I

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La huesuda muy paciente
caminaba por Los Pinos
acechando al presidente
y a su bola de porcinos.

Cuando el frío decembrino
en la fecha se marcó
acércose al timbre fino
que muy solemne tocó.

Un copete bien parado
lentamente abrió la puerta,
quédose aterrorizado
con la imagen de la muerta.

“Agarra tus chivas pronto
que ya ha llegado tu hora.
Rápido o te dejo sonto”.
Dijo la vieja incolora.

Suplicaría por perdón
─como cualquier dinosaurio─,
pues choya de algodón
sería ahora el mandatario.

Ya le tocaba, ni modo,
al Mictlán se lo llevó.
Ha concluido su período.
La Gaviota ya voló.

Calaverita literariaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora