CAPITULO ÚNICO

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Por favor, solo por esta vez déjame expresar mis sentimientos, no trates de callarme.

Por favor, solo por esta vez escucha lo que tengo para decir y dame un segundo de tu tiempo, para demostrarte lo mucho que te amo.

Porque sí DongHae, te amo.

¿Sabías que lo nuestro viene de mucho tiempo atrás? incluso antes de que nos dirigiéramos ese primer saludo en la universidad.

¿Sorprendido? ¿No me crees? ¿Deberíamos hacer memoria juntos?

Lo nuestro viene de cuando apenas éramos unos críos. Era primavera, tu llevabas las rodillas lastimadas luego de hacer alguna tonta travesura y a pesar de que sangrabas, nadie te podía borrar esa estúpida sonrisa de la cara.

Yo estaba en el pórtico de mi casa, jugando con ese "feo perro" que te acercaste a conocer y te sorprendiste de que un bicho como ese fuera tan amigable. Incluso intentaste acariciarlo.

¿Sigues sin recordar, DongHae?

Por favor, no me digas que sufres amnesia o alguna de esas mierdas. No puedes olvidar nuestro primer encuentro.

Como sea, seguro recordarás algo a lo largo de este relato, aunque para tu suerte, quien te escribe, recuerda todo...todo lo referido a ti.

Hola, me llamo DongHae  -Sonreíste, como siempre lo hiciste- y sin pedir permiso te sentaste a mi lado, preguntando banalidades e igualmente ignorando mis respuestas, porque estabas demasiado entusiasmado contando como habías robado ese chocolate de la tienda de encomiendas de la otra cuadra y como debiste salir corriendo cuando el viejo que la atendía te encontró con la boca llena de dulce y ni un centavo en el bolsillo para poder costearlo.

Me repetiste una y diez veces como habías caído al intentar escaparte y como tus rodillas habían sufrido por tu pequeña jugarreta, pero >El chocolate valía la pena, no me arrepiento de nada< ... ay DongHae, ni siquiera sabías mi nombre e igualmente me hablabas como si fuéramos íntimos amigos. Siempre pensé que tu peculiar forma de ser te llevaría a meterte en problemas o a brindarte un brillante futuro, porque nadie podía contraatacar tus palabras, nadie podía ignorarte.

Finalmente, luego de descansar un poco y calmar tu acelerado corazón a causa de tantas cuadras corriendo, te marchaste.

Me saludaste con esa hermosa sonrisa tuya y un movimiento exagerado con tus manos. >Gracias por escucharme, chico de las encías graciosas< y desapareciste, corriendo nuevamente hacia quien sabe donde.

¿Cuántos años tendrías? ¿diez? sí, tendrías esa edad, porque luego de muchos años te volví a encontrar, y descubrí que apenas eras más chico que yo por algunos meses -seis para ser exactos- , pero eso te lo contaré luego, lo prometo.

Luego de esa tarde, me senté cronológicamente y como si mi vida dependiera de ello, a la misma hora y en el mismo puto lugar, esperando volver a encontrar tu sonrisa y volver a escuchar tu voz. No falte nunca, aún cuando el invierno azotaba Seúl, aún cuando la lluvia caía estrepitosa y me salpicaba al chocar contra la madera del pórtico, aún cuando me enfermaba de tanto esperarte, aún cuando mi "feo perro" se escapó de casa y me entristeció de sobremanera.

Nunca desistí, pero finalmente mis padres decidieron que lo mejor era mudarnos de vecindario, más cerca de la ciudad, para que yo pudiera estudiar en un mejor colegio y para que mi padre abriera esa empresa de moda con la que siempre había soñado.

No voy a mentir, me rehusaba a abandonar mi casa, ese estúpido y viejo pórtico de madera en el cual tú y yo nos sentamos a hablar durante un poco más de dos horas...y sí, dije hablar, en plural, pero en realidad yo solo me había quedado escuchando, grabando tu imagen en mi memoria, recordando tus delicados rasgos y aprendiéndome cada marca de tu rostro.

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