CAPÍTULO 16

2K 144 9
                                    

Decidí salir a dar un paseo para disfrutar de un poco de aire fresco mientras Lisbeth descansaba en el sillón de la sala. Después de ponerme mis tenis, me despedí del portero y quedé completamente sorprendida al encontrarme con el señor Britt.

- Señor Britt... ¿qué hace usted aquí? - lo interpelé, notando su presencia inesperada.

- Anoche olvidé preguntarle algo, señorita Dávila - respondió él con ceño fruncido mientras se acercaba.

Miré a mi alrededor nerviosamente, como si tuviera algo que esconder.

-Dígame, ¿en qué puedo ayudarlo?

- Aunque menciono que estaba solera en su registro civil en este momento usted ¿Tiene pareja o algo así? - preguntó directamente, lo que me tomó por sorpresa y abrió mis ojos ampliamente.

- No... - respondí, alzando una ceja. - ¿Por qué la pregunta?

- Solo curiosidad, No le quito más tiempo, señorita Dávila que pase un buen domingo - dijo él, antes de dejar un beso casto en mi mejilla, dejándome en estado de shock. Permanecí plantada allí, viéndolo alejarse en su auto hasta que desapareció de mi vista, tocando mi mejilla mientras recordaba el gesto. Finalmente, caminé hacia el borde de la acera y detuve un taxi, indicando que me llevara a Bryant Park en Nueva York. Durante el viaje, no pude dejar de pensar en la descarga de electricidad que sentí con solo su cercanía, o incluso con el roce de sus labios en mi mejilla.

No estoy para sentimientos ni para mantener una relación sentimental con alguien. Apenas puedo tolerar tener a alguien cerca de mí, a no ser que se trate del señor Britt, curiosamente.

Mientras pensaba en esto, el camino se me hizo corto. Pagué la tarifa del taxi y entré al parque, disfrutando de la brisa natural del atardecer, más fresca y menos contaminada gracias a los grandes árboles.

Caminé observando a las familias con sus hijos y a los abuelos con sus nietos, sintiendo una ligera melancolía.

La vida misma se encarga de dar a cada quien lo que merece, aunque aquellos que realmente desean formar una familia a menudo no tienen esa oportunidad.

Cansada después de unos minutos de caminata, encontré un banco donde se sentaba una señora de edad avanzada, muy guapa, de tez bronceada, ojos avellana, y algo rellenita, dándole comida a las palomas que se acercaban por el maíz esparcido en el suelo.

—Hola, buenas tardes disculpé, ¿está ocupado este asiento? —pregunté amablemente.

—No, mi niña guapa —me respondió cálidamente—. En poco tiempo mi nieta me recogerá, pero si estás esperando a alguien, no hay problema.

—Oh, no se preocupe, estoy sola —suspiré, intentando borrar de mi mente cualquier recuerdo doloroso.

—¿Cómo puede estar una niña tan hermosa como tú tan solita? —dijo, observándome con ternura— Siento que llevas un gran peso en tus hombros por ese suspiro.

—¿La vida siempre es así? Problemas normales —le dije, esbozando una sonrisa más relajada.

—Pero es bueno contarlos y librar ese peso, ¿no crees? —me miró cálidamente, colocando su mano arrugada sobre la mía—. En mis setenta y nueve años he aprendido que la vida está llena de diferentes problemas, desde la felicidad máxima hasta el dolor eterno. Nada es fácil, pero es bueno tener un amigo que te escuche y te ayude a liberar esa carga que te consume por dentro, mi niña. —Respiré profundamente, calmando mis ganas de llorar. Se suponía que había venido para no recordar mis errores del pasado, pero tenía mucha razón—. Así que tienes a esta anciana con todo el tiempo disponible —río—. Qué mala educación la mía, mi nombre es Aurora Chang.

—Mucho gusto, mi nombre es Janine Dávila —le extendí la mano.

—Ya nos presentamos, dejemos de cursilerías. Quiero escucharte —me sonrió mientras bajaba la mirada.

—Tuve un novio hace años, era muy tierno, romántico y atento, Me pidió matrimonio y nos casamos por "amor" —miré un punto fijo—. Con el tiempo, se volvió prepotente, celoso y, sobre todo, violento. Muy violento. Nuestro matrimonio terminó por los golpes y maltratos que sufrí día a día. Me mudé hace poco a esta ciudad; soy de Detroit, por cierto —sonreí—. Y ahora creo que le gusto a mi jefe —reí amargamente—. No puedo rehacer mi vida con tantas cosas que pasé en el pasado. No quiero revivir esos horribles momentos. Tengo miedo de enamorarme otra vez.

—Mi niña hermosa, qué desgraciado por no haberte valorado. Dios maldiga a esos tipos de hombres —me miró enojada y yo la observé tiernamente—. Gracias por contarme. Eres muy valiente al compartir tu pasado. Dale una oportunidad a ese chico; podría ser tu próximo futuro. ¿Quién sabe si será el amor verdadero? Mi difunto esposo lo fue —me miró tristemente—. Pasamos, por tanto, pero al final conocimos ese amor llamado verdadero. Hoy en día estoy feliz de haberlo conocido.

—Esto será un secreto entre las dos —reí, mirando a una hermosa chica que se acercaba. No tendría más de diecinueve años.

—Abuela —dijo la chica mirando a Aurora— es hora de irnos. Buenas tardes —me saludó sonriente.

—Buenas tardes —le devolví el saludo.

—Bueno, mi niña hermosa, cuídate y te guardaré el secreto —me susurró al oído—. Espero volverla a ver, señorita Dávila —sonrió.

—Igualmente Aurora—la abracé como si fuéramos amigas de toda la vida—. ¿Se me cuida?

—Y tú, date una oportunidad —me sonrió despidiéndose, dejándome con una sensación de paz en mi rostro.

Fue bueno conversar.

Sálvame: El cambio que hace el amor verdadero a alguien con corazon de HierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora