Intimidad parte 2

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                                                            —————— ⊰ Perséfone ⊱ ——————   


La joven primavera sonrío, consciente de que él no podía verla, una curva en sus labios carente de alegría, él le había dado la respuesta que tanto había necesitado, la razón por la cual le había secuestrado, ella solo viviría para complacerle, para proveerle su cuerpo cuando lo demandase, su existencia se reduciría a una yerma y vacía, carente de amor y todo lo que alguna vez conoció o anheló en su vida.

Cerró sus ojos intentando vaciar su alma, de la tristeza y el dolor, la derrota y humillación, intentó convertirse en nada, nada más que lo que él quería, pero las manos de ese hombre recorrían y la hacían desconocerse a sí misma, emitiendo sonidos que nunca antes había escuchado mientras él acariciaba partes inexploradas de su cuerpo, Perséfone sacudió su cabeza en un intento de aclarar su mente, algo estaba tomando posesión de ella, un instinto que no reconocía, una necesidad primitiva por buscar alivio. Su cuerpo tensionado como las cuerdas de un arpa, con llamas de fuego danzando sobre ella, se aferró a los hombros ajenos como si allí encontrase un ancla.

Él estaba en todas partes, en cada trozo de piel descubierta, su mirada encontró la ajena nuevamente y la calma que antes había reinado ahora se convertía en tormenta, los ojos del dios ardieron posesivamente, mientras la despojaba por completo de su única cubierta. Las manos de Perséfone viajaron rápidamente hacia su rostro, ocultando sus ojos de la inspección ajena, podía sentir cómo le recorría con la mirada tan vívidamente como lenguas de fuego creciendo sobre ella.

Pudo sentirlo moverse y su cuerpo tembló de miedo a otra represalia, intentó bajar sus manos lo suficiente para verle, pero el susurro de las telas abandonando el cuerpo masculino la llevo nuevamente a ocultarse, su corazón enloqueció al escuchar la pregunta, jamás había visto el cuerpo de un hombre, mucho menos había tenido contacto con alguno. La primavera negó suavemente aún con su rostro cubierto, pero en su interior sabía que esa no era una confirmación que a él podría satisfacerle, así que se obligó a bajar sus manos y emitir la respuesta sin despegar sus ojos de los ajenos. ― Nunca.–

La orden que llegó después a ella fue más que clara, Perséfone se negaba incluso mientras su mano derecha iba a su encuentro, sus dedos temblorosos se entrelazaron con los ajenos, las lágrimas cayendo a cada centímetro que la acercaba. Hades la guío hacia su cuerpo y encontró calidez en la nívea piel bajo sus dedos, la hizo recorrer cada línea duramente esculpida, desde la base de su cuello hasta el abdomen, los ojos de la diosa temían separarse de los ajenos.
Poco a poco envolvió las manos de ambos sobre su dureza, creando en Perséfone la sensación de estar cometiendo un acto prohibido, de inmediato usó su siniestra para buscar detenerle, pero sus intenciones se vieron apresadas en la mano libre de Hades, llevando su mano izquierda hacia sus labios, rozando los colmillos contra las yemas, estaba reafirmando con eso su amenaza.

La primavera luchó contra su propia agonía y reafirmó su agarre sobre la virilidad masculina, el brillo de perversa posesión que cruzó los ojos del rey no le pasó desapercibido y prefirió enfrentarse a la imagen de su cuerpo desnudo, que a la victoria que mostraban sus ojos blanquecinos. El aliento de la joven quedó atascado en su garganta una vez contempló la imagen, el pudor coloreaba sus mejillas de rosa mientras la mano de él se movía sobre la de ella mucho más pequeña en un ritmo lento que la hizo recorrer lo largo de su longitud en una eterna ida y vuelta.

Él la despojó de su guía, dejando su mano libre sobre él, Perséfone lo miró sin entender lo que hacía y se dio cuenta que no le estaba dando permiso de alejarse, solo quería que ella continuase por sí misma, no sabía cómo o de dónde, pero el conocimiento de lo que él deseaba llegaba a ella como si estuviese impreso en su mente sin necesidad de palabras. Estaba enojada con él, pero mucho más con ella, por no ser capaz de defenderse, siendo hija del dios de los dioses, concebida por la naturaleza, ella no tenía poder en ese lugar, no lo tenía sobre él. La primavera envolvió sus dedos con mayor fuerza sobre el dios, reiniciando lo que él le había enseñado, volvió a mirarle a los ojos mientras acariciaba la tensión de su cuerpo y sintió, solo por un segundo, que ella era quien le estaba controlando.  


                                                               —————— ⊰ Hades ⊱ —————— 

  

  Las manos de la joven primavera se habían posado sobre su propio rostro en un gesto de pudor. 

Hades esperó paciente, mientras el silencio acunaba el fantasma de su pregunta. Cuando la respuesta finalmente llegó, el Dios no tardó en tomarla por la muñeca y dirigirla hacia la desnudez de su propio cuerpo. Dejó que lo reconociera, desde el comienzo de sus clavículas, pasando por las magras depresiones de su abdomen, hasta llegar a la cadera. Los dedos de Perséfone no reaccionaban a su tacto, tan solo se dejaban guiar y sus ojos asustados se negaban a observarle como es debido.

_ Mírame. ― Le ordenó, mientras acomodaba su mano sobre el punto más sensible de su cuerpo. Aún a pesar de la reticencia inicial de Perséfone y sus lágrimas incansables, se sintió complacido por la presión recibida. Hades le guió con su propio ritmo, enseñándole la manera adecuada de complacerlo, incitándola a ir despacio, pero con los dedos firmemente ajustados sobre su excitación.

La imagen de la joven primavera, desnuda y recostada, su brazo estirado y él irguiéndose, siendo complacido sobre ella, lo enardecieron quizá incluso más que la caricia inexperta de aquella mano que le sostenía. Sin embargo, cuando la dejó continuar por si sola y ella respondió de la misma manera que le había enseñado, un estremecimiento lo sacudió, volviendo su respiración más ruidosa y errante.

Llevaba demasiado tiempo conteniéndose y aquel estimulo se le hizo gloriosamente placentero, por lo que se tomó su tiempo para disfrutarlo, mientras supervisaba con suma atención las reacciones de su joven Esposa. No le pasó por alto la curiosidad ni el leve esbozo de autocomplacencia que brilló en su mirada verdosa. Ya había parado de llorar y parecía haber caído en el sensual ambiente de aquel antiguo ritual de exploración.
Hades extendió lo más posible aquel momento, volviendo a llevar sus manos sobre el cuerpo femenino, acariciando sus pechos y abdomen suavemente, casi como si temiera destruir la ensoñación de aquel encuentro con algún movimiento demasiado brusco. Con más naturalidad de la esperada, terminó por dejarse caer sobre ella, y luego de buscar sus labios, apartó lo que quedaba del vestido de Perséfone, para poder acomodarse entre sus piernas.

_ Te has portado muy bien... ―Dijo por fin, no sin cierto aire burlón. ― Haré que disfrutes de esto también. ― Añadió a la vez que sus caderas empujaban contra los muslos femeninos, hasta llegar a su sexo. Guió su miembro a través de la tierna carne, acariciándola de forma sinuosa y superficial. ― Quédate quieta. ― Ordenó, con la voz carente de cualquier tipo de clemencia. ― Dolerá, pero si te niegas... dolerá aún más.

Sus palabras no hacían nada por ocultar la amenaza implícita, mientras con un empujón firme de su cadera, el Dios comenzaba a tomar de manera íntima y definitiva, el cuerpo de Perséfone.  

El mito de PerséfoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora