Volvieron a la orilla cuando el sol comenzó a ponerse, justo donde el océano parecía terminar. Habían estado todo el día metidas en el agua, desde que habían llegado a la playa, en busca de aquellas tan ansiadas vacaciones que anhelaban hace meses. Por fin, cuando se les había dado la ocasión, no pensaron ni siquiera dos veces en irse una semana hacia la playa, con unos ahorros que guardaban desde hace tiempo. Alquilaron una pequeña cabaña en esta, cerca de otras cuatro, en la cual se quedarían esa semana. Aunque esperaban poder quedarse unos días más, pero no había nada seguro.
Cuando llegaron a la arena, tomaron sus toallas y se envolvieron en ellas, secándose, sin querer que la arena se pegara a sus cuerpos mojados.
—Dios, el agua estaba deliciosa—suspiró Victoria, mientras ataba su cabello en una enredada y desordenada coleta alta, para luego continuar guardando sus cosas en su bolso, al lado de su mejor amiga, que hacía lo mismo.
—Mis dedos se sienten como pasas—rio Janet, rozándolos contra su palma, sonriendo ante la extraña sensación—, nunca más lograras que esté más de una hora y media en el agua—le aclaró a la morena, que sonrió de lado al escucharla decir eso.
—Mientes, porque seguro no resistirías a mis encantos, igual que hoy—le dijo, con aires de grandeza, guiñándole un ojo.
—Años de amistad y pareciera que te olvidas que soy algo difícil de persuadir—comentó la castaña, pasando su brazo por los hombros de su amiga, inclinando su cabeza hacia la suya, gesto que la otra copio.
Iba a agregar algo a la broma que estaban llevando, pero cerró la boca y frunció el ceño cuando frente a ambas, una muchacha, seguramente no más grande que ellas, se detuvo. Tenía una sonrisa amable de oreja a oreja, dejando ver su gran y blanca dentadura. No pudieron evitar mirarla de los pies a la cabeza, y pensar que ella realmente era hermosa. Su cabello rubio con raíces negras que delataba que era teñido, y sus grandes ojos verdes la hacían más bonita.
—Hola, mi nombre es Ashley, y voy a estar dando una fiesta en, como… dos horas. En la orilla, aquí en la playa, junto a la cabaña 264, no muy lejos de aquí—les dijo, extendiéndole un folleto con la dirección, y la anunciación de la fiesta de la que estaba hablando—, mientras más gente, mejor. Así que si quieren invitar a alguien, no lo duden.
Vic tomó el papel rápidamente, una gran sonrisa comenzando a dibujarse en sus labios a medida que leía lo que decía en el. Miró a la rubia que aun permanecía frente a ambas, en espera de alguna respuesta. Iba a hablar, pero Jo lo hizo primero.
—Gracias, pero…—había comenzado, y sus ojos se abrieron enormes cuando se dio cuenta de que iba a decir.
— ¡Nos vemos allí! —se apresuró a exclamar la morena, pasando su brazo por la cintura de su amiga, y caminando lejos de allí.
Mientras lo hacían, vio por encima de su hombro a Ashley continuar repartiendo invitaciones.
—Ni se te ocurra—declaró Jo a su lado, sacándola de su pensamientos y haciendo que girara su cabeza para que la mirara.
Todo lo que había en su rostro era una expresión de seriedad, mientras que Victoria estiró su labio inferior y abrió sus ojos enormes, apegando más sus cabezas.
—Oh, vamos, será divertido—intentó convencerla, en un tono agudo e infantil—, además, últimamente estuviste diciendo varias veces que tienes ganas de ir a una.
Janet iba a objetar contra eso, pero mordió su lengua cuando se dio cuenta de que ello era verdad. Porque si, se lo había comentado varias veces en su apartamento en Londres, pero la diferencia es que, justo entonces, se sentía extremadamente cansada. Solo quería llegar a donde se estaban quedando, darse una larga ducha y acostarse en su cama, con un buen libro de verano entre sus manos, y la dulce voz de Hunter Hayes sonando de fondo. Quería aquello más que nada justo entonces. Al igual que su mejor amiga quería más que nada ir a aquella fiesta, conocer unos cuantos chicos, y tomar unas cuantas cervezas. Eran mejores amigas, pero tenían gustos muy diferentes, e ideas de noches perfectas muy diferentes también.
