Auto. Viaje. Caricias. Miradas. Roces. Yo mojándome. Destino: Mansión de cuento de hadas... ¿en qué momento pasamos de Cristian Grey a Disney?
Apenas cerró la puerta las luces se encendieron en la casa, pero eran tenues, le daban un ambiente cálido y exótico. Sus manos bajaron de mis hombros hasta mis manos, luego fue al último botón de mi abrigo extra largo, acerco su cara a la mía, empujando con la nariz mi mentón, dándome a entender que ladeara la cabeza. A medida que desataba los botones, sus besos en mi cuello eran más intensos. En el cuarto botón ya podía sentirme rodeada por su aroma. Quinto y sexto me dejaron la piel erizada y en segundos, sin despegar sus manos de mi piel bajo el abrigo, me dejo sin este. Me dejo delirando, pidiendo más caricias en el hall, mientras dejaba colgado mi abrigo y cartera de sobre dentro de un armario.
Yo no acostumbro a precalentar antes de tener sexo con un desconocido como alguna charla y Louis, al parecer, tampoco era de ellos. Volvía por la espalda, cerré los ojos sintiendo bajar la cremallera de mi costado derecho, me fascina ese sonido, da el comienzo a toda acción. Deslizo la tela de mi hombro y sin más ayuda el vestido cayó al suelo como seda. De una ligera patada saque el vestido de mis pies y dio paso a que él se acercara, mejor dicho, que me acercara a él. Poso las manos en mis caderas y tiro hacia él. Se sintió como chocar con una roca, pero en la parte trasera podía sentir algo más blando y delicioso que presionaba contra mí.
Subió por los costados de mi cintura hasta llegar a mis brazos y levantarlos, sin dejar de recorrerlos los llevo hacia la parte trasera de mi cabeza. Mis pechos estaban firmes, voluminosos y suaves ante sus caricias. Gire mi cara para encontrar la suya sumergida en mi cuello, pero solo siguió besando mi nuca y dando pequeños mordiscos en hombros y brazos. Con las manos recorría mi cintura, subiendo por mis costillas hasta llegar a mis senos y tirar de mis pezones, lento. Cuando ya comenzaba a respirar agitado, mi boca se secaba al igual que mis labios, que de vez en cuando intentaba humedecerlos, con mi poca saliva. Volvió a bajar las manos hasta mis muslos adentrándolas presionando su palma contra mi feminidad deseándolo. Llevo las manos a mi trasero, separo mis glúteos y presiono su pelvis contra mi excitación. El también estaba excitado, fue delicioso sentirle duro en mi trasero.
- Camina a la última puerta, a la izquierda del pasillo -dijo grave y suave en mi oído.
El sonido de mis tacones llenaba la habitación, cubría su respiración y un susurro. Recién en ese momento pude notar que mis manos ya no estaban frías, ni siquiera mi cuerpo al estar solo en bragas, pero quería sentir mi piel quemar. Lleve las manos a mi cabello para quitar los sujetadores, dejar que cayera los castaño cabello sobre mi espalda. Al llegar a la puerta me detuve y lentamente gire la manilla, le sentí caminar, abrí la puerta y me gire para encontrarle frente a mí. Apenas encendieron las luces tenues de la habitación me tomo por el trasero y me monto sobre él.
No pensó siquiera cerrar la puerta, solo pensó en tirarme sobre la cama, arrebatarme las bragas y lanzarse directo a mis pechos. Su lengua tibia hacía electricidad en mis pezones, magnifica electricidad, la cual llegaba directamente a mi entrepierna. Al momento de morder uno, mi cuerpo templo y mi boca hablo incoherencias, que ni yo entendí. Paró en seco y quedo de rodillas entre mis piernas.
- Voltéate -dijo casi en orden, yo levante mi tronco, quedando sentada en la cama y mi boca frente a su pelvis.
- ¿No quieres que te ayude? -dije llevando mis manos al cinturón, tire fuerte de él para quitarlo del pantalón.
El acariciaba mi cabeza, como si estuviera compensándome cuando bajaba por el caminito a la felicidad. Y que felicidad me dio al sentir, luego de un masaje, su semen en mi boca. Apenas termino de correrse, me quito la cara de su miembro y pidió que me volteara. Obedecí y gatee hasta las almohadas y ahí me quede en cuatro apoyos, con mis piernas entreabiertas, dándole invitación.
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I Can't Stop
RandomTuve la suerte de ser arrojada bruscamente a la realidad —Anne Frank Al comienzo, cuando todo terminó cada vez que leía está frase las lágrimas llegaban a mi, preguntándome ¿Por que yo? pero luego pensé ¿Por que no yo? Una chica de trece años, judí...