso, deshaciéndose de toda duda. Tenía la mente muy despejada a pesar de todo lo ocurrido y estaba enfocado en una sola cosa: averiguar qué era el síndrome de Albus. El nombre le sonaba, pero no sabía de dónde.
Se dirigió a la Biblioteca Real, en Dansk, donde había pasado incontables horas leyendo toda clase de textos para satisfacer su curiosidad interminable. Entró a través de la magnífica puerta, ignorando las miradas pétreas que le dirigían los padres de las ciencias y las artes a sus costados. Si bien el olor a libros viejos solía alegrar su corazón, aquella vez provocó que surgiera un tumulto de pensamientos aciagos, pues temía lo que pudiera hallar en las páginas de un libro anticuado. Logró dominarse y se dirigió a la sala de información, en la que varios bibliotecarios revisaban registros y garabateaban códigos; decidió pedir ayuda a una señora de aspecto afable entrada en años.
—Buenas tardes —susurró Sarket para no perturbar el silencio de la biblioteca. Ella le sonrió con amabilidad y le devolvió el saludo.
—Dígame, ¿qué necesita?
—Me preguntaba si habría algún libro sobre el síndrome de Albus. Se deletrea a, ele, be, u, ese.
—Un segundito.
Se incorporó para buscar el término en los ficheros y anotó en un papel el pasillo y el área donde estaban ubicados los libros relacionados con el síndrome de Albus. Sarket lo tomó con un agradecimiento y vio lo que había escrito: MD.G4.13-5.
Subió al segundo piso. Como era de esperar, el código MD estaba asociado al área de medicina, G4 era la fila y 13 y 5 eran el estante y el anaquel, respectivamente. Solo había seis libros, de los cuales tres eran demasiado técnicos para él; estaban pensados para estudiantes de pranología. No obstante, un libro relativamente delgado cuya cubierta no estaba tan gastada como las demás captó su atención. El síndrome de Albus: definiciones y nociones básicas.
Lo tomó con dedos temblorosos, fríos, y se sentó en la mesa más cercana. El primer capítulo era una introducción a conceptos que él ya conocía, por lo que terminó saltándoselo. La definición como tal era ofrecida en el segundo capítulo.
«El síndrome de Albus es una enfermedad crónica caracterizada por numerosos trastornos del sistema pránico que generan una predisposición para sufrir episodios de actividad neuropránica excesiva y desorganizada, causa de convulsiones y lesiones severas.
Es una enfermedad rara que afecta solo a hechiceros que exceden los cien puntos en el test de Fedan, y casi exclusivamente a portadores del gen WAA3, por lo que las convulsiones raras veces son letales, al ser instantánea la capacidad autorregenerativa del sujeto. No obstante, dicha capacidad puede fallar ante el ataque constante de episodios más violentos, típicamente a partir de los veinte años de edad, lo cual invariablemente desemboca en una producción de células anormales y tumores malignos a velocidad incontrolable».
«¿Tumores?». Un recuerdo se acercó a primer plano, trayendo consigo un escalofrío: en su primer año, oyó a unos profesores discutir sobre la reciente muerte del hermano de la emperatriz de Accadia. Al parecer, había muerto de una enfermedad conocida coloquialmente como «el cáncer del hechicero». Si el hermano de la emperatriz había sucumbido ante esa afección a pesar de tener todo el dinero del mundo, no debía de existir una cura… Pero eso ocurrió hace casi cuatro años y la medicina avanzaba rápidamente. Seguramente ya habría al menos un posible tratamiento que fuera medianamente efectivo.
Revisó la fecha del libro. Tan solo tenía dos años de antigüedad, por lo que se atrevió a buscar «Tratamiento» en el índice. El resultado no fue para nada alentador.
«No existe tratamiento efectivo. La mayoría de los tratamientos son paliativos, como el uso de supresores de clase A en el cuello y los brazos, y la administración de inhibidores por vía oral para reducir la frecuencia de los episodios convulsivos. En caso de que los episodios sean severos, se pueden administrar también inhibidores por vía subcutánea».
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Cazador y presa [Los moradores del cielo #1]
Fantasy«Sarket ya debería estar muerto. Debió haber muerto con su madre al nacer, y cuando se enfermó de neumonía, y cuando los cirujanos cometieron una negligencia al implantar el aparato que ayuda a su corazón a seguir latiendo. Lo cierto es que, por alg...