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ii. amargada (parte ii)

Cuando lo descubrí en aquella posición mi cara debía haber sido digna de inmortalizar, de hecho estaba al cien por cien segura que si alguien hubiera podido grabar mi reacción se habría convertido en un vídeo viral en la red con un éxito instantáneo. Estaba más que asombrada, en primer lugar porque Vanni no se habría liado con tal chica si no fuera por que sacaba algo a cambio, y en segundo lugar por la poca discreción de mi amigo.

Lo había visto desnudo varias veces, pero nunca de esa manera, hasta ese día. De pequeños obviamente lo había visto, pero conforme íbamos creciendo esas cosas se iban escondiendo.

Desde los doce años había tenido fama de rompecorazones y mujeriego. Si le gustaba alguna chica no paraba hasta conseguir tenerla en sus brazos. Toda la vida se la había pasado admirando a las mujeres, escrutándolas, deseándolas en su fuero interno, pero pocas tenían suerte de calar hondo en el corazón de él.

A mí me odiaban, porque era una de las mujeres de su vida. Fiorella era buena chica pero pequeña, inocente y más pesada aún que Vanni, aunque me gustaría poder juntarlos la cosa nunca funcionaría, porque los primeros amores siempre salen mal. Me molestaba la presencia de la chiquilla a menudo, pero de ninguna manera quería que saliera herida por un gilipollas como Vanni. No trataba mal a las chicas, siempre era delicado y dulce pero era un chico demasiado goloso, tenía que probar todas las clases de miel y reposarla en sus labios antes de decidirse a escoger una.

Nunca había entendido por que de todos los chicos que había en el instituto Vanni era de los más solicitados, puede que tuviera un secreto infalible o solo con tocarse los labios con las yemas de los dedos y apartarse el pelo hacia atrás hacía que cayeran a sus brazos. Había escuchado a chicas mucho más pequeñas que yo hablando sobre lo que le harían si le conocieran como yo, y me hacían reír mucho a decir verdad.

Salí afuera del baño secándome las lágrimas con las manos y pensé en lo ocurrido, lo que había pasado anteriormente no era distinto a lo que solían hacerme siempre, llorar y coger un berrinche no había sido buena idea, mal-herirme tontamente, porque de momento no iban a cesar, Vanni me había hecho reír a carcajadas con algo tan tonto como una cagada mía y otra suya.

Oí la puerta y salió subiéndose la bragueta, después se ajustó la corbata y posteriormente se retocó el cuello de la camisa en el espejo que había en el pasillo, era presumido hasta en situaciones como estas.

"Me había ofrecido un cubata si lo hacía" intentó excusarse.

Una sonora carcajada salió disparada de entre mis labios y sin más no pude evitar sonreír por lo impulsivo que llegaba a ser, había tenido relaciones sexuales con una chica con la nariz de loro más grande que había visto en mi vida sólo por un vaso de alcohol gratis. Ella estaba muy desesperada, y no era para menos con lo fea que era. Cuando la había visto antes tenía cardado el pelo de una forma horrenda, la camiseta manchada de chocolate y sus ojos se veían aunque muy pequeños, saltones.

"Eres un completo idiota" susurré.

"Y tu una vestido manchado" me sacó la lengua. Andemos cogidos por la cintura por el espacioso pasillo, observando con recelo los cuadros mal pintados de las paredes, cualquiera que no supiera de nuestro parentesco habría supuesto que estábamos liados de tal forma, pero nos daba igual.

"Iba a lavarme cuando he entrado ahí. Pero alguien estaba usando indebidamente el baño" lo observé fijamente mientras veía como enarcaba una ceja. "Tú".

Regresé la mirada al pasillo cundo ambos nos sonreímos, y me quedé fija dónde me encontraba observando a Marco Betti que aparecía de la nada.

Solté a Vanni inmediatamente avergonzada por el mal estado en el que me encontraba. Mi maquillaje se había desvanecido a causa de las lágrimas y mi vestido seguía luciendo la no muy honorable mancha de vino en el centro del pecho. Peiné mi pelo hacia el lado izquierdo de mi cabeza en un intento de que no se viera más revuelto aún de lo que estaba