Love in Barcelona

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Julio de 2018

—¡Raoul, no! ¡Para, tío!

Aitana levanta la cabeza por primera vez en un buen rato, bajando la revista chorra que le ha cogido a su abuela para entretenerse mientras no se le renueven los datos. Se acomoda las gafas de sol y la pamela, pues no tienen sombrilla y es lo único que la protege un poco. 

Nerea y Raoul están en el agua, aparentando, a pesar de sus cuerpos, tener por lo menos diez años menos de los que realmente tienen. Y es que no dejan de perseguirse por el agua, empapando a niños que están en la orilla. No pueden ser más críos. Resopla y les hace una seña.

—¡Dejad de molestar! —exclama, justo antes de que Nerea se detenga para escucharla y Raoul choque contra ella, cayendo ambos al agua y salpicando a un niño, que se echa a llorar.

Pone los ojos en blanco. No pueden dejar de ser ellos.

Por suerte, parecen calmarse y quedarse gateando en la orilla, jugando con el agua tan tranquilos. ¿En qué momento decidió convertirse en la niñera de dos niños de cinco y cuatro años respectivamente? O, aún mejor, ¿en qué momento es la novia de una y la mejor amiga del otro?

Vuelve a la revista. Ojalá tener algo mejor que hacer, pero solo tiene las imágenes exclusivas de la ruptura de la pareja de moda fuera de una gala benéfica a la que ambos habían asistido. ¿La gente no tendrá algo mejor en lo que meterse? De verdad, menos mal que ella no es famosa, porque no soportaría que estuvieran todo el rato persiguiéndola para conseguir una exclusiva de mierda.

Se queda embobada mirando a sus amigos. Han pasado a las ahogadillas, así que Nerea está en ese momento bajo el agua. Cuando vuelve a la superficie, ni se molesta en responderle igual, sino que le mete una hostia a Raoul, tirándole agua. Pareciendo ofendido, el rubio se levanta y, con cara de dignidad, sale del agua, dirigiéndose hacia ella.

Aitana le pasa la toalla con una mano, dejando que su mejor amigo se seque.

—¿Ya te has cansado? —pregunta con sorna.

—¿Por qué no te bañas un rato tú? —Frunce el ceño—. No vamos a dejar a la niña solita.

—¿Puedes no infantilizarla? —Deja la revista a un lado—. Te recuerdo que me acuesto con ella, así que no me parece muy apropiado que la trates de niña. A veces me siento un poco pedófila y todo.

La observan en silencio. Se ha sentado sobre la arena, estirando las piernas. Se dedica a esparcir arena mojada sobre ambas piernas, con un nivel de abstracción que les parece maravilloso.

—Voy con ella —murmura, levantándose.

—¿Puedo cogerte la revista? —pregunta Raoul, cogiendo la silla que Aitana acaba de dejar libre.

—Como quieras, pero es un poco mierda.

Pasan el resto de la mañana entre chapuzones y carreras por la parte honda de la playa de Barcelona a la que han venido a pasar el día. Bueno, no muy honda, porque ninguno de los tres llega demasiado lejos sin quedarse sin pie.

—Somos unos enanos —comenta Raoul mientras vuelve a la silla, cogiendo su toalla para colgársela del cuello.

—Eso lo dirás por ti. —Le pica la del flequillo, aunque ahora lo tiene hacia atrás, después del baño.

—Oye, perdona, que de los tres soy el más alto.

—Pero nosotras somos chicas. Tú eres un peón.

—Piri nisitris simis chiquis... —Les saca la lengua—. Malas personas, eso sois.

—Debe sentirse importante, Aiti, porque por primera vez es el más alto en alguna parte.

Sueña-One-shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora