Palabras faltantes

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  • Dedicado a Flohh Rose
                                    

De una romántica empedernida a otra

Porque el héroe solo, está un poco retrasado.

El reloj miente -Le dijo.

No dura lo mismo una hora contigo que una hora sin ti.

                                                                                                                                  -Mónica Pérez Melgar

La lluvia caía torrencialmente y, entonces, pude sentir como mi alma se estremecía ante el gélido frío de un invierno que parecía nunca terminar. La ciudad  estaba cubierta por un aire tempestuoso y las lúgubres nubes que cubrían el cielo, se llevaban consigo cualquier posibilidad  de divisar algún rastro de luz solar. Por un momento, creí que el sol jamás volvería a aparecer. El  viento,  hacia rugir los arboles estrepitosamente, los cuales le otorgaban a la plaza un aspecto sombrío y, a la vez, temible. Mis huesos temblaron y mi aliento helado, se mezclo con el aire, coloque mis manos en el bolsillo de mi piloto con la esperanza de lograr conseguir algo de calor, pero fue inútil. Inmediatamente, me senté en uno de los bancos y esperé. Sabía que  ninguna tempestad, por más  formidable que fuera lograría detenerme, siempre la esperaría. Porque ella era algo que valía la pena esperar. Esta vez el tiempo, no ganaría. Las gotas de lluvia, caían sobre mi piloto, provocando  escalofríos por todo mi cuerpo  y al mirar el cielo, lo supe:

Sería un invierno muy largo…

Al pasar lo días, la gente comenzó a inquietarse con mi presencia y las preguntas comenzaron a surgir ¿Quién era? ¿Por qué se encontraba allí? Entonces, los reporteros llegaron en busca de las respuestas. Diferentes  periodistas se acercaron con la esperanza  de que respondiera alguna de la preguntas, pero eso, no ocurrió. Al intentar responder, las palabras simplemente no salían: alguien me las había robado y al parecer, no tenía intención de devolvérmelas. Los días pasaron, pero el tiempo no transcurrirá, al ver el reloj comencé a pensar que solo eran números sin ella.  Los diarios y la gente del pueblo empezaron a llamarme “El hombre inmóvil” y las leyendas e historias surgieron, pero realmente ninguna  de ellas  era muy verosímil.

Pero nada de eso importaba, si ella no llegaba.

Supongo que debería dar a conocer, al menos, una parte de mi historia: Antes de conocerla, acostumbraba a matar mi  amarga soledad  en esta plaza pero eso, ya no es posible, ya no puedo matarla. Me sentaba y observaba, grababa cada imagen que mis ojos veían y cada sonido que mis oídos oían y por supuesto escribía  todo en mi diario: los colores, las fragancias, y por supuesto, las miradas. Estas últimas, se habían vuelto una obsesión, eternamente  he pensado que los ojos son la parte más hermosa del ser humano, a pesar de los años, nunca cambian. Y un día, con una mirada me enamoró. Debía haber tenido cuidado pero hasta entonces, no sabía cuan peligrosas podían llegar a ser.

Escribir era mi vida y pensaba que eso nunca cambiaria. Hasta que un día, me quede sin palabras.

Y aquí me tienen: sentado, con una mirada perdida que solo quiere encontrarla. Las horas se volvieron días y los días semanas, pero sabía que si ella algún día regresara, la encontraría en este mismo lugar.

 Y no me equivoque.

Cuando su mirada choco con las mía, lo supe: le había ganado al tiempo.

La nieve comenzó a caer incesablemente, cubriendo cada superficie de la plaza, y me percate de que el inverno no había terminado pero no importaba:

 Ya no sentía frio.

La mire y descubrí que prefería el más cruel de los inviernos con ella, al más cálido de los veranos con su ausencia.

Tampoco las palabras regresaron pero prometí jamás volverlas a buscar,  cuando mis ojos la vieron supe que jamás las volvería  a encontrar.  

Porque, “en cuarenta mil años de lenguaje humano, aún no encuentro palabras para describirla”. 

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⏰ Última actualización: Aug 16, 2014 ⏰

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