Hola, mi nombre es Brook y esta es mi historia:
Vivo en el hospital, sí, no es lo más corriente en una chica de catorce años, pero me ha tocado a mí.
Mirad, yo, antes, no recuerdo cuando, vivía en un barrio de Londres con mis padres; sí, dos padres, se llaman James y Will, y mi hermana mayor, Charlotte.
Yo tenía una vida sencilla y corriente, iba al instituto, salía con mis amigos, leía libros y coleccionaba canciones, que, aunque también las cantaba, prefería callar y escucharlas. Cada día que pasaba encontraba algo diferente en aquellas canciones, cada día que pasaba me inspiraban más.
Pero llegó un día en que, de repente todo cambió.
Yo volvía del instituto acompañada de mi amiga Elle y mi hermana, un día como cualquier otro, pero las cosas dejaron de ser como de costumbre en el momento en el que dejé de ver, de repente no podía moverme, ni articular una sola palabra. Sólo podía escuchar, pensar, sentir y respirar. Lo recuerdo todo perfectamente, menos la razón por la que me encuentro en esta situación, la razón por la que he tenido que dejarlo todo atrás.
Sentí como una mano fría me acariciaba la cabeza y como unas voces que no reconocía me llevaban a algún lugar que de repente se empezó a mover.
-Su hija ha caído en un coma por causa de un fuerte impacto craneal causado por un coche con el que se enfrentó en una caída de la acera.- Es lo que le dijo una enfermera a mi padre unas horas después de aquel cúmulo de sensaciones.
Recuerdo perfectamente como mi padre, James, se acercaba a mí entre lágrimas y me cogía la mano, muy fuerte.
Nunca había sentido tanto miedo y tanta angustia al mismo tiempo.
Durante un mes y medio estuve recibiendo diariamente visitas, tanto de familiares como de amigos y compañeros. Pero después las visitas disminuyeron a cuatro visitantes por semana aproximadamente, sin contar a mis padres, que venían a verme cada día.
Estaba tan desorientada, tan desanimada que no tenía ganas de hacer nada, dejé de escuchar las canciones de mi colección, las que me habían ayudado en todos los momentos. Ya no reía, tampoco lloraba. Era simplemente un alma muerta en un cuerpo vivo pero incapacitado para prácticamente todo. Aquello no era la vida que hubiera querido nunca. Estaba tan decaída que llegué a pensar que igual prefería ponerle un punto a aquella pesadilla y acabar de una vez con aquel coma interminable.
Me quería morir, pero yo no era la única que lo estaba pasando mal, había otras personas que sufrían mucho. Mis padres, no soportaban llegar y encontrarme allí, tumbada, sin hacer nada. No había nada que me hiciera salir de ese estado interior de amargura total. No había nada que me produjera ni siquiera una pequeña expresión facial, nada.
Y un día, un día después de tres meses insípidos, llegó mi héroe, se llamaba Will Parks, o como me gusta más llamarle: papá.
Él tenía una voz grave y rotunda, que al cantar se hacía inmensa y preciosa.
Cada día me cantaba una canción diferente, una de aquellas de mi colección. Y sin esperarlo, empecé a sentirme diferente, algo dentro de mí estaba cambiando, fue una sensación extraordinaria, hacía meses que no me sentía así.
A partir de ese momento dejé de tener esas ganas angustiosas de no volver a latir nunca más.
Día a día mi estado de ánimo mejoraba, cada día que pasaba tenía más ganas de sonreír, más ganas de gritar, de saltar, de correr y de volver a vivir.
Los días pasaban en aquel hospital, pasaban las horas, los minutos, pasaban médicos arrastrando pacientes en ruidosas camillas, pasaban niños que iban a visitar a alguien, pasaban voces que nunca más volvías a escuchar, pasaban olores que nunca más volvías a sentir, y pasaban personas que nunca más volverían a respirar.
La vida es dura aquí, no es fácil vivir en un hospital, no es fácil recordar todo lo que hacías antes de ser ingresado en ese lugar, pensar en todo el chocolate que habrías podido comer, en vez de estar obligado a haberte de nutrir a base de suero inyectado en las venas.
Como de costumbre, mi padre me seguía cantando canciones que me provocaban una sonrisa imaginaria, una sonrisa que el día menos esperado obtuvo expresión, por primera vez en un año había dado señales de felicidad.
Mis padres se pusieron a llorar, y un montón de personas que había por el pasillo se pusieron a aplaudir. Fue un momento muy gratificante. Volví a recibir visitas diarias durante unos días, pero se desvanecieron pronto.
Volvía a pasar el tiempo, continuaba sintiendo canciones, pero en realidad, no muchas cosas habían cambiado.
Cuando llevaba cerca de un año y medio en ese estado mi cuerpo empezó a despertar, muy lentamente. Empecé a balbucear, ya podía articular palabras. Todo iba genial, sentía que me saldría de todo aquello.
-Pero pasó un año más y aún sigo aquí, sólo puedo hablar, y con dificultades, me estoy planteando la idea de que esto será así por toda la vida.-
-Y eso es lo que hago todos los días desde hace tres meses, contar mi historia a personas como tú, que no conozco y que probablemente no te importe todo esto que te estoy contando, pero que le vamos a hacer, es lo único de lo que soy capaz ...-
Al día siguiente mi padre volvió y cantar la canción que me causó esa sonrisa.
Pero esta vez no fue una simple sonrisa lo que provocó aquella voz armoniosa, por primera vez en mucho tiempo desperté.
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Bueno, pues al final si que he vuelto.
Esta historia, está escrita desde la ficción y desde un punto de vista inexperto en este tipo de experiencias, por ello, no está hecha con ánimo de ofender, y si alguien se ve afectado por ella, por favor, perdonadme y hacérmelo saber.
Es necesario añadir que esta historia la escribí por un trabajo del instituto y he pensado que es buena idea compartirla con más gente y que otras personas puedan leerla y disfrutarla.
Dicho todo esto, espero que la disfrutéis muchísimo y que si más no, se os haga entretenida, aunque se que es muy corta, pero bueno, el máximo eran tres páginas y no quería cambiar el curso de la historia, y conociéndome, si la alargo, se me iría de las manos.
Así que, disfrutadla y ¡Hasta la próxima!
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Las canciones de Brook Parks
Short StoryA veces, cuando menos lo esperamos, la vida cambia. Y cuando hechas de menos hasta a la mujer que encontrabas en el bus todas las mañas para ir a clase, sabes que sí, que algo ha cambiado, y no para bien. Para Brook, su vida ha dado un giro de 360º...