7. El sueño de una noche de verano

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El sueño de una noche de verano.

Hay un cuerpo en la vitrina.

Me acerco despacio y temblando.

 La enorme caja de cristal se encuentra en el medio de las paredes rojas como la sangre. Retengo el aire en mis pulmones hasta llegar al cristal y ver el pelo negro, ondulado y empapado de sangre de la chica encerrada. Sus labios tienen un color rosado e inocente que lo convierte todo en una escena macabra. Sus manos entrelazadas en su pecho y sus piernas estiradas. Subo la mirada hasta los ojos de la joven…

…para encontrar los míos propios mirándome.

La sangre empieza a llenar la vitrina, inundándola, ahogándola…ahogándome. Mi reflejo no se mueve, sino que sigue con la mirada fina en mí. La sangre la cubre las piernas, los brazos, la cara. La sangre oscura le sale del pecho.

Retrocedo de un salto, pero no estoy asustada. No siento nada.

 

Uno, dos, en la misa se verán enfrentados

Tres, cuatro, ante el más querido mi vida habrá acabado

Cinco, seis. No escaparéis

Siete, ocho. En la danza el tiempo derrocho

Nueve, diez, empezamos otra vez

 

La voz me corta como a las espadas. La sangre cae por las paredes. Grito y grito. Nadie viene a ayudarme. ¿Quién es el dueño de la voz asesina? ¿Quién me está matando? Mi reflejo ya no está. La sangre sigue saliendo. El oscuro fluido sale de mi pecho, de mi boca, de mi nariz, de mis orejas.

Grito.

—¡Casiopea!

 

—¿Casiopea? Princesa, despierta, me estás asustando.

La cálida voz de Robin me saca del infierno.

Abro los ojos, rodeada de brillantes estelas de verde brillantina. La granada encerrada en mi pecho amenaza con dejar libre la explosión, pero la mano de Robin, apoyada en mi mejilla, lo evita. Lo miro y creo ver el halo verde brillante que lo rodea.

—¿Qué soñabas? Estabas gritando como una foca.

Me quedo mirándole, levantando una ceja. Bufa.

—No me mires como si fuera un niño, princesa —se pone serio—. ¿Estás bien? ¿Te duele la pierna? ¿La cabeza?

Le aparto la mano cuando va a posarla sobre mi frente.

Me hundo en las almohadas y cierro los ojos. Él saca mi pierna de la sábana y empieza a cambiarme el vendaje. Esta vez no hago nada, el cansancio tira con más fuerza. El recuerdo de la bestia encima de mí, arañándome, estampándome contra el tronco de un árbol, me llena la mente de imágenes terroríficas y oscuras.

Oigo mi corazón latir con fuerza.

Mi pecho se sube y baja en un acelerado ritmo.

Los ojos dorados del monstruo a dos centímetros de mi cara, babeándome, rajándome la pierna. Me atormentan.

Mis párpados se abren de golpe.

—¿Habéis encontrado al monstruo?

Robin para de enrollarme la venda nueva y levanta la cabeza.

Ever Dream [PARADA TEMPORALMENTE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora