Capítulo 1: El comienzo.

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Gin.

La alarma suena una hora antes, como siempre, para levantarme e ir al instituto.
Éste es mi último año, último primer día de clases, último año en que recorreré esos pasillos, veré a esas personas. 

Abro las ventanas y el sol de mañana entra iluminando toda la habitación. Respiro profundo y voy al baño para prepararme.

Termino de lavarme la cara y dientes y me visto, poniéndome un jean rasgado y una remera. Dejo mi pelo suelto y bajo a desayunar.

-Buen día Elena.

-Buen día señorita Rose-rodé los ojos

-Ya te dije que no me llames así-me crucé de hombros.-Sólo Ginger o Gin.

-Esta bien, lo siento señ...Gin-sonreí y abrí la heladera en busca de leche.

Elena era la empleada de casa, se ocupa de mi desde que tenía catorce años, limpia y vive aquí también.
Mis padres nunca están en casa, bueno, mi mamá en realidad. Se la pasa trabajando fuera de la ciudad y mi padre, nos abandonó cuando yo tenía cinco años. Nunca lo vi otra vez. Bueno, no formalmente. Es decir, no visita padre e hija, sino que lo he cruzado en el super, en algunas tiendas y en la calle. Simplemente "no me veía" o "no me escuchaba" cuando le gritaba para saludarlo. Unos años después, dejé de intentarlo. Y hoy por hoy, es otro habitante de esta ciudad.
Y como mi madre trabaja constantemente, Elena es la que se hace cargo de mi y mis asuntos, como cosas de la escuela y eso. La considero como una una segunda mamá, más que una empleada. Aunque ella a mi no, parece, porque me sigue llamando señorita Rose.

-¿Pasa Sam por ti?

-Si, seguramente. No la llamé aún, pero te aviso si tienes que llevarme.

Samantha Dickens o Sam, mi mejor amiga desde los tres años de edad. Es de esas personas que conoces en el jardín de niños y nunca más te separas. Siempre fuimos juntas al colegio y hasta hoy en día, pasa por mi para ir al instituto. Aunque siempre la tengo que estar llamando, porque la muy estúpida se queda dormida. Soy la última y más efectiva opción de alarma.

-¿Terminaste?-preguntó Elena

-Si, pero deja que yo lo lavo.

-Bien, voy a ir a hacer las compras-dijo-¿Necesitas algo?.

-Mmm...no-me puse a lavar la taza que había usado y limpié la cocina también.

-Bien, nos vemos luego-me dio un beso en la frente y se fue-¡No te olvides de llevarte la llave!-gritó y sonreí.

Miré la hora y faltaban diez minutos. Llamé a Sam.

-Quiero creer que estas cambiada y a punto de salir para aquí-dije-¡Sam!-protesté-¡Último primer día de clases y vamos a llegar tarde!-dije.-Bien, espero que llegues-agarré mi bolso-Te vas a perder la iniciación, nos vemos allá-rodé los ojos y colgué.

Faltaban cinco minutos y literalmente iba a llegar tarde.

Cerré la puerta y comencé a caminar a pasos agigantados. Maldecí a Sam mil veces.
Por suerte el instituto quedaba a unas...cinco cuadras de casa.

Escuché el ruido de un auto y pensé que Sam estaba bromeando por lo que decidí frenar el paso y esperar a que llegue a mi.

Necesito lentes.

Un auto negro, con los vidrios polarizados frenó frente a mi. Definitivamente este no era el Honda de Sam.

El vidrio del acompañante bajó y me dejó ver la cara de un chico de aparente mi edad, con lentes de sol, un cigarro a punto de prender en la mano y una chaqueta de cuero puesta.

Adam.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora