capítulo dos

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Abril de 2014

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Abril de 2014.

Desde pequeña supe que nunca debía juzgar a una persona que no conocía, que debía ser amable, buena con aquellos que estaba conociendo y que pelearse con desconocidos era de niñas vulgares y sin educación. O eso me inculcó mi madre y los colegios católicos pagados a los que asistía.

Parece que olvide todo eso, porque le estoy gritando a el narcisista, mejor llamado, Blake Davies.

Bueno, en realidad gritando no, pero si teniendo una disputa llena de sarcasmo y mala educación por parte de ambos.

—¿Te crees que ella sabe más del tema que yo? Yo debo conducir ese caso, has elegido mal, Morgan, pero eso te estoy reclamando. No puedes basarte en el criterio de una chica hormonal —le dice a Karl Smith y él me mira.

—Prefiero ser hormonal que ser un pedante con un alto grado de presunción, que lo único que sabe es meterse con niñas como yo, o eso fue lo que tú dijiste, ¿verdad? Soy una niña indefensa contra un estólido.

—Por más que uses palabras refinadas para insultarme, lo sigo entendiendo, bruta.

—Gracias al cielo, pensaba que te tendría que traer un diccionario para que lo entendieras. Veo que por lo menos tu cerebro capta algo —le respondo sarcásticamente.

Había hecho todo lo posible para despedir al señor Davies, pero me había sido imposible. Tal y como dijo mi hermano, la junta directiva pensaría renunciar si yo llegara a prescindir de los servicios del antes nombrado. Toda una gran bazofia, a mi parecer.

¿Qué le podían ver de bueno a un hombre como este? Podría ser un buen abogado, es decir, bueno en lo que hace. Pero siempre hay que tener principios, un poco de humildad y por todo lo vivido desde que lo conocí, el desconoce el significado de aquellas palabras en su totalidad. Su amor por si mismo era más grande que el edificio entero, siempre era él, él y más él.

—¿En serio ella tiene que dirigir esto? Apenas puede con su vida, se le ve a leguas. Esto lo compro su padre, él puede ocupar su lugar perfectamente. Esta más capacitado que tú, lo sabemos todos. Deja de hacer le ridículo y vete hacer algo que se te de bien, Morgan.

Llevaba un mes soportando comentarios como esos, todos los días y puede que nunca se canse de decir la misma cantaleta. Era como un disco que solo contenía la misma canción, en este caso.

«Tú no sirves para esto, Morgan».

Hasta yo sé que no sirvo para esto, pero no me agradaba que alguien que lo único que ha hecho es mostrar intolerancia a los cambios me lo recálquese y siempre lo sacase a relucir.

—Sí no fuera agresión laboral, te puedo asegurar que tendrías un ordenador incrustado en la garganta, para que cierres de una vez la boca y no puedas reproducir ningún sonido con tus cuerdas vocales, señor Davies.

Los Recuerdos Perdidos De Samantha ©  (Morgan#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora