X. Lucas.

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¿Cómo terminé en un hospital a las 3am de un sábado esperando que Silvania no se fuera a morir?

Bueno, esa es una buena historia.

Esa noche le había dicho a Silvania que debía ir a una fiesta conmigo al día siguiente, pasaría por su casa a las ocho para que ella pudiera conocer a su "cita misteriosa" y, por primera vez, tocaría el timbre y entraría por la puerta principal como las personas normales.

¿Qué me encontré cuando llegué? A un sujeto de dos metros de alto con el ceño fruncido y cara de pocos amigos.

—¿Amigo de Dave? —Me preguntó con la mandíbula tensa.

—Eh... En realidad vengo por Silvania.

La metamorfosis en el rostro de ese hombre podía compararse con la de Mía Termopolis luego de estar en manos de Paolo. Sus facciones se suavisaron y sus cejas, antes fruncidas, se arquearon hasta llegar a las pequeñas entradas de su frente.

—¿Eres... —Él pareció dudar— Amigo de Silvania?

La situación me pareció divertida así que sonreí más confiado. Le estaba haciendo un favor a ese sujeto devolviéndole a su hija las ganas de vivir.

No era como que lo estuviera haciendo bien, pero en fin.

—Si, me dijo que pasara por ella. Iremos a una fiesta —respondí sonriente.

—Es una pena... Creo que ella no tiene intenciones de salir.

—¿Qué? —Mi voz salió más aguda de lo normal, siempre pasaba cuando me sorprendía algo.

—Está ahí en la sala viendo "Sin senos no hay paraiso" en Netflix con Dave. Puedes pasar y verlo tú mismo.

Sin poder (ni querer) creer lo que oía me asomé y ahí estaba la maldita, en pijama de rayas cual judía y el cabello más horrible que de costumbre. Ella no iba a hacerme esto ni a mí ni a su cita. ¡Me lo había prometido! Me planté entre ella y el televisor.

—¿Por qué no estás lista?

—Ah, no iré. ¿No te llegó mi mensaje?

—Nunca te he dado mi número.

—Eso explica el porqué no te llegó mi mensaje.

Les ahorraré los detalles de nuestra discusión diciendo que, con ayuda del papá de Silvania, logré hacer que se vistiera y se montara en el auto para irnos a la fiesta. Ella no dejaba de secarse el sudor de las manos y de morderse los labios.

—Estúpida, te estás dañando el labial —la regañé.

—No voy a un fiesta hace seis meses Lucas. Déjame en paz.

—Debes aprovechar de disfrutar Silvania, vivir. Irónicamente te lo dice un asesino pero bueno...

—No sabes lo feliz que me haría que en vez de ir a una fiesta me lleves a un bosque y me mates de una vez por todas.

—Buen intento, pero no. Tienes una cita.

Aprovechando un semáforo aproveché para ver su cara. Silvania lograba esconder sus emociones con su perfecta cara de póker pero en ese momento no tuvo ni tiempo. Disimulé una sonrisa que casi me escapaba y seguí conduciendo.

—Pensé que era broma lo de ayer —dijo llena de inseguridad.

—Cuando son asuntos del amor yo no juego. Me tomo mi trabajo de Celestina muy en serio.

—¿Quién es?

—Ya te dije, alguien que esperó mucho para dar este paso.

Llegamos a la fiesta, era en la casa de la amiga de un primo de un vecino de mi edificio. Una inmensa construcción con piscina y tres pisos (más anchos que altos) estaba llena de chicos y chicas algunos adolescentes y otros ya no tanto. Pude darme cuenta de que en los ojos de Silvania se encendía una chispa.

Claro, siendo la reina de las fiestas debían encantarle. Y la sed de estar en una luego de tanto tiempo debía ser insoportable.

—No sé si sea correcto Lucas... Hablo de que Jackie y...

—Ellos habrían querido que te divirtieras Silvania —la tomé de los hombros y le sonreí, ella se apartó con el ceño fruncido.

