CAPÍTULO 41

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Repaso cada libro de las estanterías con la mirada, ninguno llama mi atención.

Todos son cómics de superhéroes o libros de cocina. No hay ni un libro que valga la pena.

El dependiente me mira, mantiene la mirada fija en mí, con unos ojos penetrantes y morbosos. Ethan me mira desde el cristal de afuera, fumando un cigarrillo apoyado en su moto, tan malditamente atractivo como siempre.

Mis ojos y los suyos se encuentran de vez en cuando, con miradas furtivas y casuales, las cuales solo consiguen descentrarme de mi tarea; Buscar un buen libro para los días de tormenta que se avecinan.

Entonces, y sin esperarlo si quiera, mis dedos rozan uno rugoso, con las páginas amarillas y de un papel de pergamino que juraría tiene más de cincuenta años.

Lo cojo con curiosidad y analizo la portada. Es marrón, de cuero, con un simple fondo del mismo color y las letras negras grabadas como si fuesen cortadas con un cuchillo relatando el nombre del libro.

''Los profanadores del amor'' del autor Robbins Harold.

Abro las páginas, buscando alguna palabra o párrafo clave que me indique que este es mi libro.

No logro encontrar algo que realmente me parezca atrapador, pero tengo el presentimiento de que será un gran libro y eso ya es suficiente como para querer llevármelo.

Me acerco al mostrador y la sonrisa del amable dependiente me obliga a responder de la misma manera.

Después de que pase el libro por la extraña caja registradora que hay entre él y yo, la puerta detrás del mostrador se abre de repente. Por ella entra un hombre de pelo blanco, acompañado de un bastón de un mármol tan brillante como si fuese de diamantes. Sus ojos grises pálidos se posan en los míos y me estremezco en el sitio ante la mirada asesina que me dedica.

—¿Qué demonios hace ella aquí?—exclama con ira y miro a todos lados nerviosa cuando da un fuerte golpe en el suelo.—¡Joder! ¿¡Quieres explicarme qué coño hace ella en mi tienda?!

—Leandro.—Ethan aparece a mi espalda y la tranquilidad me invade de repente.—Por favor, solo ha venido a comprar un libro.

—¡Acordamos algo, Blake!

Espera...¿Leandro?

'' El que dirige todo es Leandro, un viejo amigo de tu padre''

Las palabras de Ethan retumban en mi cabeza, como un martillo cayendo sobre un muelle que parece no ceder a tumbarse. Sé quién es este hombre.

—¿Leandro, verdad?—Comienzo en voz baja y todas las miradas se posan en mí, rebosando sorpresa en cada una de ellas.—Quiero decir, señor, yo...nosotros solo queríamos un libro, nada más. Si hubiese sabido que esta era su tienda no habría venido a incordiarle. Discúlpenos.

—No, Aria. No es culpa tuya.—Corrige Ethan y me echa hacia atrás para colocarse delante del hombre.—No estoy de acuerdo con lo que dijo el otro día. Usted prometió cuidarla, protegerla y socorrerla si era necesario. Lo prometió ante ellos.—Esa última parte, no sé muy bien por qué la susurra y eso solo hace que quiera saber quiénes son esos de los que habla.

—¿Ellos?—Pregunto con intriga y Ethan aprieta su mandíbula. Sé que debería callarme, dejar que Ethan solucione todo esto para poder volver a casa de una pieza, pero no puedo evitar que la curiosidad tome las riendas esta vez.—¿Ellos quiénes, Ethan?

—Tus padres, chica. ¿Quiénes sino?—Exclama con ira el hombre y se me encoge el corazón al escucharlo de su boca de esa manera tan despectiva.

—Leandro, ellos pretenden derrocarte.—Suelta Ethan de repente y la mirada del viejo se clava en él de una manera desafiante, casi tan fría que quiero correr de la tienda para no volver a verlo.

GUARDAESPALDAS •¡YA A LA VENTA!• ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora