Mi habitación tan oscura como siempre, como todas las noches de invierno sin que un rayo de luz entrara por la ventana ni si quiera la de la gran luna que me observaba atentamente.
Una sensación de angustia invadió todo mi cuerpo y decidí salir al porche a tomar un poco el aire.
Baje con cuidado las escaleras para no tropezar y despertar a mis padres, pero de pronto un golpe hizo sobresaltarme y caí. Por suerte mis padres no se percataron de mi estupida caida y continue mi trayecto.
Abrí la puerta y el viento helado golpeo mi cara haciendo que los pelos de mi nuca se herizaran y de nuevo la sensación de agustia apareció, esta vez intenté evitarla.
Me senté en las escaleras del porche y algo de entre la sombras aparecio, me miraba fijamente, como si quisiera algo de mi.
Se acercaba lentamente mirandome con sus tenebrosos ojos rojos mientras movia sus manos ensangrentadas. Corrí hacia el centro de la casa y cerre la puerta dando un portazo, la que tenía miedo esta vez era yo. Sentí sus afiladas garras arañar la puerta de entrada intentando entrar lo cual hizo estremecerme y subir a la habitación de mis padres.
Golpeé la puerta pero nadie respondió, abri la puerta y me aterrorize al darme cuenta de que la cama estaba desnuda, no había rastro de mis padres.
La puerta principal dio un golpe y el terror que sentía se apoderó de mi. Esta vez cerre la puerta de la habitación donde me encontraba y no me mobí de ahí, hasta que las garras acariciaron ésta.
Me dirigí a la ventana y salté, era mi unica salida y corrí, corrí hasta quedarme sin aliento y adentrarme en el oscuro bosque.
No fue buena idea porque la criatura que me persegía yacía a mis espaldas.
Sus manos acariciaron mi pelo y solté un grito.
Cada segundo que pasaba sentía más cerca la hora de mi muerte y aquel horrible monstruo disfrutaba de ello.
Golpeó mi cabeza y caí al suelo, pero antes de aquello escuche una diabolica voz que me susurró: Hora de dormir.