Malos tratos, atracción y ojos de oro.
Estaba sentado en el cómodo asiento del pequeño coche de su papá. Esperaba que dieran el timbre anunciando la salida de sus hermanos, él estaba ya de vacaciones. Jugaba con su teléfono para matar el tiempo. Después de unos minutos el timbre se escuchó, del gran portón blanco salieron primero unos chicos altos y muy fornidos; a simple vista se notaba que eran alfas, niños que se creían lo mejor del mundo. Y en parte lo eran, la pésima sociedad en la que vivían lo dictaba de esa manera. Los alfas eran la punta de la pirámide social, los que tenían grandes puestos y demás cosas; eran fuertes, muy inteligentes y unos completos idiotas que caían rendidos por los omega. Los últimos mencionados era los más escasos, casi menos de un 10% de la población del mundo eran omegas. Los betas estaban en el término medio; ellos eran la mayoría de la población. Ante la ley las tres condiciones eran iguales y tenían los mismos derechos. Aunque había muchos activistas Pro-Omegas que protestaban porque había ciudades y algunos pueblos en los que ellos no tenían protección de ley.
Un golpe en el cristal que estaba a su costado le quitó su concentración provocando que un tren le arrollara. Molesto más que nada tiró su teléfono en el asiento del copiloto y salió del coche. Había sido un palo el que había golpeado la ventana, lo recogió y levantó la mirada para detectar a algún sospechoso. No pasaron ni cinco segundos cuando notó un grupo de chicos que se estaban burlando de él.
── ¡Qué les pasa estúpidos! ¿¡Acaso quieren que les parta la madre a todos!? ── gritó levantando la vara con su mano.
Los adolescentes se pusieron pálidos, y con algo de pena se dispersaron. Satisfecho por la reacción de los chicos Aberri tiró el palo al suelo y se volvió a meter al auto. Al cabo de cinco minutos Morgan entró en la parte trasera del vehículo y se acostó cual largo era en el sillón.
── ¿Y Silvia?
── Ya viene. ── contestó Morgan con fastidio.
── Oki.
Aby iba a seguir jugando con su teléfono, pero Morgan no dejaba de patear el sillón.
── Qué te pasa cabezón.
── Silvia está allá. ── dijo mientras apuntaba hacía la parada de autobuses.
── Quién es ese.
── Es Nael. Su hermano va en mi salón.
── Nael... Espérame aquí Morgan, no salgas.
── O.K.
Aberri caminó con pasos veloces hacia la parada de autobuses, él ya conocía la zona pues ya hace un año que se había graduado de esa escuela, al llegar Silvia estaba con un chico un poco más alto que ella, ella empujó al chico.
── ¡Hey! Silvia, qué chingado estás haciendo. ── el tipo llamado Nael por casi menos que una cabeza era más enano que él. Se quiso reír. ── Tú qué quieres. ── cruzó sus brazos.
── Es Nael. Aby él me prestó el dinero, me había dicho que se lo podía pagar en partes. ── Habló Silvia por Nael. Ella miró a los dos hombres que se desafiaban con la mirada y se agarró su ondulado cabello negro. ── Pero, ahora quiere que se lo dé todo de golpe. Aby yo no tengo el dinero.
── Vamos nena, me puedes pagar de otra forma.
── Sí que lo digas. ── dijo empujando a Nael.
── ¡Qué te pasa pendejo! ── gritó devolviendo el empujón más fuerte, tiró a Aby al suelo, quien se quejó por haberse raspado las manos. ── Silvia es mi novia ── le tiró un puñetazo directo al cachete.
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SANTIFICADO (GAY)
General FictionOMEGAVERSE. Aberri va a la iglesia desde pequeño. Le gusta cantar allí. Aberri siente atracción por Danel. En un mundo en que hay alfas, betas y omegas Aberri tiene que evitar que Danel se consagre más a Dios y así poder estar con la persona que ama...