—No me gusta que me toquen sin permiso. Y realmente no sé si deba estar aquí...

—Prometo que te cuidaré y no dejaré que te pase  nada. No nos podemos ir... —un ruido de gritos llamó mi atención y vimos un toro mecánico en medio de la sala— ¡Tienen un toro mecánico! Además, tu cita debe estar por llegar.

Silvania empezó a revisarse, debía aceptar que estaba linda: tenía unos jeans altos negros, una camiseta gris con un poco de escote (no sé para qué, ya que sus pechos eran inexistentes) y una camisa leñadora roja. La había obligado a maquillarse y a peinarse. Casi parecía humana.

Casi.

—Quiero un trago —anuncié— ¿Vienes?

—Yo... Prometí no volver a tomar. Lo siento. Además, alguien debe conducir de regreso.

La jalé hasta la cocina donde tuvimos que esquivar a un par de parejas bastante cariñosas y le serví algo de vodka con jugo de naranja. Yo decidí optar por un refresco para que ella pudiera disfrutar.

—Te dije que no tomaría —me regañó, probó un sorbo del vaso y se relamió del gusto haciéndome sonreír— solo este y ya.

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Una hora después estaba yo tratando de bajar a Silvania de la baranda de la escalera porque la muy estúpida había decidido que ese era su tobogán privado.

—¡Bajate de ahí, maldita loca de mierda!

—¡Si me caigo me voy a morir!

—¡Bueno, por eso!

—¡Bueno, por eso! —me remedó. Ya estaba que la sacaba por los pelos de ahí.

¿Respecto a su cita? Me había escrito que no iba a poder llegar por un examen que le habían adelantado para el día siguiente. Una lástima ya que ahora me tocaba a mí hacerme cargo de la loca.

—¡DON'T STOP, BELIEVIN'! —Cantaba Silvania diez minutos después encima de una mesa— ¡Vamos Lucas, yo soy Rachel y tú eres Kurt!

—¡Que no soy gay!

¿Por qué la había querido llevar en primer lugar? ¿Por qué no la había dejado en su casa? ¿POR QUÉ NO HABÍA MATADO A ESE SER CUANDO AÚN TENÍA GANAS?

—¡Lucas, amigo! —Me saludó Bruce, un amigo de la universidad mientras veía a Silvania bailando como morsa con epilepsia en la pista de baile— mi prima de allá me dijo que quería conocerte ¿Qué dices?

Eché un vistazo a la pelirroja y no estaba nada mal. Solo esperaba no ponerme agresivo ya que eso sería malo, además, Bruce me caía bien y no lo quería hacer pasar un mal rato.

—Claro.

Terminé el asunto con la pelirroja (no, no sé cómo se llama) en la biblioteca. Una hora tranquila y sin estresarme, hasta que escuché gritos en el piso de abajo. Recordando a la loca suicida que tenía de compañera me subí los pantalones con una erección del tamaño de la torre Eiffel (literalmente, mi pene es enorme) y bajé corriendo.

Vi el tumulto de gente en una esquina de la casa y empecé a apartarlos para saber que había pasado. Fue entonces que la ví.

Silvania estaba tirada en un sofá con la boca llena de espuma, un polvo blanco descansaba un poco más arriba de sus labios y sus ojos estaban en blanco.

Con el corazón acelerado la tomé en brazos y la subí al auto, su pulso era casi nulo. Manejé creyendome Toretto por todas las calles hasta el hospital. ¿Por qué la había dejado sola? ¿Quién carajo le había dado drogas? ¿Cómo fue a tener una sobredosis estando rodeada de gente? ¿Estaría demasiado borracha como para no saber que cantidad consumir?

La respuesta vino a mí justo cuando frené frente al hospital.

La  estúpida lo había hecho a propósito.

💀

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Capítulo extra esta semana porque si :v los quiero💕

PD: debería estar prestando atención en clase 😂

Tres razones para no matarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora