Flashforward
16 años después...
—¿Eres estúpido o qué?
—¿Me llamas a mí estúpido? ¡Imbécil!
—Cuanto más tiempo pasa, más estúpido eres de verdad. ¿Cómo es qué Samantha te vio?
—Fue un error, ¿vale? —Suspira. —Vamos Elisabeth, sabes que no es culpa mía.
—¿Cómo qué no? ¡Al fin tienes alas y para eso las utilizas!
—Para ti es fácil, siempre las has tenido...
—Pero yo no las utilizo para coger un balón de baloncesto. —Ruedo los ojos, con una mirada desaprobatoria hacia él. —Nadie puede saber lo que somos, suficiente y crecemos como cualquier otro adolescente, no como mamá y papá.
—¡Eso no es justo! —Grita él, como si tuviésemos aún cinco años. —¿Por qué tu novia si puede saber que somos? Pero Samantha me gusta, y ha sido sin querer.
—Lizbeth es mi novia desde hace un par de años, y nuestra mejor amiga desde los diez, ella sabe como somos porque ha vivido muchas ocasiones extrañas. ¿Recuerdas esa vez en el bar, el año pasado cuando tuvimos que distraer al dueño?
Su risa resuena por el salón, y un par de lágrimas caen por sus ojos.
—Sí... Tuvimos que dormirlo porque Liz estaba muy muy borracha. Fue muy bueno cuando tú te metiste en su cabeza y él creyó que estaba loco.
Río yo también.
—Eso fue maravilloso. —Recuerdo. —¿Y cuándo tú le hiciste decir que nos dejaría pasar y nos invitaría? Eso nos hizo la noche, Liz se lo tomó en serio.
Me muevo en mi sitio, el sofá chirría cada vez que lo hago. ¿Por qué papá y mamá habrán decidido tener esta clase de muebles? Parecen de hace siglos. Pero claro, ellos lo son asi que...
—Además Elisabeth, Emma ya me regañó. Me gritó tanto...
—¿Cómo es qué ella se enteró? —Sean se encoje de hombros y con sus ojos claros, mira a través del ventanal.
—No tengo ni idea, simplemente apareció cuando yo intentaba hablar con Sam, me miró con los brazos cruzados y con esa mirada suya que tanto miedo me da. —Sonríe. —Además, hizo que Sam olvidase lo de mis alas y supongo que está bien...
—¿En serio los borró? —Sean asiente. —¡Y por qué no lo has dicho antes bobalicón!
—¿Qué es todo este ruido? —Dice mamá, apareciendo desde su sala de estar.
—Sean y yo hablábamos. —Contesto simplemente. —Nada por lo que preocuparse.
—¿Creéis que nací ayer?
—Ni se nos pasaría por la cabeza. —Responde Sean, con una media sonrisa.
—¡Ei! Sigue pareciendo que tengo los mismos años que cuando conocí a vuestro padre.
—Dínoslo a nosotros, que cada vez que vas a una reunión con nuestros profesores, siempre nos dicen si eres nuestra hermana.
Mamá hace una mueca.
—No es culpa mía el que no envejezca como lo hacen todos. —Se excusa. —Ahora soltarlo, ¿qué ha pasado? ¿O queréis que recurra a la otra forma?
—¿La otra forma? —Pregunto yo.
Mamá camina hasta nosotros, y se sienta en frente, justo en un sofá del mismo color que los ojos de papá y Sean.
—Cuando vosotros teníais cinco años, tú Elisabeth, desarrollaste la increíble forma de volar; y tú, Sean, hacías lo mismo que tu padre, ya podías hablar con otras personas en su mente, mucho antes que Elisabeth. Los dos ya sabíais mentir, pero papá y yo tenemos poderes que vosotros no, y bueno, los utilizábamos bien.
—¿Que hacíais? —Pregunta Sean, inclinado hacia delante, con sus codos en ambas rodillas, atento a la historia que cuenta mamá.
—Bueno, se puede decir que, podemos haceros pensar que ya habéis vivido algo, las consecuencia de vuestros actos, podemos haceros ver en el pasado, o en el futuro, pero muy poco. Siempre os asustabais, y simplemente las mentiras salían como un grito por toda la casa.
—No me jodas... —Suelta Sean estallando en risas. —Sois unos liantes.
Papá aparece por la puerta de la cocina, se acerca hasta mamá y le da un casto beso en los labios. Ambos sonríen, y papá centra su mirada en nosotros.
—Me ha dicho Haniel que Emma te ha visto utilizando tus alas, y que por lo que se ve Samantha también, y que Emma ha tenido que borrarle ese recuerdo y que te ha tirado de la oreja.
—Pero como...
—Hijo, tengo más de cuatro siglos de vida, de cómo me entero de las cosas es lo que menos te tiene que preocupar. —Sean asiente cabizbajo. —Además, ¿por qué no te quedaste con Emma como te dijismos? Aún no controlas del todo tus alas y tu hermana ha estado con su novia, además, Emma es buena chica, ¿no te gusta?
Él arruga su nariz.
—Es como si fuese mi familia, papá. —Sean se sonroja, y me pide ayuda con una mirada fugaz.
—Lo siento hermano, también quiero oir eso durante mucho tiempo.
—¡Vamos, Emma no puede gustarme! —Se justifica ante nosotros.
—¿Por qué? —Cuestiona mamá. —Siempre te ha cuidado, incluso me cuidó a mí...
—Ella es agresiva, es muy lista y guapa eso sí, pero me trata como a un niño, y siempre está gritándome...
—Pero ella te protege, tiene un buen futuro por delante, y es medio ángel, por lo que nunca os trató diferente. Cuando te mentes en problemas, que suele ser muchas veces, es ella la que te excusa, incluso cuando te pillaron bebiendo siendo menor, fue ella la que nos dijo que no te dijésemos nada. —Sean escucha atento las palabras de mamá, sin embargo, sus cejas se van juntando poco a poco a medida que asiente por cada palabra.
—¿Y por qué? Yo nunca la he tratado amablemente, nunca le sonrío, ni me río con ella, ¿por qué demonios me cuida? No necesito su protección. Parad ya con eso, ¿vale? No es vuestro maldito problema el que ella me guste o no, Dios, dejarme vivir.
Sean se levanta, y antes de irse nos dirige una fútil mirada de ojos claros como advertencia, no me sigáis.
A Emma le gusta Sean. Ella sabe que su actitud de chico malo, que sus líos y problemas son solo una tapadera para ocultar lo solo que se siente por ser especial. Por sentir que todo lo que tiene es a causa de sus poderes, que la vida le facilita las cosas, por eso intenta ser un chico más, algo que lee en libros de héroes literarios.
Sean es un chico bueno, en el cuerpo de un chico malo.
ESTÁS LEYENDO
El ángel demonio Doyle Saint
Fantasy¿Qué es el demonio si no el hijo favorito de Dios? ¿Qué sería del bien sin el mal? ¿Y de la de luz sin la oscuridad? En coexistencia, el bien y el mal viven en cierta armonía dentro de Doyle, dentro de esos ojos que hacen cambiar a cualquiera. Para...