Las nueve bestias con cola se congregaban alrededor de Hagoromo Otsutsuki, el hijo de la Diosa Kaguya, conocido entre sus discípulos por varios nombres como El Sabio Rikudo, El Sabio de los Seis Caminos, el gran maestro o el legendario Hagoromo. Este sabio desempeñó un papel crucial al liberar al mundo de la maldad de su propia madre y, con la colaboración de su hermano, derrotó a otra entidad de gran poder llamada el 10 colas. Este ser poseía la capacidad de devorar océanos y dar forma a continentes, en resumen, una amenaza capaz de destruir el mundo.
Para contrarrestar este peligro, Hagoromo dividió ese formidable poder en nueve pequeñas bestias con cola, a las cuales cuidó constantemente, fomentando el amor y la convivencia con los humanos. Los nueve bijuu le debían no solo su existencia, sino también una deuda de gratitud profunda. En un día nublado, con fuertes rachas de viento indicando la inminencia de la lluvia, los bijuu se preparaban para despedirse de quien consideraban su padre. Desde que estos seres eran tan diminutos que cabían en la palma de la mano de Hagoromo, él siempre estuvo presente, cuidándolos y enseñándoles acerca del mundo que los rodeaba.
Kurama, con su forma de zorro de nueve colas, lo observaba con preocupación y tristeza, sin comprender por qué el Sabio de los Seis Caminos debía partir. Afrontar la muerte siempre resulta desafiante. Antes de su fallecimiento, Hagoromo Otsutsuki compartió con ellos una profecía: una persona rubia de ojos azules jugaría con ellos y se reunirían nuevamente. En ese momento, los bijuu no prestaron la debida atención a las palabras de Rikudo; simplemente ansiaban que su "padre" nunca los abandonara, ya que aún eran unos cachorros que lo necesitaban más que nunca. Cuando lo vieron postrado en el suelo y sintieron cómo su cuerpo se enfriaba, todos lloraron profusamente. Kurama, quien raramente expresaba sus sentimientos a sus hermanos, fue quien más lágrimas derramó, experimentando por primera vez la fractura de su corazón.
Los hermanos permanecieron horas sin saber qué hacer hasta que Kurama habló: "-Vámonos de aquí, es momento de despedirnos de papá.-" Todos le dedicaron su último adiós con la esperanza de volver a verlo algún día, y los nueve hermanos emprendieron juntos un rumbo desconocido. Creían que al permanecer unidos, nada malo les sucedería; al menos, esa era la convicción de estos pequeños seres.
A medida que los nueve bijuu se alejaban del lugar donde despidieron a Hagoromo, el ambiente se volvía más sombrío. Las nubes se cerraban sobre ellos, presagiando tormenta. El viento soplaba con fuerza, arrastrando consigo hojas secas y pequeñas partículas de polvo.
Kurama lideraba la marcha, sus nueve colas ondeaban con pesar, reflejando la tristeza que invadía a cada uno de los hermanos. Entre ellos, un silencio pesado se extendía, solo roto por el susurro del viento y los sollozos ahogados de Kurama. La partida de su protector, mentor y, para muchos, figura paterna, dejaba un vacío profundo en sus corazones. A pesar de ser criaturas mitológicas, su apego a Hagoromo era tan real como el viento que soplaba a su alrededor.
Mientras avanzaban, cada paso resonaba con la resonancia melancólica de sus patas en el suelo. Kurama, el más afectado por la pérdida, no podía evitar recordar los momentos compartidos con Hagoromo. Las lecciones sobre la naturaleza, la responsabilidad y el amor resonaban en su mente. La figura del sabio siempre había sido un faro de sabiduría y protección.
De repente, la lluvia comenzó a caer, suave al principio, pero luego intensificándose en una lluvia persistente. Los bijuu, con sus pelajes empapados y sus formas escurriendo agua, avanzaban en silencio, cada gota de lluvia parecía ser un eco de sus lágrimas no derramadas. La tormenta exterior coincidía con la tormenta interna de emociones que agitaba sus almas.
Kurama, a la cabeza del grupo, decidió romper el silencio: "-Recordemos las palabras de papá. Habrá una persona rubia de ojos azules que jugará con nosotros, y nos reuniremos nuevamente.-" Sus palabras intentaban inyectar algo de esperanza en la pesadez del momento. Sin embargo, los demás bijuu seguían sumidos en la tristeza, incapaces de vislumbrar un futuro sin la presencia de Hagoromo.
La caminata continuó, llevándolos a través de paisajes cambiantes. Bosques frondosos, montañas majestuosas y ríos caudalosos se sucedían mientras avanzaban hacia lo desconocido. Kurama, a pesar de liderar la marcha, sentía la carga de su propia tristeza. Cada recuerdo compartido con Hagoromo era como un relámpago en su mente, iluminando la oscuridad de su dolor.
Los bijuu, a medida que avanzaban, empezaron a comprender la profecía que su "padre" les había legado. La idea de una persona rubia de ojos azules que jugaría con ellos se volvía más nítida en sus pensamientos. Aunque inicialmente habían pasado por alto esas palabras, ahora las consideraban con una mezcla de curiosidad y esperanza. ¿Quién sería esa persona destinada a cruzar sus caminos?
La profecía de la persona rubia de ojos azules se convirtió en un faro de esperanza en medio de la tormenta. Aunque el dolor de la pérdida persistía, los bijuu seguían adelante, ansiosos por descubrir qué les deparaba el futuro y si, de alguna manera, volverían a encontrar la calidez y la guía de aquel que consideraban su padre.
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Naruto: la historia de los bijuu.
RandomEsta novela se ubica en una época muy antigua. Miles de años antes de crearse las cinco grandes naciones ninja. Cuando las nueve bestias con cola eran unos chachorros y convivían con el Sabio de los Seis Caminos. A partir de un trágico evento los bi...