¿Por Qué Te Amo Tanto? ||Siswaki||

Su Silas...

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Lo miraba con detenimiento, no era tan tonto como para dejar las cosas pasar.
Sabía que debía decirle todo lo que sentía por él, pero no podía. Tenía miedo de echar a perder su amistad, no quería incomodarlo o que se alejara.

Suspiró, no debió de haber hecho tal comentario, tampoco es como si fuera tan sencillo fingir una amistad y no regarla en frente de la persona que te gusta. Se sentía un idiota.
Lo abrazó con fuerza mientras le pedía disculpas, sentía su rostro mojado pero a este punto ya no le importaba verse vulnerable ante él. Sintió unos brazos rodear su cuerpo, se sorprendió un poco, dejo escapar una pequeña sonrisa y se armó de valor.

—Traté de buscar una respuesta a todo esto—susurró el mayor de los chicos, fijando su vista en los ojos del contrario—Creo que me gustas—

Daigo sonrió un poco, sentía su corazón latir a toda velocidad. Eso era lo que siempre había querido escuchar, él ya sabía lo que le estaba pasando a Daiki, lo único que quería era que el oji-dorado lo aceptara.

—¿Crees?—preguntó el azabache arqueando una ceja.

—Ah, ¿Quieres ir a algún lado?—apartó la mirada del chico, ahora le deba pena verlo después de lo que dijo.

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—¡Oye, ricitos!—gritó el rubio en busca del mencionado—Daiki ya le dijo a Daigo lo que sien...—

Se quedó callado al ver que Wakiya y Silas se estaban besando, no le molestaba en absoluto, pues siempre los veía así.
Sintió la presencia del peli-azul a un lado suyo, lo saludó y le lanzó una sonrisa cómplice.

—¡No se vayan a atragantar!—esta vez gritó, Valt y siguió con su camino bien feliz de la vida.

No pudo evitar soltar una carcajada, pero debía huir del sitio si no quería amanecer en otro lugar lleno de todo tipo de cosas con unicornios.

—Nunca van a entender—musitó el chico de cabellos verdosos después de ver como la "uña" y la "mugre" se iban como si no hubieran visto nada.

Wakiya se encogió de hombros, sabía que no podía cambiarlos. No hacía falta querer intentarlo, así los quería.
Se sonrieron el uno al otro, el rubio bajo la mirada cuando sintió su rostro arder. Era una sensación que sólo una persona lograba provocar, algo que sólo podía hacer cierto chico peli-verde. Ese era Silas, su Silas.

—Siempre me agradó que hagas latir muy rápido mi corazón—confesó el oji-azul, escuchó una pequeña risa de parte del contrario. Lo amaba demasiado.

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—¿Dónde diablos están mis cheetos?—cuestionó el rubio cenizo con cierta molestia, pero al mirar a su hermano de pies a cabeza, sonrió de manera pícara—¿Pasaste un buen rato con la lechuga?—

—¿Y tú con Daigo?—preguntó de la misma manera que Daiki.

El mayor se quedó callado por un lapso de tiempo, parecía estar buscando una respuesta, pero al no encontrarla decidió seguir en busca de sus cheetitos.
El rubio sonrió enternecido, se había enterado de la confesión. Estaba feliz, ya no debía preocuparse por su hermano, sabía que si ellos dos terminaban siendo algo más; Daiki estaría en buenas manos.

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Se dirigieron a la entrada cuando escucharon a su padre llamarlos.
Finalmente estaba de regreso en casa, con vida y en una sola pieza. Aún seguía aterrado con lo del paracaidismo, pero Daiki, como buen hermano que era, acudió en su ayuda y trató de calmarlo con ayuda de sus amigos.

Cuando llegaron a la entrada, se encontraron con unas maletas y a los dos Sakurai enfrente de la puerta. Agradecidos por la hospitalidad que habían recibido en su estancia con los Murasaki, aunque Eiji no negaba el hecho de que también había tenido sus diferencias con el Murasaki menor, al final de cuentas; lo pasó muy bien.

—Fue muy agradable estar aquí—sonrió el peli-rojo mientras estrechaba su mano con la de su mejor amigo—Espero que en otra ocasión volvamos a vernos—

—Despídanse—susurró el padre de ambos chicos, lanzándoles una mirada con una mezcla de tristeza y felicidad.

El rubio cenizo, sólo se limitó a hacer un pequeño ademán mientras que Wakiya se acercaba a la chica de cabellos mostaza para darle un corto abrazo.

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Pensaba en las palabras de Eiji, dio un leve suspiro y se limitó a mirar el cielo nocturno desde la ventana de su habitación.
Se había percatado de muchas cosas, de los malos momentos, de los buenos, su relación con el peli-verde, los sentimientos de Daiki hacia Daigo, Rantaro y su falta de pareja (xd? Tanto tiempo había pasado, sintiéndose orgulloso de haber luchado por estar al lado de la persona que tanto ama.

Valoraba cada momento que pasaba con Silas, pues si no hubiera sido por aquel beso, quizás ahorita estuviera enamorado de otra persona. Pero si así hubieran sido las cosas, el peli-verde se habría esforzado aún más por conseguir su amor, por eso, siempre tenía en cuenta todo lo que había hecho y lo que sigue haciendo por él.

Escuchó la puerta de su habitación abrirse, ignorando a la persona que probablemente sería el oji-dorado, siguió clavando su vista en aquel cielo estrellado.
Sintió unos brazos rodearlo y un pequeño beso en su mejilla, haciéndolo salir de sus pensamientos. Se giró para poder saber de quien se trataba, sonrojandose por completo al ver a Silas.

—¿Ya te sientes mejor?—preguntó, sentándose a un lado de su novio, dirigiéndole una sonrisa enternecida mientras tomaba su mano.

—Si—musitó, desviando la mirada.

—Por cierto—volvió a hablar cuando recordó a lo que realmente había venido a visitarlo—¿En qué tanto piensas?—

—Sólo... Recordaba—

★═══¿Por qué te amo tanto?═══★

Hoy 14 de Febrero, doy fin a ésta bella historia.
No quería decirles que ya estaba trabajando en el final, pues sabía que tardaría años en actualizar.

Agradezco que se hayan pasado a leer este primer intento de Siswaki, había veces que no me sentía muy conforme con algunos capítulos, pero sentía que lo había hecho bien por el gran apoyo que le dieron.
Me desaparecí por un largo tiempo, de verdad ofrezco una gran disculpa de todo corazón.

Y pues, trataré de no tardar en publicar el epílogo.
Gracias por todo ^^.
Me da miedo publicar después de no haberlo hecho por varios meses xd.

Cuidense, nos leemos luego :3.
Bye.