Capítulo 23

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Estaba muy nerviosa. Había pasado por la acera de enfrente al menos una diez veces, mirando desde lejos las luces y el bullicio que salía desde dentro del local. Me retorcí las manos, apretando unas con las otras, y respiré profundamente. Tenía que hacerlo. Tenía al menos que cruzar la avenida y dejar de acechar desde lejos como una ladrona. Mi teléfono sonó con un mensaje de Amy.

"Decidiste que vas a hacer?"

"Estoy enfrente. No me decido a cruzar. Quiero salir corriendo. ¿Eso está muy mal?"

"Pésimo. ¡Cruza ya!"

Hacía un mes que no tenía contacto alguno con James. Nada. Ni un mensaje, ni una llamada. Y aunque sabía de él gracias a Amy, que me contaba cómo estaba, había sido un mes muy duro. Lo había extrañado, muchísimo. Su sentido del humor, sus charlas, su compañía, su olor, su piel. Su todo. Y eso, para una mujer que valoraba y abrazaba su soledad como ninguna otra, era mucho decir.

Sabía por Amy que James no hablaba del tema con nadie, pero ella suponía que no estaba del todo bien, porque lo veía en su departamento jugando videojuegos con Greg con cara de pocos amigos. Pero James en general tenía cara de pocos amigos, así que ¿quien sabe? Quizás ya se había olvidado de mí. La invitación para la inauguración de su local me había llegado hacía una semana. Pero también le había llegado a otras cientos de personas en su lista. Así que... ¿quien sabe? Quizás me había invitado porque seguía en su lista de mails.

Quizás me veía entrar y me preguntaba qué estaba haciendo allí. Quizás ni siquiera estaba en su propia fiesta. Quizás me trataba como a una vieja conocida y me presentaba a su nueva novia. Temblé al pensarlo y decidí no cruzar. Quizás corría hacia mí y me abrazaba como en las novelas, y me levantaba en alto y vivíamos para siempre felices. Resoplé y guardé mi teléfono en el bolsillo trasero de mi jean, y crucé la avenida.

Desde dentro del local salía música y bullicio. Las luces estaban prendidas y realmente parecía que todo estaba marchando bien. Me sentí feliz por James. ¿Y si yo lo arruinaba con mi presencia? ¿Y si no quería verme y su noche se echaba a perder? Saqué el teléfono de mi bolsillo y le escribí a Amy, mordiéndome el labio, llena de vergüenza y ansiedad.

"Estoy en la puerta, pero no voy a entrar. Soy una pesadilla, lo siento"

"¿Por qué no quieres entrar?"

"¿Qué pasa si no quiere verme y arruino su noche?"

"Llegaste hasta aquí, entra tu maldito trasero"

"¿Quieres salir un momento a saludarme? Creo que volveré a casa"

"Dame un minuto"

Me senté en un banco en la acera y me metí un trozo de goma de mascar en la boca. Estaba muy nerviosa, y comencé a masticar como una posesa. Saber que él estaba tan cerca me estaba carcomiendo por dentro. Lo amaba, y lo amaba con todo mi corazón, pero nunca se lo había dicho y, por el contrario, lo había echado todo a perder con mis inseguridades. Tardé demasiado en darme cuenta lo que él valía para mí, todo lo que me había ayudado, todo lo que significó su compañía y su apoyo en el tiempo que estuvimos juntos y que comenzamos a conocernos.

Miré el cielo. La noche era hermosa, y volví a sentirme feliz por James. La puerta del local se abrió y dos mujeres salieron riendo, tomadas del brazo. Vestían de negro y una de ellas me miró al pasar con unos hermosos ojos celestes y cabello rojo fuego. Uno de sus brazos estaba completamente cubierto por un impresionante tatuaje. Y pensé que James podría haber conseguido compañía femenina muy rápidamente para esta noche. Mi corazón se estrujó, compungido. Debí haberlo llamado mucho antes, pero no había estado lista para hacerlo. Enfrentarme a Jason me había hecho dar el paso que me faltaba para curar mis heridas, pero también tuve que volver a acomodar mi cabeza y reorganizarme yo sola. Me revolví el cabello corto con una mano y la puerta se abrió nuevamente.

Me miró.

Me paré como si un resorte me empujara desde abajo.

James se detuvo en la puerta un instante y se acercó a mí, mirando hacia abajo, fumando en su vaper.

-Hola -le dije, casi sin voz. Levantó sus ojos y me miró. Volvió a aspirar de su vaper, caminó unos pasos lentamente y se apoyó contra la pared. Tenía una camiseta celeste, y su cabello y su barba estaban más largos. Creo que suspiré -Yo... no sabía si venir o no -titubeé.

Lanzó una bocanada de humo blanco de entre sus labios antes de hablar.

-No quería ponerte en un compromiso enviándote la invitación. Sólo quería que pudieras ver inaugurada tu obra -volvió a quitar su mirada de mis ojos, mirando hacia abajo.

-¿Sólo me invitaste por la obra? -también miré hacia abajo cuando se lo dije. Sentí que el silencio era eterno mientras casi no podía respirar por el sólo hecho de tenerlo tan cerca.

-James -nos interrumpió una mujer rubia que salió desde dentro del local. Se acercó a él, rodeándolo cariñosamente con su brazo, y me miró con una sonrisa, a modo de saludo- siento interrumpirte, pero Jacob te está buscando y pregunta si quieres hacer el brindis ahora.

-Iré en un momento -le contestó él, con una lánguida sonrisa, y ella se estiró y le dio un suave beso en la mejilla, para luego saludarme con un gesto de la cabeza y volver a entrar en el local.

¿Puede una morir de pena instantánea? Porque si era posible, yo iba a morir allí mismo.

-Lo siento. Quizás no debí haber venido -sacudí la cabeza y me alejé unos pasos de él.

-¿Y por qué decidiste venir?

Me quedé en silencio, pensando mi respuesta. La respuesta era una sola, pero yo podía mentirle y huir, como me hubiese obligado a mi misma en otra oportunidad, o podía enfrentarme a mis miedos, a lo que realmente sentía, y decirle la verdad. Porque esa era la nueva parte de mi vida que abrazaba, la que había estado afianzando durante todo este mes eterno que pasara desde que lo vi irse por la puerta de la galería, dolido por culpa de mi inseguridad.

-Por ti.

James levantó los ojos y me miró fijo, clavando sus pupilas en las mías. Parecía que todas las luces de la ciudad se reflejaban en su mirada. Se separó de la pared, levantó la cabeza y echó una gruesa columna de humo por entre sus labios y, sin ninguna expresión, me dijo:

-Vamos. Te presentaré a algunas personas.

Dos corazones en guardiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora