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El motor se apaga y de inmediato Jimin se detiene a ver la vista frente a el con mas atención : los arboles frondosos, los rayos del sol colándose entre las copas, el clima cálido del atardecer. Definitivamente ama el bosque.

Era cierto que antes solía venir mas seguido, y mas tiempo, pero ahora con el atareado horario que tenia no podía darse ese lujo. Aun así se siente afortunado de poder pasar esa noche ahí.

Relaja y estira sus brazos, como si estuviera preparándose para darle pelea a la madre naturaleza y toma la mochila del asiento del copiloto antes de finalmente salir de la camioneta.

La entrada al bosque, el lugar mas seguro para acampar y donde los guardabosques tienen su oficina, esta algo ruidosa porque todos los campistas, en su mayoría familias, empezaban a instalarse antes de que la luz del día desapareciera para pasar la noche allí.

Jimin mantiene una sonrisa de satisfacción mientras cruza todo el ajetreo pues hacia mucho tiempo que el había dejado de acampar a la entrada; lo suyo ahora eran las grandes ligas y prefería ir al centro, casi al fondo del bosque.

El silencio ahí era tan pesado que la gente escogía no ir sola o simplemente no ir. Sin embargo la parte que amaba el pelinegro era precisamente esa, donde solo podía escucharse a el y a la naturaleza. No le gustaba hablar de ello con nadie, pues la gente solía tacharlo de "hippie", pero nunca se sentía tan pleno como cuando las hierbas secas y el arroyo eran lo único que lo acompañaban.

Las miradas curiosas lo siguen, pues era poca la gente que se adentraba al bosque sola, pero Jimin no se inmuta y sigue con su camino.

Ese bosque es mas que conocido para el, o al menos la parte esencial. Tiene buena orientación y nociones básicas del lugar en general por lo que la menor de sus preocupaciones es perderse.

Conforme avanza se da cuenta que el ruido se queda atrás y que el paisaje comienza a verse mas intacto de la mano del hombre. El naranja tan característico del atardecer se cuela  entre las copas de los arboles y sabe que poco a poco empieza a acercarse al lugar en que suele acampar.

Se mantiene tan ensimismado durante el trayecto que apenas es consciente de sus propios pasos cuando empieza a escuchar el rió y la obscuridad le dificulta ver a su alrededor. Ve el árbol que siempre logra identificar, aunque cualquiera diría que no es diferente de los demás, y lo acaricia con cariño.

"Un pocahontas coreano"  casi puede escuchar a sus amigos burlarse.

Niega con la cabeza sin poder evitar sonreír, se agacha para empezar a sacar las cosas de su pesada mochila, y decide que aunque esta vez era un poco mas cerca del rió que otros años, aquel seria su lugar para pasar la noche.

Enciende una linterna, regalo de su padre, y toma la casa de campaña de su bolsa, para después darse a la tarea de armarla. El asunto no le representa mayor dificultad, seria el colmo que no pudiera hacer aquello después de tantos años.

Para el punto en que la casa ya esta armada en el bosque ya no escucha nada mas que el rió, e incluso así se siente muy cómodo. La leña que había juntado antes comienza a arder hasta convertirse en una fogata, muy oportuna considerando que el frió empezaba a hacerse mas notorio. 

Se acerca mas para calentarse y se queda con la mirada perdida en las llamas un tiempo indeterminado. Cuando esta ahí no tiene que pensar en nada, y no importa si el tiempo que pasa en el bosque es de apenas una noche, es suficiente para mantener una sonrisa en su rostro por al menos un mes entero.

 Esa noche el frió es especialmente denso, y es cuestión de tiempo para que el  calor, el arrullo del rió y el ruido del viento lo adormilen.

Pasos.

Efímero↪kookmin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora