Capítulo I

1.9K 143 25
                                    

“Su demanda de suicidio asistido ha sido aceptada. La fecha de plazo a cumplir es el día 23 de Octubre. Se enviará un voluntario de nuestra institución para ayudarle en sus asuntos y darle seguimiento a sus actividades, así como también dar curso a una "marcha atrás" Legal en caso de ser necesario”.

Chan bufó bajando la Carta de su rostro, desviando su visita hacia la ventana de su cuarto, la única con luz directa que daba a su rostro y cabello obscuro. No era necesario una "marcha atrás", estaba decidido y lo haría. No tenía que despedirse de nadie y sus asuntos legales estaban más que resueltos con su abogado, Kim Woojin, el cual fue un verdadero grano en el culo al momento de comentarle el por qué de su decisión. Fueron meses de tratar de convencerlo, discutir, pelear, amenzarse con autodespido, hasta que una crisis de la enfermedad de Chan le hizo entender que no había vuelta atrás, y que de verdad éste ya no podía más con esa tortura venida de manera temprana.

Esa enfermedad fue la esclerosis múltiple, que se convirtió en un calvario silencioso para su mente y cuerpo desde que le fue detectada. La enfermedad atacaba su sistema nervioso central, matando la membrana que cubre los nervios y destruyéndolos. En resumidas cuentas, la esclerosis "desconectaba" sus órganos o músculos, los cuales ya no podían responder a una orden cerebral y perdían movilidad y función. Con el transcurso del tiempo sus miembros se paralizarían, sus órganos dejarían de funcionar. Cosas básicas como comer y respirar dejaría de hacerlas eventualmente ante la nula comunicación nerviosa con su cuerpo. Algo tan vital como respirar, incluso el latido de su corazón se detendría... Ese sería el momento de su muerte inevitable. No había cura conocida para ello hasta el momento.

Fue un caso excepcional y el equipo médico hizo todo lo posible aprovechando su cuerpo jóven para poder paliar su avance y efectos. Nadie pensó en la tortura que fue para Bang Chan sentir como su cuerpo fue perdiendo vitalidad y fuerza con el paso del tiempo: primero pinchazos en las piernas y un entumecimiento en la mitad de su rostro, que fue la alerta temprana para el diagnóstico definitivo. Los medicamentos mantuvieron la enfermedad controlada, pero sus piernas ya no pudieron sostenerlo, perdiendo la movilidad de manera paulatina, volviéndose rígidas. Tuvo que comenzar a utilizar bastón y silla de arrastre, pero se le fue dificultando andar en un "burrito", condenándolo a una silla de ruedas que dificultosamente podía mover con sus brazos. No volvió a salir de su casa desde ese entonces, ya que no tenía la fuerza suficiente para desplazarse a grandes distancias.

Fue costoso para él mantenerse solo por su cuenta, en ese estado. Ya no podía cocinar para sí mismo, el asearse era una tarea titánica y el solo hecho de ir al baño conllevaba un esfuerzo monumental que lo dejaba cada vez más agotado de espíritu, que físicamente. Su cuerpo no respondía y prácticamente se arrastraba a sí mismo por toda su casa. Hacer hasta las cosas más mínimas para sí ya era un jodido esfuerzo. Comenzó a llorar sin control mientras realizaba sus trabajo como editor en línea y pedía comida a domicilio, para poder sobrellevar el día y no morir de hambre. Incluso habían días en los que solo se quedaba en cama, sin ánimos de hacer esas pequeñas batallas diarias, demasiado desesperado y enojado con la vida.

Las crisis fueron continuas y pasaba en el hospital la mayor parte del tiempo. Los médicos luchaban con él para que tomara las terapias kinesiólogicas y psicológicas, pero era un paciente rebelde. Nadie sabía lo que era cargar contigo mismo. Nadie entendía como era sobrellevar ese calvario solo, no poder siquiera mantenerte de pie o preparar tu comida. No comprendían lo aterrado que se sentía de pensar que algún día no podría respirar por su cuenta y nadie, ningún medicamento o doctor, podría ayudarlo. Allí fue cuando se encontró cara a cara con la posibilidad de adelantar su muerte. De no pasar por aquel desgaste físico y emocional, y morir dignamente, sin sentir pena de su estado. Y lo más importante: sin dolor. Así fue como estuvo lidiando entre hacerlo a la manera "tradicional", buscando lugares, métodos indoloros y sin vuelta, para poder practicarlos sobre sí mismo, a pesar del profundo terror de la decisión que estaba llevando a cabo. Nadie en su instinto natural desea morir. Su mente estaba rechazando la idea. Fue así como llegó a sus manos las noticias de las clínicas de muerte en Suiza, que por una cantidad considerable de dinero, siguiendo un proceso riguroso, legal y sin margen de error; otorgaban el servicio de ”suicidio asistido".

El Día Después De Mi Muerte [HyunChan/ChanJin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora