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Cuando era más niña solía pensar que las orientaciones sexuales, diferentes a la heterosexualidad, eran ajenas a mí, y aun que nunca he sido prejuiciosa y no veía esas variaciones de la atracción sexual como algo malo, estaba segura de mis gustos, de en quién me fijaba. Los años pasaron, tuve mi primer novio, David , (créanme, recuerden ese nombre)
Todo fue un desastre.

En una ocasión encendimos unas cuantas velas en los bordes de las ventanas, en ese entonces mi hermano y David eran muy amigos. Prendimos algunas bengalas, le dí la espalda a las velas y, de alguna sobre natural manera, una de ellas alcanzó mi chaqueta, haciendo que ésta se incendiara. Vi cómo David se acercó a mí a una velocidad sorprendente, y comenzó a golpearme, y yo seguía sin entender qué pasaba, hasta cuando logró hacer que el fuego se apagara y mi madre llegó, y antes de hacer algo se empezó a reír; pues por que así es mi mamá. David me miró y entonces sentí el olor. Fue ahí cuando entendí qué pasaba, salí a correr y me tuve que cortar el pelo, pues las puntas estaban quemadas y no se veía bien.

Y como esa anécdota, la cual vamos a intentar olvidar, hay muchas, muchísimas más y cada una más vergonzosa que la anterior. Y todas ellas son la prueba más pura de cómo se desencadenaba una hermosa relación. No voy a mentir, me dio muchos buenos recuerdos, pero en su mayoría despedazó de mí cosas que no quería que se fueran.

Durante aquel tiempo en el que David y yo terminamos no me interesé en volverme a enamorar, sin embargo, hay cosas que por más que no las quieras, sucederán.

Con ustedes, la historia de mi indefinida orientación sexual y todo el caos que esto ha desatado en mí. Sin embargo, aún hoy, no estoy segura de nada, y tal vez estoy escribiendo ésto con el propósito de ver mi desarrollo y encuentro. Como tal vez la escribo para que las personas que estén en mi situación sepan que no está mal, y que a través de mi historia no cometan mis mismos errores.































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