El Casillero (Riren/Ereri)

El CASILLERO

Él está aquí, sé que ha cruzado la puerta de entrada de la clase cuando todos voltean hacia allí, mientras que poco a poco mis fosas nasales se llenan del hermoso olor a vainilla que siempre trae consigo. Lentamente giro mi cabeza hacia la derecha y observo detenidamente como toma asiento a un lado mío, los nervios me carcomen como si fuera la primera vez que lo veo.

Eren, sin tomar importancia a mi impenetrable mirada, acomoda su gorro y abre su bolso para tomar su cuaderno y su lápiz. El profesor de arte irrumpe en la pequeña sala explicándonos lo que tendremos que dibujar; "algo simple" dijo. "Lo que ustedes anhelan".

Abrí mi cuaderno y pasando las primeras hojas, me dirigí lentamente hasta encontrar una hoja en blanco. Sin detenerme siquiera a pensar hice lo que vine haciendo estos últimos meses: dibujarlo.
Empecé por sus ojos, siempre comenzaba con ellos, eran tan hermosos que no podía evitar que mis manos intentaran captar ese brillo especial que tenían, luego trataba de seguir su nariz y sus labios y así hasta que completaba hasta el último detalle como el broche en forma de rosa que adornaba su abrigo.

Luego de clases, cuando el timbre sonó, esperé pacientemente a que el muchacho se retirara de su casillero, sin pensarlo dos veces, arrojé el dibujo de hoy dentro de este.
Todos los días hacía lo mismo, no sabía si él tenía idea de quién sería el que le dejaba los dibujos junto con pequeñas cartas, sólo lo veía sonrojarse cuando los miraba y guardarlos dentro de su cuaderno.

Dos semanas después, me convencí a mí mismo de que tenía que decirle quién era su admirador secreto; pero, cuando lo vi llegar no pude hablarle ni tampoco mirarlo. A última hora antes de irme, volví a dejar el dibujo y la carta, pero esta vez era muy diferente. En ella le contaba mis sentimientos a la vez que le confesaba que era yo quien le dejaba todo esto en su casillero.
Me retiré tranquilo, como si me hubiese quitado un peso de encima, pero los nervios a la mañana siguiente aparecieron como un baldazo de agua fría. Sin embargo, él nunca leyó mi carta, tampoco volvió a aparecer por el instituto.

Su familia decía que estaba desaparecido, el pueblo y sus amigos también. Pasaron los meses y nada cambió, no volví a aspirar su aroma de vainilla, no volví a ver su rostro, con su sonrisa sincera y sus mejillas sonrosadas, no volví a dibujarlo.
Abrí mi cuaderno de arte que no había mirado desde que Eren desapareció y percibí que había una hoja, la cual yo no había visto nunca.

El dibujo era perfecto y sin lugar a dudas era yo, aquí sentado, en la clase de arte varios meses atrás. Debajo, había una pequeña nota con una caligrafía perfecta "Gracias por las cartas y los dibujos realmente me gustan".