Feminazis

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Son las cuatro de la mañana, un joven sale al jardín de su casa para encontrarse, bajo la luz de una lámpara, a un grupo de tres chicas y dos chicos tomando mates y fumando cigarrillos.

-¿Qué hacen acá todavía? ¿No se habían ido?- pregunta con voz ronca mientras se pasa la mano por el pelo despeinado, llevaba puesto un buzo con unas bermudas y estaba descalzo.

-Al final nos quedamos tomando unos mates y jugando al truco.- contesta un muchacho de pelo negro desde la ronda de gente, al tiempo que apaga un cigarrillo.

-Vení, te cebo un mate.- ofrece una chica mientras el dueño de la casa, obediente, se sienta junto a ella, en medio de sus invitados, que se reacomodaron agrandando la ronda para incluirlo a él.

-¿De qué hablaban?- pregunta mientras toma el mate.- Está amargo.- exclama arrugando la cara.

-Y obvio, el mate se toma amargo.- contesta un tercer chico que hasta ahora no había mediado palabra a la vez que guarda un mazo de cartas.

-El mate se toma como cada uno quiere.- interviene una chica rubia sentada a la derecha del dueño de la casa, avistando la discusión naciente.

-Hablábamos de que las chicas tendrían que ir a lavar los platos.- responde el chico de pelo negro, cortando la conversación, mientras el de las cartas ahoga una risa.

Las tres feminas presentes lo fulminan con la mirada mientras el dueño de la casa se remueve incómodo.

-¿Pero ellas no cocinaron ya?- pregunta el último, devolviendo el mate a la muchacha de su izquierda.

-Y si, pero el lugar de la mujer está en la cocina.- bromea el mismo que habló antes.

-Sos un pelotudo.- lo insulta una tercer chica, que hasta ahora se había mantenido callada, limitándose a enviar miradas fulminantes.

-Y ya salta la feminazi.- se ríe el de las cartas, siempre apoyando a su amigo.

-Feminazi las pelotas, ustedes también tienen que ayudar en algo.- la rubia de la derecha del dueño de la casa acusa, harta de los comentarios de su amigo.

-Ehh, que agresividad.- silva el de las cartas.- ¿Con esa boquita decís mamá y papá?

La chica se limita a rodar los ojos, el mate continúa la ronda imitando a las agujas del reloj, la cebadora interviene:- No hay más mate para el que no ayuda.

-¿Pero por qué no me chupas un huevo?- le ofrece de mala manera el de pelo negro.

-Porque no le gusta el maní.- responde la que había sido acusada de feminazi.

Tanto el dueño de la casa como el de las cartas chiflan y se ríen, el de pelo negro la mira ofendido.- Nadie te hablo a vos.- es su pobre respuesta.

-Yo no puedo creer que estemos a 2018 y sigamos teniendo este tipo de debates, ya sea en joda o en serio, ¿No les hace nada de ruido todo lo que está pasando?- la rubia se indigna, mientras las demás asienten dándole la razón.

-¿Y qué está pasando?- el dueño de la casa interviene tímidamente.

-¿Sos joda Manuel? ¿Es que no ves el noticiero?- responde la rubia.

-No le hables así Agustina,- la reprende la que está cebando el mate, mientras sigue la ronda, para después dirigir su mirada a Manuel.- por lo menos se interesa, distinto que ellos dos.- reprocha señalándolos con la cabeza, de nuevo mirando a Manuel, dice:- Pasa que las mujeres nos cansamos que el único lugar que tenemos en la sociedad es el de esposas, madres, cocineras, básicamente amas de casa, y estamos empezando a hacernos escuchar, pero eso a algunos no les gusta.

Cuentos de mate y bizcochitosWhere stories live. Discover now