El forjado por la luz observaba las llamas danzar en la chimenea completamente ido. La taberna estaba llena de gente que comía, bebía y celebraba cualquier cosa como excusa para seguir comiendo y bebiendo, aunque el draenei no les prestaba atención. Mahdiir siempre había detestado estar ocioso porque equivalía inevitablemente a pensar, a recordar un pasado que preferiría haber dejado atrás hacía mucho tiempo.
Incluso allí, en un ambiente distendido, sabían quién era y que era mejor no acercarse demasiado a aquel tipo. Al cazador le hubiese encantado que alguien no lo supiese... una pelea de bar habría sido genial para ocupar su mente, para apartar la mirada de aquel maldito fuego. Él mismo era como esa hoguera, una llama contenida que podía descontrolarse en cualquier momento... y que por si acaso era mejor apagar. Los recuerdos se hilaban en su cabeza, conduciendo unos a otros más oscuros; la luz de su único ojo visible se nublaba, pues el otro estaba tapado por un parche de cuero que casi le cubría medio rostro. La razón siempre le decía que era mejor ahogar la llama, pero había otra voz disonante en su cabeza que en esos momentos se intensificaba, que pedía... que le exigía liberar el fuego.
Mahdiir se sobresaltó cuando algo húmedo rozó su mejilla, alejándole de golpe de toda esa peligrosa maraña de pensamientos. Giró la cabeza para quedarse mirando unos enormes ojos oscuros.
- Rakeesha...
La hiena abrió la boca plagada de dientes y le dio un lametón en la mejilla. Tan solo era un animal, pero el cazador a veces tenía la sensación de que era capaz de comprender como se sentía, ¿instinto tal vez? Acarició su pelaje mientras la hiena agitaba el rabo alegremente, parecía que en los establos la habían alimentado bien y ahora esta llena de energía. Mahdiir ladeó la cabeza. Era curioso como su fiel compañera se había convertido básicamente en la única cosa valiosa que había sido capaz de mantener a lo largo de su miserable vida. Abrazó su enorme cabeza y acto seguido se levantó.
- Vamos a cazar algo ¿eh, chica?
Con la lengua fuera, Rakeesha salió corriendo de la taberna, emocionada por salir a atrapar algún animalillo. El forjado por la luz esbozó una mueca que parecía una sonrisa y cargó su arco de hueso de demonio a su espalda para seguir a la hiena.
Si finalmente el fuego iba a ser liberado, al menos no sería aquella noche.